Extracto
de una meditación sobre la Eucaristía de San Alberto Hurtado, santo jesuita
chileno, apóstol de Jesucristo y servidor de los más necesitados. En la santa
misa encontró Alberto el centro y la fuerza de su vida cristiana y sacerdotal;
en la misa alcanzó su identificación con Cristo Sacerdote y Víctima.
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sacrificio eucarístico es la renovación del sacrificio de la cruz. Como en la
cruz todos estábamos incorporados en Cristo; de igual manera en el sacrificio
eucarístico, todos somos inmolados en Cristo y con Cristo.
De
dos maneras puede hacerse esta actualización. La primera es ofrecer, como
nuestra, al Padre celestial, la inmolación de Jesucristo, por lo mismo que
también es nuestra inmolación. La segunda manera, más práctica, consiste en
aportar al sacrificio eucarístico nuestras propias inmolaciones personales,
ofreciendo nuestros trabajos y dificultades, sacrificando nuestras malas
inclinaciones, crucificando con Cristo nuestro hombre viejo. Con esto, al
participar personalmente en el estado de víctima de Jesucristo, nos
transformamos en la Víctima divina. Como el pan se transubstancia realmente en
el cuerpo de Cristo, así todos los fieles nos transubstanciamos espiritualmente
con Jesucristo Víctima. Con esto, nuestras inmolaciones personales son elevadas
a ser inmolaciones eucarísticas de Jesucristo, quien, como Cabeza, asume y hace
propias las inmolaciones de sus miembros.
¡Qué
horizontes se abren aquí a la vida cristiana! La Misa centro de todo el día y
de toda la vida. Con la mira puesta en el sacrificio eucarístico, ir siempre
atesorando sacrificios que consumar y ofrecer en la Misa.
¡Mi
Misa es mi vida, y mi vida es una Misa prolongada!».
Ornamentos sacerdotales
utilizados por San Alberto Hurtado (Museo Santuario Padre Hurtado en Santiago de
Chile, lugar donde se veneran sus restos sagrados)
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