miércoles, 28 de agosto de 2013

SAN AGUSTÍN, AMIGO Y COMPAÑERO DE BENEDICTO

"Como sabéis, yo también estoy unido de modo especial a algunas figuras de santos: entre estas, además de san José y san Benito, de quienes llevo el nombre, y de otros, está san Agustín, a quien tuve el gran don de conocer de cerca, por decirlo así, a través del estudio y la oración, y que se ha convertido en un buen «compañero de viaje» en mi vida y en mi ministerio. Quiero subrayar una vez más un aspecto importante de su experiencia humana y cristiana, actual también en nuestra época, en la que parece que el relativismo es, paradójicamente, la «verdad» que debe guiar el pensamiento, las decisiones y los comportamientos.

San Agustín fue un hombre que nunca vivió con superficialidad; la sed, la búsqueda inquieta y constante de la Verdad es una de las características de fondo de su existencia; pero no la de las «pseudo-verdades» incapaces de dar paz duradera al corazón, sino de aquella Verdad que da sentido a la existencia y es la «morada» en la que el corazón encuentra serenidad y alegría. Su camino, como sabemos, no fue fácil: creyó encontrar la Verdad en el prestigio, en la carrera, en la posesión de las cosas, en las voces que le prometían la felicidad inmediata; cometió errores, sufrió tristezas, afrontó fracasos, pero nunca se detuvo, nunca se contentó con lo que le daba sólo un hilo de luz; supo mirar en lo íntimo de sí mismo y, como escribe en las Confesiones, se dio cuenta de que esa Verdad, ese Dios que buscaba con sus fuerzas, era más íntimo a él que él mismo, había estado siempre a su lado, nunca lo había abandonado y estaba a la espera de poder entrar de forma definitiva en su vida (cf. III, 6, 11; X, 27, 38). Como dije comentando la reciente película sobre su vida, san Agustín comprendió, en su inquieta búsqueda, que no era él quien había encontrado la Verdad, sino que la Verdad misma, que es Dios, lo persiguió y lo encontró (cf. L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, 4 de septiembre de 2009, p. 3). Romano Guardini, comentando un pasaje del capítulo III de las Confesiones, afirma: san Agustín comprendió que Dios es «gloria que nos pone de rodillas, bebida que apaga la sed, tesoro que hace felices, [...él tuvo] la tranquilizadora certeza de quien por fin comprendió, pero también la bienaventuranza del amor que sabe: esto es todo y me basta» (Pensatori religiosi, Brescia 2001, p. 177).

También en las Confesiones, en el libro IX, nuestro santo refiere una conversación con su madre, santa Mónica —cuya memoria se celebra el próximo viernes, pasado mañana—. Es una escena muy hermosa: él y su madre están en Ostia, en un albergue, y desde la ventana ven el cielo y el mar, y trascienden cielo y mar, y por un momento tocan el corazón de Dios en el silencio de las criaturas. Y aquí aparece una idea fundamental en el camino hacia la Verdad: las criaturas deben callar para que reine el silencio en el que Dios puede hablar. Esto es verdad siempre, también en nuestro tiempo: a veces se tiene una especie de miedo al silencio, al recogimiento, a pensar en los propios actos, en el sentido profundo de la propia vida; a menudo se prefiere vivir sólo el momento fugaz, esperando ilusoriamente que traiga felicidad duradera; se prefiere vivir, porque parece más fácil, con superficialidad, sin pensar; se tiene miedo de buscar la Verdad, o quizás se tiene miedo de que la Verdad nos encuentre, nos aferre y nos cambie la vida, como le sucedió a san Agustín". (BENEDICTO XVI, Audiencia General, Palacio Apostólico de Castelgandolfo, Miércoles 25 de agosto de 2010)

lunes, 26 de agosto de 2013

“DESVIRILIZACIÓN” Y LITURGIA. UNA AGUDA REFLEXIÓN ANTROPOLÓGICA SOBRE LA REFORMA DE LA MISA

En el pasado mes de junio la página RORATE CÆLI nos obsequió con un interesante y agudo artículo del padre Richard G. Cipolla sobre la desvirilización de la liturgia operada en el Novus Ordo Missæ. El término “desvirilización”, tal como lo aclara el autor en el cuerpo del artículo, no encierra nada peyorativo; es un neologismo que, a falta de otro mejor, el autor considera como el más apropiado para expresar los elementos –asociados al concepto latino de vir- que se han difuminado notablemente en la nueva Misa. No todo lo que dice el padre Cipolla podrá ser del gusto del lector. Pero en materias litúrgicas el “genio inglés” -en este caso norteamericano- siempre merece atención. Nuestro reconocimiento y gratitud a todo el equipo de Rorate Cæli por su trabajo en bien de la liturgia católica y por autorizar a este blog la publicación de la traducción completa del artículo en cuestión. Este búho agradece igualmente al abogado Gustavo Delgado B. la esmerada traducción que ha realizado del original inglés y que ahora presentamos.


La desvirilización de la Liturgia en la Misa Novus Ordo
Fr. Richard G. Cipolla, Ph.D., D. Phil. (Oxon.)

