lunes, 24 de julio de 2023

ÓRGANO Y MÚSICA SAGRADA

Órgano de la basílica de Nuestra Señora de la Antigua Capilla 

Discurso de Benedicto XVI durante la ceremonia de bendición del nuevo órgano de la basílica de «Nuestra Señora de la Antigua Capilla» en Ratisbona, 13 de septiembre de 2006.

Fuente: vatican.va

Queridos amigos:

Esta venerable casa de Dios, la basílica de "Nuestra Señora de la Antigua Capilla", como vemos, ha sido restaurada de modo espléndido, y cuenta ahora con un nuevo órgano que, en este momento, será bendecido y destinado solemnemente a su finalidad: la glorificación de Dios y la edificación de la fe.

Fue un canónigo de esta colegiata, Carl Joseph Proske, quien dio en el siglo XIX un impulso esencial a la renovación de la música sacra. El canto gregoriano y la antigua polifonía vocal clásica se integraron en la composición litúrgica. El cuidado de la música sagrada litúrgica en la “Antigua Capilla” tenía una importancia que se extendía más allá de los confines de la región y hacía de Ratisbona un centro del movimiento de reforma de la música sacra, cuyo influjo llega hasta el presente.

En la constitución sobre la sagrada liturgia del concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium, se pone de relieve que “el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integral de la liturgia solemne” (n. 112). Esto significa que la música y el canto son algo más que un embellecimiento —tal vez superfluo— del culto, pues forman parte de la actuación de la liturgia, más aún, son liturgia. Por tanto, una solemne música sacra con coro, órgano, orquesta y canto del pueblo no es una añadidura que enmarca y hace agradable la liturgia, sino un modo importante de participación activa en el acontecimiento cultual.

El órgano, desde siempre y con razón, se considera el rey de los instrumentos musicales, porque recoge todos los sonidos de la creación y —como se ha dicho hace poco— da resonancia a la plenitud de los sentimientos humanos, desde la alegría a la tristeza, desde la alabanza a la lamentación. Además, trascendiendo la esfera meramente humana, como toda música de calidad, remite a lo divino. La gran variedad de los timbres del órgano, desde el piano hasta el fortísimo impetuoso, lo convierte en un instrumento superior a todos los demás. Es capaz de dar resonancia a todos los ámbitos de la existencia humana. Las múltiples posibilidades del órgano nos recuerdan, de algún modo, la inmensidad y la magnificencia de Dios.

El salmo 150, que acabamos de escuchar y de seguir interiormente, habla de trompas y flautas, de arpas y cítaras, de címbalos y tímpanos:  todos estos instrumentos musicales están llamados a dar su contribución a la alabanza del Dios trino. En un órgano, los numerosos tubos y los registros deben formar una unidad. Si en alguna parte algo se bloquea, si un tubo está desafinado, tal vez en un primer momento solamente lo perciba un oído ejercitado. Pero si varios tubos no están bien entonados, entonces se produce un desafinamiento, y esto comienza a ser insoportable. También los tubos de este órgano están expuestos a cambios de temperatura y a factores de desgaste.

Esta es una imagen de nuestra comunidad en la Iglesia. Del mismo modo que en el órgano una mano experta debe hacer continuamente que las desarmonías se transformen en la debida consonancia, así también en la Iglesia, dentro de la variedad de los dones y los carismas, mediante la comunión en la fe debemos encontrar siempre el acorde en la alabanza a Dios y en el amor fraterno. Cuanto más nos dejemos transformar en Cristo a través de la liturgia, tanto más seremos capaces de transformar también el mundo, irradiando la bondad, la misericordia y el amor de Cristo a los hombres.

En definitiva, los grandes compositores, cada uno a su modo, con su música querían glorificar a Dios. Johann Sebastian Bach escribió en el título de muchas de sus partituras las letras S.D.G.:  soli Deo gloria, solamente para gloria de Dios. También Anton Bruckner ponía al inicio las palabras:  “Dedicado a Dios”.

Ojalá que la grandiosidad de la capilla y la liturgia enriquecida por la armonía del nuevo órgano y el canto solemne guíen a todos los que frecuentan esta magnífica basílica a la alegría de la fe. Es mi deseo en el día de la inauguración de este nuevo órgano.


 

jueves, 13 de julio de 2023

VIVIR EN LA INMENSIDAD DE DIOS

El 29 de mayo de 1919, la santa y joven carmelita chilena Teresa de los Andes comenzaba su retiro de preparación para la fiesta de Pentecostés. Las primeras notas que recoge en su Diario sobre aquellos días de silencio, son reflejo de su profunda vida interior y del deseo que animó cada uno de los pasos de su corta vida: ser toda de Dios.

* * *

«Entré ayer a retiro: N. Señor me dijo que fuera por Él a su Padre. Que lo único que quería en este retiro era que me escondiera y sumergiera en la Divinidad para conocer más a Dios y amarlo, y conocerme más a mí y aborrecerme. Que quería que me dejase guiar por el Espíritu Santo enteramente. Que mi vida debe ser una alabanza continua de amor. Perderme en Dios. Contemplarle siempre sin perderle de vista jamás. Para esto, vivir en un silencio y olvido de todo lo creado, pues Dios, por su naturaleza, siempre vive solo. Todo es silencio, armonía, unidad en Él. Y para vivir en Él, es necesario simplificarse, no tener sino un solo pensamiento y actividad: alabar». (Santa Teresa de los Andes, Diario y Cartas, Ed. Carmelo Teresiano, Santiago de Chile 1993, p.105)


 

sábado, 8 de julio de 2023

¿RESUCITARÁ «SUMMORUM PONTIFICUM»?

