martes, 31 de mayo de 2016

DONDE ESTÁ MARÍA ESTÁ CRISTO

Extracto de las palabras que Benedicto XVI pronunció hace 10 años (31-V-2006) en los jardines vaticanos, fiesta de la Visitación de Nuestra Señora.

“Hoy, en la fiesta de la Visitación, como en todas las páginas del Evangelio, vemos a María dócil a los planes divinos y en actitud de amor previsor a los hermanos. La humilde joven de Nazaret, aún sorprendida por lo que el ángel Gabriel le había anunciado -que será la madre del Mesías prometido-, se entera de que también su anciana prima Isabel espera un hijo en su vejez. Sin demora, se pone en camino, como dice el evangelista (cf. Lc 1,39), para llegar «con prontitud» a la casa de su prima y ponerse a su disposición en un momento de particular necesidad.
¡Cómo no notar que, en el encuentro entre la joven María y la ya anciana Isabel, el protagonista oculto es Jesús! María lo lleva en su seno como en un sagrario y lo ofrece como el mayor don a Zacarías, a su esposa Isabel y también al niño que está creciendo en el seno de ella. «Apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo -le dice la madre de Juan Bautista-, saltó de gozo el niño en mi seno» (Lc 1,44). Donde llega María, está presente Jesús. Quien abre su corazón a la Madre, encuentra y acoge al Hijo y se llena de su alegría. La verdadera devoción mariana nunca ofusca o menoscaba la fe y el amor a Jesucristo, nuestro Salvador, único mediador entre Dios y los hombres. Al contrario, consagrarse a la Virgen es un camino privilegiado, que han recorrido numerosos santos, para seguir más fielmente al Señor. Así pues, consagrémonos a ella con filial abandono”.

domingo, 29 de mayo de 2016

¡OH SAGRADO PELÍCANO!


Pie Pellicane, Iesu Domine,
Me immundum munda tuo sanguine;
Cuius una stilla salvum facere
Totum mundum quit ab omni scelere.

Señor Jesús, bondadoso Pelícano,
límpiame a mí, inmundo, con tu sangre;
de la que una sola gota puede liberar
de todos los crímenes al mundo entero.

Himno Adorote devote

viernes, 27 de mayo de 2016

BARBARIE LITÚRGICA POSCONCILIAR

En su magnífico libro Dios o Nada, el Cardenal Sarah recoge, a modo de ejemplo, un hecho que bien refleja la enrarecida atmósfera –auténtica barbarie– que acompañó la reforma litúrgica casi desde sus inicios. Ni siquiera espíritus tan selectos como el mismo obispo de Conakri, monseñor Tchidimbo, que experimentó en carne propia lo que es sufrir por Cristo y su Iglesia, pudo restarse a la furia iconoclasta del momento. Era predecible que una reforma litúrgica llevada a cabo en un ambiente surcado de tensiones, prisas y experimentaciones fuera de control, no alcanzara ni de lejos los frutos que muchos anhelaban.

“En la catedral de Conakri había un coro señorial muy trabajado, con una hermosa réplica del baldaquino de Bernini, rodeado de tres hermosos ángeles. Cuando se celebraron los primeros debates sobre la reforma litúrgica, monseñor Tchidimbo regresó a Conakri y ordenó la destrucción del baldaquino y del altar mayor. Nos pusimos furiosos, incapaces de entender una decisión tan precipitada. Con cierta violencia y sin ninguna preparación, pasamos de una liturgia a otra. Soy testigo de que la chapucera iniciación a la reforma litúrgica causó estragos entre la población, especialmente entre los más humildes, que no comprendían la rapidez de aquellos cambios ni su razón de ser.
  Sin duda, es lamentable que algunos sacerdotes se dejaran llevar por arrebatos ideológicos personales. Pretendían democratizar la litúrgica y el pueblo fue la primera víctima de sus maniobras. La liturgia no es algo político que se pueda hacer más igualitario en función de las reivindicaciones sociales. ¿Acaso un movimiento tan singular podía provocar en la vida de la Iglesia otra cosa que no fuera un gran desconcierto entre los fieles?”
(Cardenal Robert Sarah, Dios o nada, Ed. Palabra, Madrid 2015 p. 100)

martes, 24 de mayo de 2016

DEVOCIÓN A LA TRINIDAD, UNA GIMNASIA PARA EL ALMA

“Aprende a alabar al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Aprende a tener una especial devoción a la Santísima Trinidad: creo en Dios Padre, creo en Dios Hijo, creo en Dios Espíritu Santo; espero en Dios Padre, espero en Dios Hijo, espero en Dios Espíritu Santo; amo a Dios Padre, amo a Dios Hijo, amo a Dios Espíritu Santo. Creo, espero y amo a la Trinidad Beatísima.
  —Hace falta esta devoción como un ejercicio sobrenatural del alma, que se traduce en actos del corazón, aunque no siempre se vierta en palabras”. (San Josemaría Escrivá, Forja 296)

viernes, 13 de mayo de 2016

MARÍA, DESCANSO DE DIOS

“El que se sienta sobre los Querubines es sostenido ahora por los brazos de una mujer; Aquel al que todo el orbe no puede abarcar, María sola lo abraza; Aquel al que temen los Tronos y las Dominaciones, una joven lo protege; Aquel cuya morada es eterna, se sienta en las rodillas de una virgen; Aquel que tiene la tierra por escabel de sus pies, la pisa con pies de niño”. 
(De los sermones de San Efrén, diácono. Sermón 3 de diversis. Tomado del Oficio de Lectura para la fiesta de Nuestra Señora de Fátima). 

sábado, 7 de mayo de 2016

UN MISTERIO SUBLIME, RAZONABLE Y ÚTIL

Recojo a continuación el comentario de Santo Tomás de Aquino al artículo sexto del Símbolo de los Apóstoles: «Subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre». El Doctor Angélico nos muestra la sublimidad, conveniencia y utilidad de este admirable y postrer misterio de la vida de nuestro Señor en la tierra.


