martes, 1 de agosto de 2017

MÁXIMAS DE VIDA ETERNA

Cada año la Iglesia recuerda en este día la egregia figura de San Alfonso María de Ligorio (1696–1787): santo, fundador, obispo, doctor celosísimo, patrono de confesores y moralistas… Su vida encarna de manera admirable el título mismo de una de sus más célebres obras de espiritualidad: Práctica del amor a Jesucristo. Esta obra que ha ayudado a tantas almas a conocer y amar a Jesucristo se cierra con 18 máximas –máximas de vida eterna las llama san Alfonso– que, grabadas en la mente del cristiano, aseguran el vivir recto y virtuoso que conduce a la salvación:

• Todo lo de esta vida termina, tanto el gozar como el sufrir. La eternidad no acaba jamás.
• En la hora de la muerte ¿de qué sirven todas las grandezas de este mundo?
• Todo lo que viene de Dios, sea próspero o adverso, es bueno y para nuestro bien.
• Es necesario dejar todo, para ganarlo todo.
• Sin Dios no puede haber paz.
• Solo amar a Dios y salvarse, es necesario.
• Solo hay que temer el pecado.
• Si se pierde a Dios, todo se ha perdido.
• El que no desea nada de este mundo, es señor del mundo.
• El que reza se salva, el que no reza se condena.
• Venga la muerte, pero sea para agradar a Dios.
• Cueste Dios lo que costare, nunca es demasiado caro.
• Para el que ha merecido el infierno, toda otra pena es ligera.
• Quien mira a Jesús en la cruz, todo lo sufre.
• Lo que no se hace por Dios, se convierte en pena.
• El que a solo Dios quiere, posee todos los bienes.
• Dichoso el que puede decir de corazón: Jesús mío, te quiero solo a ti y nada más que a ti.
• Quien ama a Dios, en todas las cosas encuentra contento; quien no le ama, en ninguna lo encuentra. (San Alfonso María de Ligorio, Obras maestras de espiritualidad, Ed. BAC. Madrid 2011, p. 192).

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