Ayer recordamos con agradecimiento el decimosexto aniversario del motu proprio Summorum Pontificum de Benedicto XVI. A los cuatro años de su entrada en vigor y tal como estaba establecido, la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, con la aprobación expresa del Papa Benedicto, dispuso y concretó nuevas normas para continuar el camino de aplicación de Summorum Pontificum. El documento (Instrucción Universae Ecclesiae de 2011) comienza con esta declaración decidida y favorable: «La carta apostólica motu proprio data «Summorum Pontificum» del Sumo Pontífice Benedicto XVI, del 7 de julio de 2007, que entró en vigor el 14 de septiembre de 2007, ha hecho más accesible a la Iglesia universal la riqueza de la Liturgia romana». Nada en su lectura hace presagiar el panorama sombrío que una década después (demasiado poco tiempo para juzgar con perspectiva algo de tanta trascendencia para la vida de la Iglesia) nos presentará Traditiones Custodes y la Carta a los obispos que lo acompaña.

Especial interés tiene lo que se dice en el punto 8 de la Instrucción sobre los objetivos del motu proprio de Benedicto XVI:

«El documento tiene como objetivo:

a) ofrecer a todos los fieles la Liturgia Romana en el usus antiquior, considerada como un tesoro precioso que hay que conservar;

b) garantizar y asegurar realmente el uso de la forma extraordinaria a quienes lo pidan, considerando que el uso de la Liturgia romana que entró en vigor en 1962 es una facultad concedida para el bien de los fieles y, por lo tanto, debe interpretarse en sentido favorable a los fieles, que son sus principales destinatarios;

c)  favorecer la reconciliación en el seno de la Iglesia».

A la luz de estos objetivos y teniendo en cuenta lo vivido en este último par de años es natural que surjan algunas interrogantes: ¿El usus antiquior de la misa ya no se considera un tesoro precioso que deba conservarse? ¿Por qué se consultó solo a la jerarquía y no a los fieles laicos (vivimos tiempos de sinodalidad), siendo que ellos eran los principales destinatarios de este valioso beneficio? ¿Se ha favorecido la reconciliación en la Iglesia o más bien se han exacerbado los ánimos y las contiendas litúrgicas?

Summorum Pontificum es un documento hecho con sabiduría y amor pastoral, largamente estudiado y rezado en profundidad. Decía Benedicto XVI justo antes de iniciar el articulado de la Carta Apostólica: «Después de la consideración por parte de nuestro predecesor Juan Pablo II de las insistentes peticiones de estos fieles, después de escuchado a los Padres Cardenales en el consistorio del 22 de marzo de 2006, y haber reflexionado profundamente sobre cada uno de los aspectos de la cuestión, invocando al Espíritu Santo y contando con la ayuda de Dios, con las presentes Cartas Apostólicas establecemos lo siguiente…»

Pero la mayor esperanza de resurrección de Summorum Pontificum se funda en las palabras con que Benedicto XVI termina la Carta explicativa a los obispos adjunta al motu proprio: «Confío a la potente intercesión de María, Madre de la Iglesia, estas nuevas normas…»

(Los destacados son nuestros)


 

lunes, 3 de julio de 2023

VAYAMOS TAMBIÉN NOSOTROS Y MURAMOS CON ÉL

Santo Tomás Apóstol. Pedro Pablo Rubens.

Extracto de la catequesis que Benedicto XVI dedicó al Apóstol Tomás el miércoles 27 de septiembre de 2006.

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«El cuarto evangelio, sobre todo, nos ofrece algunos rasgos significativos de su personalidad. El primero es la exhortación que hizo a los demás apóstoles cuando Jesús, en un momento crítico de su vida, decidió ir a Betania para resucitar a Lázaro, acercándose así de manera peligrosa a Jerusalén (cf. Mc 10, 32). En esa ocasión Tomás dijo a sus condiscípulos: «Vayamos también nosotros a morir con Él» (Jn 11, 16). Esta determinación para seguir al Maestro es verdaderamente ejemplar y nos da una lección valiosa: revela la total disponibilidad a seguir a Jesús hasta identificar su propia suerte con la de Él y querer compartir con Él la prueba suprema de la muerte.

En efecto, lo más importante es no alejarse nunca de Jesús. Por otra parte, cuando los evangelios utilizan el verbo «seguir», quieren dar a entender que adonde se dirige Él tiene que ir también su discípulo. De este modo, la vida cristiana se define como una vida con Jesucristo, una vida que hay que pasar juntamente con Él. San Pablo escribe algo parecido cuando tranquiliza a los cristianos de Corinto con estas palabras: «En vida y muerte estáis unidos en mi corazón» (2 Co 7, 3).

Obviamente, la relación que existe entre el apóstol y sus cristianos es la misma que tiene que existir entre los cristianos y Jesús: morir juntos, vivir juntos, estar en su corazón como Él está en el nuestro».