sábado, 24 de diciembre de 2022

BELÉN, MISTERIO DE PARADOJAS SANTAS

El Nacimiento del Señor en Belén de Judá nos manifiesta el amor inmenso de Dios por los hombres. Un amor a veces paradojal, que siempre nos sorprende, que invita y mueve a la contemplación silenciosa, como tantos autores cristianos lo han hecho notar. Junto a una breve selección de textos, vayan también nuestros mejores deseos de una santa y feliz Navidad.

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«Jesús yace en el pesebre, pero lleva las riendas del gobierno del mundo; toma el pecho, y alimenta a los ángeles; está envuelto en pañales, y nos viste a nosotros de inmortalidad; está amamantando, y lo adoran; no halló lugar en la posada, y Él fabrica templos suyos en los corazones de los creyentes. Para que se hiciera fuerte la debilidad, se hizo débil la fortaleza… Así encendemos nuestra caridad para que lleguemos a su eternidad» (San Agustín, Sermón 190).

«Es preciso mirar al Niño, Amor nuestro, en la cuna. Hemos de mirarlo sabiendo que estamos delante de un misterio. Necesitamos aceptar el misterio por la fe y, también por la fe, ahondar en su contenido. Para esto, nos hacen falta las disposiciones humildes del alma cristiana: no querer reducir la grandeza de Dios a nuestros pobres conceptos, a nuestras explicaciones humanas, sino comprender que ese misterio, en su oscuridad, es una luz que guía la vida de los hombres» (San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa).

«Un establo era el último lugar del mundo en que podía ser esperado. La Divinidad se halla donde menos se espera encontrarla. Ninguna mente humana podría haber sospechado jamás que Aquel que pudo hacer que el sol calentara la tierra, hubiera de necesitar un día a un buey y a un asno para que le calentasen con su aliento... Nadie habría sospechado que al venir Dios a esta tierra se hallara hasta tal punto desvalido» (Venerable Fulton J. Sheen, Vida de Cristo).

«Pues ¿cómo el hombre no sale de sí considerando estos dos extremos tan distantes: Dios en un establo, Dios en un pesebre, Dios llorando y temblando de frío y envuelto en pañales? ¡Oh Rey de gloria! ¡Oh espejo de inocencia! ¿Qué a ti con estos cuidados? ¿Qué a ti con lágrimas? ¿Qué a ti con el frío y desnudez y con el tributo y castigo de nuestros pecados? ¡Oh caridad! ¡Oh piedad! ¡Oh misericordia incomprehensible de nuestro Dios! ¿Qué haré, Dios mío? ¿Qué gracias te daré? ¿Con qué responderé a tantas misericordias? ¿Con qué humildad responderé a esta humildad? ¿Con qué amor a este amor? ¿Y con qué agradecimiento a este tan grande beneficio»? (Fray Luis de Granada, Vida de Jesucristo).

 


 

 

martes, 20 de diciembre de 2022

CONVENÍA QUE EL HIJO SE ENCARNARA

Recojo una página selecta y profunda de Tomás de Aquino sobre la conveniencia de que fuera precisamente la persona del Verbo la que se encarnara en orden a nuestra redención.

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Si fue más conveniente que se encarnase el Hijo en lugar
del Padre o del Espíritu Santo

Respuesta: Fue lo más conveniente que se encarnase la persona del Hijo.

En primer lugar, por parte de la unión, pues las cosas que son semejantes se unen apropiadamente. Y la persona del Hijo, que es el Verbo de Dios, guarda una semejanza común, por un lado, con todo lo creado. El verbo del artista, es decir, su idea, es la semejanza ejemplar de sus obras. Por eso, el Verbo de Dios, que es su idea eterna, es la idea ejemplar de toda criatura. Por eso, así como por la participación en ese arquetipo se constituyen las criaturas en sus propias especies, aunque de manera variable, así también fue conveniente que, por la unión personal, no participativa, del Verbo con la criatura, ésta fuera restituida en orden a una perfección eterna e inmutable, pues también el artista restaura sus obras, en caso de que se deterioren, de acuerdo con la idea que le inspiró esas mismas obras. Por otro lado, el Verbo tiene una conformidad especial con la naturaleza humana, porque Él es la idea de la sabiduría eterna, de la que procede toda la sabiduría humana. Y ésta es la causa de que el progreso del hombre en la sabiduría, que es su perfección específica en cuanto ser racional, se produzca por participar del Verbo de Dios, al modo en que el discípulo se instruye por la recepción de la palabra del maestro. Por eso se dice en Eclo 1, 5: La fuente de la sabiduría es el Verbo de Dios en los cielos. Luego, con miras a la total perfección del hombre, fue conveniente que el propio Verbo de Dios se uniese personalmente a la naturaleza humana.

En segundo lugar, puede descubrirse un argumento de esta conveniencia en el fin de la unión, que es el cumplimiento de la predestinación, es a saber: de aquellos que han sido destinados de antemano a la herencia celestial, que solo es debida a los hijos, de acuerdo con Rom 8,17: Hijos y herederos. Y por eso fue conveniente que los hombres participasen de la filiación divina adoptiva por medio del que es Hijo natural, como dice el mismo Apóstol en Rom 8, 29: A los que de antemano conoció, también los predestinó a hacerse conformes con la imagen de su Hijo.

Finalmente, otro motivo de esta conveniencia puede tomarse del pecado del primer hombre, al que se suministra remedio por medio de la encarnación. Pues el primer hombre pecó codiciando la ciencia, como es manifiesto por las palabras de la serpiente, que prometía al hombre la ciencia del bien y del mal (Gen 3, 5). Por eso resultó conveniente que el hombre, que se había apartado de Dios mediante un apetito desordenado de saber, fuese reconducido a Él por el Verbo de la verdadera sabiduría. (S. Th., III, q. 3. a. 8 c)


Artículo completo en:
https://hjg.com.ar/sumat/d/c3.html#a8