“Después de creer en la Resurrección de Cristo, hay que creer en su Ascensión, por la que subió al cielo a los cuarenta días. Por ello se dice: Ascendió a los cielos.
Acerca de lo cual hay que notar tres cosas: que esta ascensión fue sublime, razonable y útil.

A) Ciertamente fue sublime, porque subió a los cielos. Y esto se explica de tres formas.
Primero, subió por encima todos los cielos corpóreos. El Apóstol dice en Ef 4, 10: «Ascendió sobre todos los cielos». Lo cual comenzó primeramente en Cristo, pues antes el cuerpo terreno no estaba más que en la tierra, tanto que el mismo Adán no estuvo sino en el paraíso terrenal.
Segundo, subió sobre todos los cielos espirituales, a saber, sobre los seres espirituales: «Colocando a Jesús a su derecha en los cielos sobre todo principado, potestad, virtud y dominación y sobre cuanto tiene nombre no sólo en este mundo sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies» (Ef 1, 20).
Tercero, subió hasta el trono del Padre: «He aquí que venía sobre las nubes del cielo uno como Hijo del hombre y llegó hasta el Anciano de días» (Dan 7, 13); y Mc 16, 19 dice: «Y en verdad el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios».

Pero en Dios la diestra no se toma corporalmente, sino en sentido metafórico; en cuanto Dios, estar sentado a la derecha del Padre, significa ser de la misma categoría que Éste; en cuanto hombre, quiere decir tener la absoluta preeminencia. Esto lo pretendió también el diablo: «Subiré al cielo, levantaré mi solio sobre los astros de Dios; me sentaré en el monte de la alianza, en las extremidades del aquilón; subiré sobre la altura de las nubes, seré semejante al Altísimo» (Is 14, 13). Mas allí nadie llegó, a no ser Cristo; por eso se dice: «ascendió al cielo, está sentado a la derecha del Padre». «Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha» (Ps 109, 1)

B) La Ascensión de Cristo fue razonable, porque fue a los cielos. Y esto por tres motivos.
Primero, porque a Cristo se le debía el cielo por su misma naturaleza. Es natural que cada cosa vuelva al lugar de su origen, y el principio del origen de Cristo está en Dios, que está sobre todas las cosas: «Salí del Padre, y vine al mundo; ahora dejo el mundo y voy al Padre» (Jn 16, 28). «Nadie subió al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo» (Jn 3, 13). También los santos suben al cielo, pero no como Cristo, porque Cristo subió por su propio poder; los santos en cambio, arrastrados por Cristo: «Atráeme en pos de ti» (Cant 1, 3); incluso puede decirse que nadie sube al cielo sino Cristo sólo, porque los santos no ascienden sino en cuanto son miembros de Cristo, que es Cabeza de la Iglesia: «Dondequiera esté el cuerpo, allí se congregarán las águilas» (Mt 24, 28).
Segundo, se le debía a Cristo el cielo por su victoria. Pues Cristo fue enviado al mundo para luchar contra el diablo y lo venció; y por eso mereció ser exaltado sobre todas las cosas: «Yo vencí y me senté con mi Padre en su trono» (Ap 3, 21).
Tercero, le correspondía por su humillación. Ninguna humildad es tan grande como la de Cristo, quien siendo Dios quiso hacerse hombre, y siendo Señor quiso tomar la forma de siervo, haciéndose obediente hasta la muerte, como se dice en Flp 2, y descendió hasta el infierno. Por eso mereció ser exaltado hasta al cielo, a la sede de Dios. Pues la humildad es la vía para la exaltación: «El que se humilla será exaltado» (Lc 14, 11); «el que descendió, es el mismo que ascendió sobre todos los cielos» (Ef 4, 10).

C) En tercer lugar, la ascensión de Cristo fue útil; y esto en tres aspectos.
Primero, como guía: pues ascendió para guiarnos. Nosotros no sabíamos el camino, pero Él nos lo mostró: «Subirá delante de ellos el que les abrirá el camino» (Miq 2, 13). Y para darnos la certeza de la posesión del reino celeste: «Voy a prepararos un lugar» (Jn 14,2).
Segundo, para asegurarnos esta posesión, puesto que subió para interceder por nosotros: «Accediendo por sí mismo hasta Dios, siempre vivo para interceder por nosotros» (Heb 7, 25); «tenemos un abogado ante el Padre, Jesucristo» (1 Jn 2,1).
Tercero, para atraer hacia sí nuestros corazones: «Donde está tu tesoro, allí está también tu corazón» (Mt 6, 21); para que despreciemos las cosas temporales: «Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; estimad los bienes de arriba, no los de la tierra» (Col 3, 1-2)”.

jueves, 5 de mayo de 2016

DISCERNIMIENTO EXPRESS SIN CONOCIMIENTO NI ACOMPAÑAMIENTO

Leo en El Mercurio de Santiago de Chile (Ed. del 18 de abril de 2016 p. C 11) el siguiente testimonio:

“Celebro la decisión del papa Francisco respecto a que los divorciados pueden volver a participar de la comunión. Nunca dejé de comulgar, justamente por los mismos argumentos que hoy se plantean desde el Vaticano. Como dijo el Pontífice, la vida no es perfecta. Errores humanos no nos hacen menos cristianos que otros. Setecientos 70 mil divorciados y más de 3 millones de separados chilenos le agradecen al papa Francisco traer un poco de cordura y sensatez a este mundo cada vez menos tolerante”.
Por desgracia este tipo de discernimiento era del todo previsible.
Fuente: