martes, 27 de agosto de 2019

LA PARTIDA DE UNA MADRE SANTA

Pablo Puchol. Éxtasis de Ostia. 
Imagenwikipedia.org

El relato que nos ha dejado San Agustín sobre los últimos días de su madre toca las fibras más íntimas del corazón humano. La elevación mística de madre e hijo hasta el punto de entrever la dicha de la gloria venidera, la pena de los hijos por la súbita y mortal enfermedad de la madre, el admirable desasimiento de Mónica en cuanto al lugar de su sepultura, los ruegos para que no la olviden en sus oraciones ante el Altar del Señor, la agradecida satisfacción de ver al hijo de sus lágrimas ya creyente y católico, son un maravilloso himno a la fe de una familia verdaderamente bendecida por Dios.

 ***

«C
uando ya se acercaba el día de su muerte —día por ti conocido, y que nosotros ignorábamos—, sucedió por tus ocultos designios, como lo creo firmemente, que nos encontramos ella y yo solos, apoyados en una ventana que daba al jardín interior de la casa donde nos hospedábamos, allí en Ostia Tiberina, donde, apartados de la multitud, nos rehacíamos de la fatiga del largo viaje, próximos a embarcarnos. Hablábamos, pues, los dos solos, muy dulcemente y, olvidando lo que queda atrás y lanzándonos hacia lo que veíamos por delante, nos preguntábamos ante la verdad presente, que eres tú, cómo sería la vida eterna de los santos, aquella que ni el ojo vio ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar. Y abríamos la boca de nuestro corazón, ávidos de las corrientes de tu fuente, la fuente de vida que hay en ti.
Tales cosas decía yo, aunque no de este modo ni con estas mismas palabras; sin embargo, tú sabes, Señor, que, cuando hablábamos aquel día de estas cosas —y mientras hablábamos íbamos encontrando despreciable este mundo con todos sus placeres—, ella dijo:
Hijo, por lo que a mí respecta, ya nada me deleita en esta vida. Qué es lo que hago aquí y por qué estoy aún aquí, lo ignoro, pues no espero ya nada de este mundo. Una sola cosa me hacía desear que mi vida se prolongara por un tiempo: el deseo de verte cristiano católico, antes de morir. Dios me lo ha concedido con creces, ya que te veo convertido en uno de sus siervos, habiendo renunciado a la felicidad terrena. ¿Qué hago ya en este mundo?
No recuerdo muy bien lo que le respondí, pero, al cabo de cinco días o poco más, cayó en cama con fiebre. Y, estando así enferma, un día sufrió un colapso y perdió el sentido por un tiempo. Nosotros acudimos corriendo, mas pronto recobró el conocimiento, nos miró, a mí y a mi hermano allí presentes, y nos dijo en tono de interrogación:
¿Dónde estaba?
Después, viendo que estábamos aturdidos por la tristeza, nos dijo:
Enterrad aquí a vuestra madre.
Yo callaba y contenía mis lágrimas. Mi hermano dijo algo referente a que él hubiera deseado que fuera enterrada en su patria y no en país lejano. Ella lo oyó y, con cara angustiada, lo reprendió con la mirada por pensar así, y, mirándome a mí, dijo:
Mira lo que dice.
Luego, dirigiéndose a ambos, añadió:
Sepultad este cuerpo en cualquier lugar: esto no os ha de preocupar en absoluto; lo único que os pido es que os acordéis de mí ante el altar del Señor, en cualquier lugar donde estéis.
Habiendo manifestado, con las palabras que pudo, este pensamiento suyo, guardó silencio, e iba luchando con la enfermedad que se agravaba.
Nueve días después, a la edad de cincuenta y seis años, cuando yo tenía treinta y tres, salió de este mundo aquella alma piadosa y bendita» (Del libro de las Confesiones de san Agustín, obispo (Libro 9, 10-11, 28: CSEL 33, 215-219).

domingo, 25 de agosto de 2019

FORMA EXTRAORDINARIA PARA LA ASUNCIÓN


Fotografías de la Santa Misa celebrada por el padre J. Herrera, según la Forma extraordinaria del Rito Romano, con motivo de la festividad de la Asunción de la Virgen a la gloria del cielo. La Misa tuvo lugar en la capilla de un Centro del Opus Dei en Santiago de Chile.





jueves, 22 de agosto de 2019

REALEZA DE MARÍA

Coronación de la Virgen de Rubens 

«Él, el Hijo de Dios, dirige hacia su Madre celestial la gloria, la majestad y el gobierno de su realeza, pues habiendo sido asociada con el Rey de los mártires en la obra inefable de la redención humana como Madre y cooperadora, permanece asociada con Él para siempre por vía de un casi ilimitado poder en la distribución de las gracias que fluyen de la redención. Jesús es Rey desde toda la eternidad por naturaleza y por derecho de conquista: por Él, con Él y subordinada a Él, es María Reina por gracia, por redención divina, por derecho de conquista y por singular elección, y su reino es tan vasto como el de su Hijo y Dios, ya que nada a sido excluido de su soberanía.
Por esta razón, la Iglesia la saluda como Señora y Reina de los Ángeles y de los Santos, de los Patriarcas y Profetas, de los Apóstoles y Mártires, de los Confesores y de las Vírgenes. Por lo mismo, la aclama como Reina de cielos y tierra, como gloriosa y dignísima Reina del universo: Regina caelorum, gloriosa Regina mundi, Regina mundi dignissima; y nos enseña a invocarla día y noche entre los gemidos y lágrimas por los que es fecundo este exilio: Dios te salve Reina, Madre de la misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra» (Pío XII, Radiomensaje a los peregrinos de Fátima, 13 de mayo de 1946).




viernes, 16 de agosto de 2019

CARDENAL SARAH EN LAGRASSE


Publicamos unas hermosas fotografías de la reciente visita que su Eminencia el Cardenal Robert Sarah ha realizado a la Abadía de Lagrasse, Francia. En la paz de este lugar tan entrañable a nuestro amado cardenal, el Prefecto de la Congregación para el Culto Divino ha participado en las celebraciones de la festividad de la Asunción de la Virgen a la gloria del cielo, ha compartido con la comunidad monástica y local, ha dedicado numerosos ejemplares de su último libro y ha rezado ante los restos del hermano Vincent, bendiciendo la cruz de su sepultura.

Fuente: @Card_R_Sarah










jueves, 15 de agosto de 2019

ASSUMPTA EST MARIA IN CÆLUM: GAUDET EXERCITUS ANGELORUM


Extracto de la Constitución Apostólica Munificentissimus Deus del Papa Pío XII, tomado del Oficio de Lectura de la fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen.

***

L
os santos Padres y grandes doctores, en las homilías y disertaciones dirigidas al pueblo en la fiesta de la Asunción de la Madre de Dios, hablan de este hecho como de algo ya conocido y aceptado por los fieles y lo explican con toda precisión, procurando, sobre todo, hacerles comprender que lo que se conmemora en esta festividad es no sólo el hecho de que el cuerpo sin vida de la Virgen María no estuvo sujeto a la corrupción, sino también su triunfo sobre la muerte y su glorificación en el cielo, a imitación de su Hijo único Jesucristo.

Y, así, san Juan Damasceno, el más ilustre transmisor de esta tradición, comparando la asunción de la santa Madre de Dios con sus demás dotes y privilegios, afirma, con elocuencia vehemente:

«Convenía que aquella que en el parto había conservado intacta su virginidad conservara su cuerpo también después de la muerte libre de la corruptibilidad. Convenía que aquella que había llevado al Creador como un niño en su seno tuviera después su mansión en el cielo. Convenía que la esposa que el Padre había desposado habitara en el tálamo celestial. Convenía que aquella que había visto a su Hijo en la cruz y cuya alma había sido atravesada por la espada del dolor, del que se había visto libre en el momento del parto, lo contemplara sentado a la derecha del Padre. Convenía que la Madre de Dios poseyera lo mismo que su Hijo y que fuera venerada por toda criatura como Madre y esclava de Dios».

Según el punto de vista de san Germán de Constantinopla, el cuerpo de la Virgen María, la Madre de Dios, se mantuvo incorrupto y fue llevado al cielo, porque así lo pedía no sólo el hecho de su maternidad divina, sino también la peculiar santidad de su cuerpo virginal:

«Tú, según está escrito, te muestras con belleza; y tu cuerpo virginal es todo él santo, todo él casto, todo él morada de Dios, todo lo cual hace que esté exento de disolverse y convertirse en polvo, y que, sin perder su condición humana, sea transformado en cuerpo celestial e incorruptible, lleno de vida y sobremanera glorioso, incólume y partícipe de la vida perfecta».

Otro antiquísimo escritor afirma:

«La gloriosísima Madre de Cristo, nuestro Dios y salvador, dador de la vida y de la inmortalidad, por él es vivificada, con un cuerpo semejante al suyo en la incorruptibilidad, ya que él la hizo salir del sepulcro y la elevó hacia sí mismo, del modo que él solo conoce».

Todos estos argumentos y consideraciones de los santos Padres se apoyan, como en su último fundamento, en la sagrada Escritura; ella, en efecto, nos hace ver a la santa Madre de Dios unida estrechamente a su Hijo divino y solidaria siempre de su destino.

Y, sobre todo, hay que tener en cuenta que, ya desde el siglo segundo, los santos Padres presentan a la Virgen María como la nueva Eva asociada al nuevo Adán, íntimamente unida a él, aunque de modo subordinado, en la lucha contra el enemigo infernal, lucha que, como se anuncia en el protoevangelio, había de desembocar en una victoria absoluta sobre el pecado y la muerte, dos realidades inseparables en los escritos del Apóstol de los gentiles. Por lo cual, así como la gloriosa resurrección de Cristo fue la parte esencial y el último trofeo de esta victoria, así también la participación que tuvo la santísima Virgen en esta lucha de su Hijo había de concluir con la glorificación de su cuerpo virginal, ya que, como dice el mismo Apóstol: Cuando esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra escrita: La muerte ha sido absorbida en la victoria.

Por todo ello, la augusta Madre de Dios, unida a Jesucristo de modo arcano, desde toda la eternidad, por un mismo y único decreto de predestinación, inmaculada en su concepción, virgen integérrima en su divina maternidad, asociada generosamente a la obra del divino Redentor, que obtuvo un pleno triunfo sobre el pecado y sus consecuencias, alcanzó finalmente, como suprema coronación de todos sus privilegios, el ser preservada inmune de la corrupción del sepulcro y, a imitación de su Hijo, vencida la muerte, ser llevada en cuerpo y alma a la gloria celestial, para resplandecer allí como reina a la derecha de su Hijo, el rey inmortal de los siglos.

miércoles, 7 de agosto de 2019

PREPARADOS PARA EL COMBATE

 San Sixto, camino al martirio, se despide de San Lorenzo 

«los soldados de Cristo no son destruidos, sino coronados»

Hoy, fiesta de San Sixto II y compañeros mártires, la Liturgia de las horas nos presenta una conmovedora carta de San Cipriano a otro hermano suyo en el episcopado, dando noticias de la persecución desatada en Roma y muy próxima a desencadenarse también en las provincias africanas. El valor y la fortaleza que en ella se describe por parte de la primitiva comunidad cristiana, constituye un testimonio sobrecogedor para nuestros días, donde la tendencia a ceder y ceder ante las presiones de los enemigos de la Iglesia, rara vez se ve contrarrestada por el coraje de los «Ciprianos» y «Sixtos» de los primeros siglos.

* * *
«E
l motivo de que no os escribiera en seguida, hermano muy amado, es el hecho de que todos los clérigos, debido al estado de persecución en que nos hallamos, no podían en modo alguno salir de aquí, dispuestos como estaban, por el fervor de su ánimo, a la consecución de la gloria celestial y divina. Sabed que ya han vuelto los que había enviado a Roma con el fin de que se enteraran bien del contenido del rescripto que pesa sobre nosotros, ya que sólo teníamos acerca de él rumores y noticias inciertas.

La verdad es la siguiente: Valeriano ha enviado un rescripto al Senado, según el cual los obispos, presbíteros y diáconos deben ser ejecutados sin dilación; a los senadores y personas distinguidas, así como a los caballeros romanos, se les despojará de su dignidad y de sus bienes, y, si a pesar de ello, perseveran en su condición de cristianos, serán decapitados; a las matronas se les confiscarán sus bienes y se las desterrará; los cesarianos todos que hayan profesado antes o profesen actualmente la fe cristiana serán desposeídos de sus bienes y enviados, en calidad de prisioneros, a las posesiones del Estado, levantándose acta de ello.

El emperador Valeriano ha añadido también a su decreto una copia de la carta enviada a los gobernadores de las provincias, y que hace referencia a nosotros; estamos esperando que llegue de un día a otro esta carta, manteniéndonos firmes en la fe y dispuestos al martirio, en expectación de la corona de vida eterna que confiamos alcanzar con la bondad y la ayuda del Señor. Sabed que Sixto, y con él cuatro diáconos, fueron ejecutados en el cementerio el día seis de agosto. Los prefectos de Roma no cejan ni un día en esta persecución, y todos los que son presentados a su tribunal son ejecutados y sus bienes entregados al fisco.

Os pido que comuniquéis estas noticias a los demás colegas nuestros, para que en todas partes las comunidades cristianas puedan ser fortalecidas por su exhortación y preparadas para la lucha espiritual, a fin de que todos y cada uno de los nuestros piensen más en la inmortalidad que en la muerte y se ofrezcan al Señor con fe plena y fortaleza de ánimo, con más alegría que temor por el martirio que se avecina, sabiendo que los soldados de Dios y de Cristo no son destruidos, sino coronados» (De las cartas de san Cipriano, obispo y mártir; Carta 80: CSEL 3, 839-840).

jueves, 1 de agosto de 2019

SAN ALFONSO MARIA DE LIGORIO, MAESTRO DE ESPIRITUALIDAD

Relicario con el cuerpo de San Alfonso María de Ligorio.
Pagani, Italia. Foto: wikipedia.org


San Alfonso María de Ligorio es sin duda uno de los grandes maestros de espiritualidad en la historia de la Iglesia. Sabiduría, piedad y un delicado amor de Dios se trenzan armónicamente en sus obras ascéticas y espirituales, haciendo de ellas una fuente para adentrarse por caminos de amorosa familiaridad con Dios. De uno de sus opúsculos –Trato familiar con Dios– recojo un texto en el que se ve cómo este maestro del espíritu introduce prontamente a sus lectores en esa atmósfera de amistosa cercanía con Dios. Urge recuperar el lenguaje espiritual de los grandes maestros y doctores de la Iglesia, a menudo desplazado por un discurso vago y meloso, con resonancias religiosas o sociológicas, pero totalmente incapaz de conducir a las almas a una auténtica y real amistad con Jesucristo.

* * *

«E
n el mundo no hay amigo, ni hermano, ni padre, ni esposo ni enamorado que te ame más que el Señor. La gracia de Dios es un don tan grande que, de viles criaturas y humildes esclavos, nos eleva a la dignidad de amigos de nuestro mismo creador. Es un tesoro inagotable para los hombres –dice el sabio– y los que lo adquieren se granjean la amistad de Dios (Sab 7, 14). A fin de inspirarnos mayor confianza se anonadó a sí mismo, humillándose hasta hacerse hombre, para conversar familiarmente con nosotros. Para conseguirlo se hizo niño, y pobre, y llegó hasta morir en una cruz con el estigma de ajusticiado, y su amor lo llevó a permanecer con nosotros bajos las especies de pan para ser nuestro perpetuo compañero y unirse a nosotros con más estrechos lazos de amor en el Santísimo Sacramento del Altar.
El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él (Jn 6, 56). En una palabra: tanto se ha prendado de los hombres que, al parecer, sólo ellos son el objeto de su amor. Esto exige que nosotros le correspondamos con el mismo afecto, hasta poderle decir: Mi amado es mío y yo de mi amado (Cant 2, 16); ya que se ha entregado enteramente a mí, yo me entrego todo a él, y puesto que me ha escogido por amigo y familiar suyo, sólo en él he de poner yo todo mi amor. Mi amado –diré con la Esposa de los Cantares– es moreno claro, distinguido entre diez mil» (Cant 5, 10). (San Alfonso María de Ligorio, Obras maestras de espiritualidad, BAC 2011, p. 218).