Es bien conocida la correspondencia entre el Cardenal Heenan de Westminster y Evelyn Waugh, antes de la promulgación de la Misa Novus Ordo, en la que Waugh lanza un crie de coeur (grito del corazón) sobre la liturgia post-conciliar, encontrando un empático aunque ineficaz oído en el Cardenal. [ 1] Lo que no es tan conocido es el comentario del Cardenal Heenan al Sínodo de los Obispos en Roma, luego de que la Misa experimental –la Missa Normativa- fuera presentada por primera vez, en 1967, a un selecto número de obispos. Este ensayo está inspirado por las siguientes palabras del Cardenal Heenan dirigidas a los obispos allí reunidos:
“En casa, no son sólo las mujeres y los niños, sino también los padres de familia y hombres jóvenes los que acuden regularmente a misa. Si fuéramos a ofrecerles el tipo de ceremonia que vimos ayer, pronto quedaríamos reducidos a una feligresía de mujeres y niños.” [2]
Aquello a lo que el Cardenal se refería yace en el corazón mismo de la forma Novus Ordo de la Misa Romana, y de los consiguientes y profundos problemas que han afectado a la Iglesia desde su imposición en 1970. [3] Uno podría tener la tentación de querer cristalizar lo que el Cardenal Heenan experimentó al hablar de la “feminización” de la liturgia. Sin embargo, este término podría resultar inadecuado y, en última instancia, inducir a error. Porque existe un aspecto realmente mariano de la liturgia, que es indudablemente femenino. La liturgia porta la Palabra de Dios, la liturgia da a luz al Cuerpo de la Palabra para ser adorado y dado como Alimento. Una mejor terminología podría ser que en el rito del Novus Ordo de la Misa la liturgia ha sido “afeminada”. Hay un famoso pasaje en el De bello Gallico, de César, donde él explica por qué los de la tribu Belgae eran tan buenos soldados. Y lo atribuye a su falta de contacto con los centros de cultura, como las ciudades. César creía que tal contacto contribuye ad effeminandos animos, a la feminización de sus espíritus. [4] Sin embargo, cuando se habla de la feminización de la liturgia se corre el riesgo de ser mal entendido, como si se pretendiera devaluar lo que significa ser mujer o la feminidad misma. Sin adoptar esta visión más bien machista de César acerca de los efectos de la cultura en los soldados, ciertamente se puede hablar de una desvirilización del soldado, cuando éste mina su fuerza y ​​determinación para cumplir lo que un soldado tiene el deber de hacer. Aquí no se trata de un desprecio de lo femenino; más bien se describe el debilitamiento de lo que significa ser hombre.
Desvirilización, pues, es el término que quiero emplear para describir lo que el Cardenal Heenan vio ese día de 1967, durante la primera celebración de la Misa experimental. [5] En la forma del Novus Ordo –que Benedicto XVI, en el Motu Proprio Summorum Pontificum, ha llamado comprensiblemente aunque de modo difuso, la Forma Ordinaria del rito Romano- la liturgia ha sido desvirilizada. Ahora bien, hay que recordar el significado de la palabra vir en latín. Tanto vir como homo significan "hombre", pero sólo vir tiene la connotación de hombre-héroe, y es la palabra que se utiliza a menudo para "marido". La Eneida comienza con las famosas palabras: arma virumque cano. ("Yo canto a las armas y al hombre-héroe.") Lo que el Cardenal Heenan, profética y correctamente vio en 1967, fue la virtual eliminación de la naturaleza viril de la Liturgia; la sustitución de la objetividad masculina, necesaria para el culto público de la Iglesia, por la  suavidad, el sentimentalismo y una personalización centrada en el papel materno del sacerdote.

El pueblo, en el interior de la Liturgia, [6] se sitúa en una relación mariana con ella misma: atención, receptividad, meditación, espera de ser saciado. Dentro de la Liturgia, es el sacerdote como padre quien pronuncia, anuncia y confecciona la Palabra para que la Palabra pueda convertirse en Alimento para los que permanecen dentro de esa suprema actualización de la Ecclesia, que es la Liturgia. [7] Es el sacerdote quien ofrece Cristo al Padre, y es este acto el que contiene el rol distintivo de lo que significa ser sacerdote. Así, el papel del sacerdote como padre hace su rol propio no sólo en su función, sino que en la misma ontología de la sexualidad. [8] El sacerdote se presenta en el altar in persona Christi, in persona Verbi facti hominem, y esto no sólo como homo, palabra que en un sentido trasciende el sexo, sino in persona Christi viri: en el sentido de que homo factus est ut fiat vir, ut sit vir qui destruat mortem, ut sit vir qui Calcet portas inferi: Dios se hizo hombre para poder ser ese hombre-héroe que destruya la muerte y aplaste con su propio pie las puertas del infierno.
La desvirilización de la liturgia y la desvirilización del sacerdote, para todos los efectos prácticos, no se pueden separar. En lo que sigue, me gustaría, aunque esquemáticamente y de manera incompleta, hablar, en primer lugar, en términos más específicos sobre la desvirilización de la liturgia misma en la forma Novus Ordo del rito Romano. En segundo lugar me referiré a la necesaria desvirilización (que se sigue del rito desvirilizado) del sacerdote, utilizando, al efecto, ejemplos concretos.
La descripción de la liturgia Romana usando adjetivos como "austera", "concisa", "noble" y "simple", es un lugar común entre tantos que han escrito sobre liturgia en el marco del movimiento litúrgico moderno del siglo XX. Sin embargo, muchos de estos escritores han idealizado la austeridad del rito Romano o bien la han utilizado para promover su propia agenda consistente en despojar al rito del crecimiento orgánico alcanzado a través de los siglos, etiquetando dicho crecimiento orgánico con términos peyorativos tales como "adiciones Galicanas" o "repeticiones inútiles". Antes que designar el rito romano como austero, un adjetivo que podría decirse tiene connotaciones puritanas, es mejor hablar de la masculinidad o virilidad del rito Romano tradicional. Hacerlo exige necesariamente una definición de la masculinidad en este contexto. Esto es algo difícil, y requiere un estudio más profundo. Con todo, voy a mostrar varias características del rito Romano tradicional que ayudan a explicar lo que quiero decir acerca de la inherente masculinidad y  virilidad en el contexto de ese rito. [9]
En primer lugar, la masculinidad se opone al sentimentalismo -no al sentimiento, sino al sentimentalismo-. Hay una ausencia de cualquier rastro de sentimentalismo en el rito tradicional, también llamado Forma Extraordinaria. Esto se ve en sus colectas y oraciones, que sin sacrificar la belleza del lenguaje, son concisas y van al grano; también se aprecia en sus rúbricas, que impiden que la personalidad del sacerdote introduzca sus propias emociones y preferencias en el rito mismo. Si tomamos nota de la intuición del Cardenal Newman de que el sentimentalismo es el ácido de la religión, es decir, lo que destruye la religión verdadera, entonces las rúbricas del rito tradicional son la pequeña píldora púrpura que previene el reflujo de sentimentalismo en la liturgia. [10]
En segundo lugar, con la Misa Romana tradicional hay una aceptación plena del silencio como corazón de los medios para comunicarnos con Dios. La participación activa es entendida como contemplación, como oración. Las palabras del rito no son nunca el punto. Ellas son fijas. Siempre apuntan más allá de sí mismas. Es común decir que dos verdaderos amigos son aquellos que pueden permanecer en silencio absoluto uno frente al otro, y reconocer lo que un corazón le habla al otro corazón en este silencio. Este es el silencio de Moisés ante la zarza ardiente, el silencio de los Padres del Desierto, el silencio de San Benito en la cueva, el Sacro Speco.
En tercer lugar, está el hecho de la masculinidad de la lengua latina. Esta lengua, a diferencia de la femineidad de las lenguas Romances, que son su descendencia, es masculina en su laconismo, su concisión, su formalidad, su dificultad, su falta de flexibilidad. Incluso en manos de un poeta como Ovidio, quien sin duda entendió y tan bellamente puso en práctica el lado femenino de la poesía Romana, incluso allí la masculinidad de la lengua se mantiene firme en contra de cualquier intento de hacer que sea lo que no es.
En cuarto lugar, el rito romano tradicional exige, no sólo en sus rúbricas, sino que en su misma esencia, una sumisión a su forma. Demanda una supresión de la auto-realización. Es algo en lo que se elige entrar, una sola vez. Y esa elección implica siempre algo así como un heroico despojarse de uno mismo por la meta mayor, el telos.
En quinto lugar, muy vinculado con el aspecto anterior, la liturgia es algo dado, nunca hecho. Está ahí para entrar en ella. Este aspecto se ve más claramente en los ritos Orientales, donde el racionalismo y el sentimentalismo nunca han erosionado este sentido de “ser-dada-por-Dios” de la liturgia -por lo que se conoce en el Oriente como "la Divina Liturgia"-. Este ser-dada no implica que sea un fósil ni niega su desarrollo orgánico. Más bien, este ser-dada es como una gran casa que ha sido construida por inspiración del Espíritu a través de los siglos, y que está ahí para entrar en ella. El genio y la verdad de la obra El Espíritu de la Liturgia de Romano Guardini, que ha inspirado tan profundamente al actual Papa, Benedicto XVI, en su propia comprensión de la liturgia, asume este absoluto ser-dado de la liturgia, pues no se puede "tocar en la casa del Señor", a menos que la casa ya esté allí para tocar música en ella. El sacerdote acepta la prohibición de imponer sus propios gustos y aversiones en la liturgia. Él está dispuesto a que se le recuerde hacer lo que se debe hacer. Él acepta la imparcialidad que la liturgia impone, sin la cual uno no puede entrar en la Liturgia cósmica que trasciende el tiempo y el espacio. [11]
En sexto lugar, la liturgia es viril en su comprensión y uso de gestos ambiguos como el beso. El beso ciertamente encuentra un lugar seguro en el reino de lo erótico. No obstante, el beso como señal de respeto y amor por los objetos que se utilizan en la liturgia y por quienes participan en la liturgia, como el beso de la paz, purifica este símbolo erótico y lo eleva al nivel más alto y más objetivo de adoración de la presencia de Dios en la liturgia. Siempre me asombran y aturden los que celebran la Misa Romana tradicional sin los besos habituales, en base a considerarlos en cierto modo "excesivos" y propensos a ser mal interpretados. Nunca son excesivos, como enseñó Jesús a Judas cuando la mujer ungió sus pies con nardo precioso. Estos besos son propensos a ser mal interpretados sólo si la Liturgia es despojada de su virilidad innata.
Por último, la liturgia es viril en su aceptación de la soledad esencial del sacerdote dentro de la comunidad, su querido rebaño, que él ama y por el que moriría si estuviese llamado a hacerlo. El sacerdote vir se encuentra solo en el altar para ofrecer el Sacrificio por su pueblo. Permanece en la línea de Melquisedec, de Moisés, de San Pablo, de San Agustín y de todos los santos que no temieron estar a solas con Dios por y con la comunidad, especialmente aquellos que no temieron experimentar la soledad del martirio.
Por la reflexión anterior sobre la masculinidad y la virilidad de la liturgia, resulta obvio que la desvirilización de la liturgia exige y revierte en la desvirilización del sacerdote. Quiero examinar ahora dos contextos de la desvirilización del sacerdote: uno directamente consecuencia del Novus Ordo tal como es ampliamente celebrado; el otro, una consecuencia de la olvidada esencial masculinidad-virilidad del sacerdote.
No puede haber una fuerza más poderosa para la desvirilización del sacerdote que la moderna costumbre de decir la misa de cara al pueblo. Al margen de su carácter no tradicional; al margen de su fundamentación en deficientes y sentimentales apelaciones a la antigüedad (arqueologismo contra el cual advirtió Pío XII en Mediator Dei); aparte de su imposición por una terrible falta de comprensión acerca de la esencia de la Misa que ha hecho que el aspecto secundario de  "cena" casi elimine el aspecto primario de Sacrificio: esta costumbre de decir Misa de cara al pueblo como una novedad sin el apoyo de la Tradición, ha sido una de las principales causas de la desvirilización del sacerdocio. [12]
En una de mis muchas estancias en Italia me di cuenta de que muchos de los coches de bebé estaban construidos de tal manera que el bebé se sentara de frente a su madre, mientras ella empujara el coche. Esto me pareció extraño, ya que en Estados Unidos el bebé mira en la misma dirección que la madre que está empujando el coche. Cuando le pregunté a una amiga sobre esto, ella me dijo que muchas madres italianas quieren mantener permanente contacto visual con el bebé, desean poder sonreír al niño, y hablarle en su propio lenguaje para así asegurarse de mantener el vínculo entre madre e hijo. La clásica relación madre-hijo se acentúa casi de una manera perversa por la necesidad que siente la madre de enfrentar constantemente cara a cara a su hijo, no sea que el contacto con el mundo exterior, con "el otro", dañe la relación.
Sin pretender que la analogía anterior sea exacta o completa, afirmaría que la radical innovación - nunca impuesta por el Concilio ni por ningún otro libro litúrgico-  de celebrar Misa con el sacerdote de cara al pueblo, ha transformado el papel del sacerdote en la Misa, de  padre que guía a su pueblo para ofrecer el Sacrificio al Padre, en el de madre necesitada de contacto visual, de parloteo litúrgico con el pueblo y a veces de un comportamiento deliberadamente bobo, como si el pueblo fueran párvulos, reduciendo así su rol de sacerdote al de la madre de un infante. Esta reducción de los feligreses a párvulos, forzados a mirar a la madre-sacerdote, les impide ir más allá de él y ver al Dios que está siendo adorado en la presencia del sacrificio cósmico de Cristo.
Para usar otra analogía secular: la Misa de cara al pueblo se reduce a una asamblea de escuela secundaria, donde todo el mundo tiene un papel que desempeñar bajo la dirección del sacerdote como Madre Rectora, que se asegura de que todas las cosas salgan bien. Esto es descrito por algunos liturgistas como la dimensión "horizontal" de la liturgia, en oposición a la dimensión "vertical" que proporciona el sentido de trascendencia. Esto es, en última instancia, discurso vacío, porque supone que la liturgia está bajo el control del sacerdote y los ministros y que una de sus funciones es la de asegurarse de que ambas dimensiones estén presentes, y se mantengan, de alguna manera, en equilibrio.
Está claro que todo este enfoque niega profundamente el "ser-dado" de la liturgia y su foco en la adoración a Dios en alabanza y sacrificio. Las rúbricas del Novus Ordo fomentan esta comprensión radicalmente no tradicional de la liturgia, con el constante debilitamiento de las instrucciones de sus rúbricas con expresiones como "o en otras palabras", "o de alguna otra manera" y "o según la costumbre local". Lejos de la romántica visión retrospectiva de la frase de San Justino Mártir con relación al celebrante de la Misa -que ofrece la acción de gracias "según su capacidad"- [13], tomada como norma; al margen de la cuestionable idea de imaginar que el sacerdote es capaz de sacar de la Tradición o de su propio sentido de la liturgia aquello necesario para completar o llenar lo que las rúbricas ordenan se diga y haga: esta comprensión de la liturgia como "asamblea de escuela secundaria" hace imposible el culto católico como se ha entendido en la Tradición. Porque la Tradición entendió el radical significado de la liturgia como comprendiendo el culto público como un deber, officium, un deber sin duda basado en el amor, pero deber al fin y al cabo. Es este sentido tradicional de la adoración como officium el que es consagrado y hecho visible y oído y experimentado en el rito Romano tradicional.
El sacerdote es como Abrahán, el padre de Isaac y de los judíos, y nuestro padre en la fe. El mayor acto de fe y de culto de Abrahán como padre es cuando lleva a su hijo Isaac a la montaña para sacrificarlo, obedeciendo a Dios. Caminan de frente a la cima de la montaña. Hay silencio, excepto por el breve diálogo entre padre e hijo: "Y se dirigió Isaac a Abrahán, su padre, diciendo: “Padre mío”;  el cual respondió: “Heme aquí, hijo mío”. Y dijo (Isaac): “He aquí el fuego y la leña, mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?” Contestó Abrahán: “Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío.” Y siguieron caminando los dos juntos." (Gn. 22, 7-8,).
Es aquí, entre Abrahán e Isaac, que vemos el componente verdaderamente horizontal del culto, breve y al grano. El diálogo vertical y primario es entre Abraham y Dios, un diálogo que se produce en el silencio de una impresionante obediencia y fe.
Este papel de vir de fe es radicalmente diferente al del sacerdote que cree que su trabajo no es llevar al pueblo al altar del Sacrificio, sino dialogar con él y hacerle "entender qué está pasando". Así, la Plegaria Eucarística, con su breve diálogo entre el sacerdote y el pueblo, se convierte en otra extensión del parloteo del sacerdote. Aquí no existe un caminar juntos por la montaña; no hay un volverse juntos hacia el Señor; hay en cambio un terrible y embrutecedor éxtasis de la madre condescendiente y agobiante tratando de conectar con su hijo, destruyendo, en el camino, la libertad del niño para subir al monte de Dios. [14]
Antes de abordar la importante cuestión de la continuidad del rito del Novus Ordo con el rito Romano tradicional desde el punto de vista de la desvirilización de la liturgia, quisiera comentar dos resultados prácticos de la desvirilización de la liturgia y del sacerdote. El primero es el siguiente: la música que el Novus Ordo ha producido para la Misa y demás canciones para cantar en la liturgia, es, en el mejor de los casos, funcional, y, en el peor, basura sentimental que hace que los viejos himnos evangélicos protestantes suenen como corales de Bach. Cuando la Misa se reduce a una asamblea auto-referencial, entonces la música se vuelve, en el mejor de los casos, meramente funcional, y en el peor, algo para despertar los sentimientos del pueblo. Este funcionalismo es una señal de la escalofriante, anticuada y anti-litúrgica postura del establishment litúrgico que aún controla gran parte de la vida litúrgica de la Iglesia en los dicasterios romanos, en los seminarios, en las diócesis, y, por lo tanto, en las parroquias. [15]
El funcionalismo no puede producir grandes obras de arte, ni en la música o la pintura, ni en la escultura o la arquitectura. Además destruye el culto, al menos como se ha entendido tradicionalmente, no como algo irracional, pero sí ciertamente como algo no reductible a razón. [16] En la visión funcionalista, las lecturas en la Misa del Novus Ordo se vuelven momentos didácticos, como si se estuviera en una sala de clases, en lugar de actos de culto como se ha entendido tradicionalmente. Una vez más, el sacerdote actúa como maestra de escuela, explicando constantemente lo que sus estudiantes están viendo y escuchando. Nos hemos olvidado de que las lecturas de la Misa (la Liturgia de la Palabra) llevan la Palabra dentro de la Liturgia; no son meras lecciones para escuchar y asimilar. Las lecturas vienen de dentro de la Liturgia y no de una clase de catecismo presidida por una "institutriz". La liturgia no es didáctica: ella forma e in-forma. Reclama atención a lo que está más allá de las palabras que están siendo cantadas o dichas. La Escritura dentro de la Misa es un eco de la Palabra y un venerable "recordatorio a Dios" acerca de lo que Él ha dicho y hecho por nosotros en la persona de Jesucristo. Desde el punto de vista funcionalista, el canto tradicional de la Iglesia debe ser dejado absolutamente de lado, ya que va más allá de la mera función en su forma distinta y dada, cuyo propósito es la elevación del espíritu humano a Dios. [17]
De la música banal y sentimental del Novus Ordo, que es fruto enfermizo del funcionalismo que subyace en el rito, pasamos a algo que puede parecer trivial en comparación, pero que también es parte de la evidencia de la desvirilización del sacerdote: el vestido del sacerdote fuera de la Misa. El vestido del sacerdote cuando no está realizando una función litúrgica se ha vuelto, en cierto sentido, y para pedir prestado un adjetivo secular recientemente en boga, metrosexual. Esto significa que su masculinidad se ha desdibujado en su apariencia exterior. El abandono de la sotana como vestido normal del sacerdote fuera de la liturgia es parte de la desvirilización del sacerdote. El decaimiento de la vestimenta distintiva que es la sotana, y su reemplazo por un traje de oficina negro usado con un cuello clerical, o, cada vez más frecuentemente, con una camisa con alzacuello blanco que se puede quitar y meter en el bolsillo, es parte de la pérdida de la “liminalidad” del sacerdote. Él ya no es el que se sitúa en el umbral, el limen de la tierra y del cielo, al ofrecer Misa. El vestido religioso  inspirado en el vestido seglar lo domestica al punto de convertirlo en un simple clergyman (N. del T.: eclesiástico), donde man significa ahora "persona" y no "hombre".
Las décadas de los cincuenta y sesenta fueron testigo de un enfoque más radical sobre la vestimenta del sacerdote, de parte de aquellos que eran vistos y se tenían a sí mismos por la vanguardia de la reforma, especialmente en Europa. Ellos usaban chaqueta y corbata o turtlenecks (N. del T.: beatles o sweaters de cuello alto) negros, mezclándose más todavía con el vestido secular de quienes los rodeaban. Muchos sacerdotes europeos todavía se visten de esta manera, ya sea continuando su romance con el secularismo, o como un intento de encajar con su rebaño. El hecho es que la sotana, en cuanto vestido tradicional del sacerdote, al menos entre su pueblo, les recuerda que no es sólo un "clergyman", sino un sacerdote; no sólo "un líder religioso", sino el que ofrece el Sacrificio por ellos, cuya vida se centra en este ofrecimiento del Sacrificio, y que nunca puede ser totalmente secularizado. La sotana es una afirmación de la masculinidad y la virilidad del sacerdote. Esto está en contraste con la idea mundana de masculinidad, referida a la del jugador de fútbol americano que gruñe, o al modelo de Armani sin afeitar en jeans ajustados, o a una especie de "semental" que exuda potencia sexual. El uso de la sotana es el ponerse el manto del profeta del sacerdote; es el signo externo de su asumir esa soledad y desprendimiento que es parte integral de lo que significa para un hombre, vir, ser sacerdote. La sotana es un símbolo de ese desapego que marca la relación entre el sacerdote y su pueblo.
El sacerdote desvirilizado confunde desapego con arrogancia o superioridad, frialdad o  clericalismo. Irónicamente, la verdad es todo lo contrario. El período post-conciliar ha visto el surgimiento de un clericalismo que se enmascara afirmando que el sacerdote sólo "preside" la asamblea, pero, de hecho, lo preside todo. El sacerdote nunca debe ser un presidente, porque esto es como ser un organizador de bodas quisquilloso. Para amar a su pueblo, el sacerdote debe tener este sentido de desapego de ellos, para que no se convierta en un muñeco Ken de colección, con cuello clerical [18].
Finalmente llegamos al efecto más grave de la desvirilización de la liturgia: la discontinuidad aparente y real entre el Novus Ordo y el rito Romano tradicional. Este tema de la discontinuidad y la ruptura ha sido objeto de una serie de estudios y conferencias en los últimos años, dentro de los que se cuenta el ahora famoso discurso de Benedicto XVI a la Curia Romana del 22 de diciembre de 2005. Si bien es cierto este discurso trata específicamente la cuestión de la hermenéutica, de la interpretación del Concilio Vaticano II, de todos modos tiene relevancia para el problema específico de la discontinuidad de la liturgia. [19]
El significado de la misma palabra "discontinuidad", a menudo no es claro. Deseo hacer una analogía que creo aclara lo que está involucrado en esta discontinuidad entre las dos formas del rito Romano. [20] En las matemáticas hay funciones que se llaman discontinuas en un punto determinado. En términos simples, lo que esto significa es que, en ese punto, no hay ningún valor para la función. Podemos decir que en ese punto hay un "agujero" en la función. Lo que esto significa, además, es que no hay manera de "llegar" desde antes de la discontinuidad a después de la discontinuidad. Uno no puede ir "a través de" un agujero en la función.
Usar esta analogía de una función en la que hay un agujero, una discontinuidad, nos ayuda a entender el hecho de que para la inmensa mayoría de los católicos que viven en el lado de "después" del agujero, aquellos para quienes el Novus Ordo es su única experiencia de Misa, la parte de la función que está "antes" del agujero, les es totalmente ajena. Cualesquiera que sean los argumentos teológicos y litúrgicos que se ofrecen en este debate sobre la continuidad, el sobrecogedor hecho es que para el católico que creció con la Misa Novus Ordo, el tradicional rito Romano es algo ajeno y exótico. Estos católicos no ven la continuidad que se ha dado por supuesta y defendido. Ellos sólo ven el agujero como un abismo y no pueden ver o entender el lado de "antes" del agujero.
Esto nos lleva a utilizar la analogía matemática para dilucidar lo que realmente significa esta discontinuidad entre las dos formas. Las funciones se representan mediante fórmulas que implican variables. Una función que es discontinua puede tener la misma "fórmula", que representa su "forma", para cada lado del agujero en la función. Pero puede darse la situación en que, después de esta discontinuidad, la fórmula de la función cambie, y ahora haya esencialmente una nueva fórmula y forma. Si hemos de creer lo que nuestro propio pueblo católico experimenta en la celebración de la Misa en las dos formas del rito Romano, entonces es obvio que no sólo hay una discontinuidad, un agujero; también hay una función nueva, una fórmula nueva, una forma nueva, después del agujero. La fórmula utiliza las mismas variables que la fórmula antigua, pero es una fórmula diferente que denota una nueva familia de curvas. La apariencia, la figura y la estructura de la nueva forma se ven y son muy diferentes a las de la forma de antes del agujero. Este es un problema gravísimo para la integridad de la fe Católica, tal y como es vista, comprendida y actualizada en la celebración de la Santa Misa. [21] Por un lado tenemos la Misa Romana Tradicional que, utilizando las palabras que describen la Regla de San Benito en un relato contemporáneo de la vida del santo, es potente e strana, poderosa y extraña. [22] La Misa Romana Tradicional puede ser bien descrita con las palabras de la introducción del Antiphonale Monasticum en su descripción del canto de la Iglesia: “simple, sobrio, a veces quizá un poco austero, sin duda hermoso, con un fuerte sentido de la línea; capaz de dulzura, y por esto enormemente expresivo, sensible a todos los temperamentos, y capaz de suscitar los sentimientos más íntimos del alma”. [23] Y en el otro lado, otra cosa: algo distinto, más desvirilizado y desromanizado.
Esto es de hecho lo que el Cardenal Heenan vio aquel día en 1967, cuando se celebró por primera vez la forma experimental de la Misa Novus Ordo para los obispos en Roma. Él vio allí los resultados de la mentalidad funcionalista que no entiende de ceremonias y confunde la sencillez con un reducido infantilismo. Él vio allí la "novedad" de la Missa Novus Ordo, una novedad que no creció orgánicamente de la Tradición, sino más bien de una cepa específica de la teología litúrgica fundada e infectada por el racionalismo post-Ilustrado. Él vio allí la desvirilización de la liturgia y supo cuál sería uno de los efectos del Novus Ordo en la Iglesia: una marcada disminución de la asistencia a Misa. Él vivió lo suficiente para ver el comienzo de la pérdida del sentido de lo sagrado. Lo que no alcanzó a ver fue la desvirilización del sacerdocio y sus desastrosas consecuencias en la falta de vocaciones e infidelidad personal a la castidad y al celibato.
Fr. Cipolla es Director del Departamento de Clásicos en Brunswick School, Greenwich, CT, y vicario de la parroquia de Santa María, de Norwalk, CT.

Notas:

[1] Evelyn Waugh y John Carmel Cardenal Heenan, A Bitter Trial, 2ª ed.
(South Bend: St. Austin Press, 2000)
[2] Ibid., 70
[3] La importante cuestión acerca de la validez de la imposición del Novus Ordo y la prohibición efectiva del Misal de 1962 del rito Romano fue traída a colación por el propio Joseph Ratzinger en El Espíritu de la Liturgia, (San Francisco: Ignatius Press, 2000) 165-66. Pareciera que la respuesta a la pregunta está contenida en la promulgación de Summorum Pontificum y su carta adjunta para los obispos. El asunto no es si es que el Papa puede promulgar un Misal reformado o no. De hecho, San Pío V lo hizo, en respuesta a Trento. La pregunta es si un Papa puede imponer una nueva forma de Misa en la Iglesia y suprimir el rito Romano tradicional. La comprensión cuasi-fanática de los poderes del papado desplegada por Pablo VI y suscrita por los que le animaron a suprimir el rito Romano tradicional y por los obispos que accedieron a este audaz movimiento: todo esto, habría hecho sonrojar a Pío IX, con vergüenza y quizás envidia.
[4] César, De bello Gallico, 1.1
[5] El cardenal Heenan prologó su comentario con la observación de que no sabía los nombres de aquellos que habían propuesto la nueva Misa, pero era claro para él que pocos de ellos habían sido curas párrocos alguna vez.
[6] No se debe hablar de que el pueblo esté en la liturgia, sino dentro de la liturgia. La liturgia es algo en lo que se entra, no es algo visto o creado o traído a la existencia por el pueblo reunido.

[7] Sacrosanctum Concilium 10: "No obstante, la Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza."
[8] Sobre la naturaleza ontológica de la sexualidad ver Angelo Scola, “The Nuptial Mystery: A Perspective for Systematic Theology?” Communio 30 (verano de 2003).
[9] Este ensayo no pretende abordar el contenido verbal del rito Novus Ordo, como, por ejemplo, los cambios radicales en las colectas y oraciones del ofertorio. Los importantes y, a su manera, devastadores resultados de la investigación de la Dr. Lauren Pristas en una serie de artículos y en un libro de próxima aparición sobre las revisiones realizadas por el Consilium post-conciliar sobre las oraciones colectas de Misa, son una evidencia de las políticas racionalistas y modernistas de revisión que condujeron a las nuevas colectas en la Misa Novus Ordo. Estas políticas pueden entenderse bien a la luz de la categoría de la "desvirilización". Lauren Pristas, "The Orations of the Vatican II Missal: Policies for Revision”, Communio 30 (Invierno de 2003) 621-653; “Theological Principles that Guided the Redaction of the Roman Missal 1970”, The Thomist 67 (2003) 157-95; “The Collects at Sunday Mass: An Examination of the Revisions of Vatican II”, Nova et Vetera, 3:1 (Winter, 2005) 5-38. Ver también Aidan Nichols, Looking at the Liturgy, (San Francisco: Ignatius Press 1997). Este breve libro sigue siendo la mejor fuente para comprender los supuestos racionalistas y anti-litúrgicos del movimiento litúrgico moderno tardío, que tuvo como resultado la forma Novus Ordo de la Misa.
[10] Este tema de la destrucción de la verdadera religión mediante su reducción a un mero sentimiento, atraviesa todos los sermones y obras de Newman. El Discurso Bigletto pronunciado en Roma cuando fue nombrado cardenal es una reafirmación de este tema en términos de lo que él llama Liberalismo. Este discurso es a la vez poderoso y profético.
[11] Sobre estas cuestiones véase Romano Guardini, The Church and the Catholic and The Spirit of the Liturgy (Sheed and Ward: Nueva York, 1935), especialmente los capítulos 3 y 9.
[12] La tercera revisión de la Instrucción General del Misal Romano deja muy claro que la Misa de cara al pueblo no es obligatoria y que la postura tradicional ad orientem está efectivamente permitida. Uno de los grandes misterios de la revolución litúrgica post-conciliar es cómo la Misa de cara al pueblo se hizo obligatoria a pesar de no existir documento oficial alguno en respaldo de esta idea. Para una historia detallada y desapasionada, y una comprensión teológica de la posición "hacia el este" del sacerdote y el pueblo en la celebración de la Misa, ver Uwe Michael Lang, Turning to the Lord, (San Francisco: Ignatius Press 2009).
[13] San Justino Mártir, Apología. 66-67
[14] Guardini: "The Primacy of the Logos over the Ethos", op. cit., 199-211
[15] Este mortífero papel del funcionalismo en la liturgia es discutido y refutado por Benedicto XVI en una colección de ensayos sobre el papel de la música en la liturgia titulado Lodate Dio con arte (Venecia: Marcianum Press 2010).
[16] Guardini, op.cit., "The playfulness of the Liturgy".
[17] En Italia, donde el establishment litúrgico parece aún comprometido con el funcionalismo y con una actitud tecnocrática respecto a la liturgia, se ha reciclado una palabra maravillosa para describir el despojamiento hasta los huesos de la liturgia y de la construcción de iglesias: adeguamento (adaptación, adecuación). En Lodato Dio con arte, Benedicto XVI habla de este término y de los efectos perjudiciales que la realización del adeguamento ha tenido en la vida litúrgica de la Iglesia en Italia.
[18] Uno puede ver los comienzos de esta desvirilización del sacerdote en las representaciones de Hollywood de los sacerdotes, como la de Bing Crosby en la película The Bells of St. Mary. La imagen del sacerdote como un buen tipo que fuma una pipa y no es en absoluto una amenaza para nadie, el sacerdote domesticado que ayuda a disipar el visceral anti-catolicismo de la América Protestante. Uno se pregunta cuántos jóvenes han dejado de hacerse sacerdotes estos últimos cuarenta años, por temor de que hacerse sacerdote significaría abandonar su hombría y virilidad.
[19] Sobre la cuestión específica de la discontinuidad del rito Novus Ordo con el rito Romano ver la introducción de Joseph Ratzinger a The Reform of the Roman Liturgy de Klaus Gamber, Roman Catholic Books 1993, y Joseph Ratzinger, El espíritu de la liturgia, especialmente el capítulo dedicado al Rito. Para ver un ejemplo detallado del consenso entre muchos académicos respecto a que el Novus Ordo es discontinuo con el rito Romano, ver las actas de la conferencia litúrgica celebrada en la Abadía de Fontgombault en 2001: Looking again at the Ouestion of the Liturgy, Alcuin Reid, ed., (Farnborough, Inglaterra: St. Michael Abbey Press. 2002). Esta cuestión de la discontinuidad parece ser ignorada por motivos pastorales, y con razón, en Summorum Pontificum y en la carta adjunta dirigida a los obispos. El hecho de que las dos formas del rito Romano coexistan en la Iglesia no dice nada definitivo acerca de si son o no continuos.
[20] La discontinuidad es una cuestión distinta de la validez de la forma. La validez de ambas formas del rito Romano se toma como un hecho dado.
[21] Pristas, Orations: Con respecto a los trabajos del Consilium sobre las colectas de la Misa, Pristas habla de "la construcción de una ciudad completamente nueva". Es de destacar que el trabajo de esta investigadora no ha causado gran inquietud entre los obispos, que son, de hecho, los moderadores de la liturgia en sus diócesis.
[22] Flaminia Morandi, San Benedetto: Una luce per l'Europa (Milan: Paoline 2009)
[23] "simplices, sobriae, aliquando fortisan austeriores, decoram certe et firmamissam exhibent lineam, de cetero dulcibilem ac per hoc maxime expressivam, omnium susceptibilem temperamentorum, intimos animae sensus preferendi capacem." Antiphonale Monasticum, (Tournai: Desclée & Co., 1934) p. XI.


Otra buena traducción castellana del cuerpo del artículo puede verse en: 
in-exspectatione.blogpost.com/martes, 6 de agosto de 2013

miércoles, 21 de agosto de 2013

SAN PIO X, UN FUERTE ENTRE LOS FUERTES

Dominus tecum, virorum fortissime (Iud. 6, 12); el Señor está contigo, el más fuerte de los hombres. Con estas palabras saludó el ángel del Señor a Gedeón, el valeroso juez que puso fin a la prepotencia de Madián sobre el pueblo de Israel. Ante el inicial escepticismo de Gedeón, el ángel continúa: “Ve y con esa fuerza que tú tienes libra a Israel de las manos de Madián: ¿no soy yo quien te envía”? Y Gedeón, puesta su confianza plenamente en Dios, alcanzó sobre sus enemigos una victoria aplastante y asombrosa. Y la historia se repite una y otra vez. A comienzos del siglo XX Dios llama a San Pio X para que dirija con mano firme la nave de la Iglesia ante la amenaza de una feroz tempestad: la irrupción del modernismo en la Iglesia. Se trataba entonces de un mundo reducido de personas, por lo general provenientes de medios eclesiásticos, que deslumbrados por las aparentes conquistas del pensamiento moderno, no veían más futuro para la Iglesia que la subordinación de la fe a este pensamiento, que en su entraña era esencialmente hostil a la religión. La mentalidad típicamente modernista siempre muestra el mismo rostro: afán por someter la fe de la Iglesia a las categorías del pensamiento imperante, incluso si es agnóstico y ateo. Ya en su encíclica Iucunde sane de 1904, San Pio X denunciaba el intento de destruir lo sobrenatural en base a una nueva ciencia a la que la Iglesia debía someterse. En definitiva el modernista está plenamente convencido que la Iglesia ya no es la salvación del mundo sino el mundo la salvación de la Iglesia. Bajo el lema Instaurare omnia in Christo, establecer todas las cosas en Cristo, el pontificado de San Pio X, logró contener la ola modernista por entonces incipiente. Sin embargo por una progresiva desidia en el cumplimiento de tantas y tan saludables disposiciones dejadas por el Papa Sarto, el modernismo ha rebrotado con inusitada fuerza en la Iglesia de nuestro tiempo, dejando invariablemente tras de sí el triste panorama de un desierto. Pero Dios no dejará de suscitar en su Iglesia hombres fuertes que librarán a su pueblo de los infaltables “madianes”, siempre afanados por vender el rebaño del Señor a los extraños.                                                                                                                  

martes, 20 de agosto de 2013

SAN BERNARDO, JUGLAR DE LAS GRANDEZAS DE MARÍA

“Lleguemos por la Virgen a la gracia de aquel que por la Virgen vino a nuestra miseria. Llévanos a tu Hijo, dichosa y agraciada, madre de la vida y madre de la salvación. Por ti nos acoja el que por ti se entregó a nosotros. Tu integridad excuse en su presencia la culpa de nuestra corrupción. Y que tu humildad, tan agradable a Dios, obtenga el perdón de nuestra vanidad. Que tu incalculable caridad sepulte el número incontable de nuestros pecados y que tu fecundidad gloriosa nos otorgue la fecundidad de las buenas obras. Señora mediadora y abogada nuestra, reconcílianos con tu Hijo. Recomiéndanos y preséntanos a tu Hijo. Por la gracia que recibiste, por el privilegio que mereciste y la misericordia que alumbraste, consíguenos que aquel que por ti se dignó participar de nuestra debilidad y miseria, comparta con nosotros, por tu intercesión, su gloria y felicidad. Cristo Jesús, tu Hijo y Señor nuestro, que es bendito sobre todas las cosas y por siempre”. (Sermón 3. En el Adviento del Señor 5).

miércoles, 14 de agosto de 2013

SAN MAXIMILIANO KOLBE, PASION POR LA GLORIA DE DIOS

“Me llena de gozo, querido hermano, el celo que te anima en la propagación de la gloria de Dios. En la actualidad se da una gravísima epidemia de indiferencia, que afecta, aunque de modo diverso, no sólo a los laicos, sino también a los religiosos. Con todo, Dios es digno de una gloria infinita. Siendo nosotros pobres criaturas limitadas y, por tanto, incapaces de rendirle la gloria que él merece, esforcémonos, al menos, por contribuir, en cuanto podamos, a rendirle la mayor gloria posible.
La gloria de Dios consiste en la salvación de las almas, que Cristo ha redimido con el alto precio de su muerte en la cruz. La salvación y la santificación más perfecta del mayor número de almas debe ser el ideal más sublime de nuestra vida apostólica.
Cuál sea el mejor camino para rendir a Dios la mayor gloria posible y llevar a la santidad más perfecta el mayor número de almas, Dios mismo lo conoce mejor que nosotros, porque él es omnisciente e infinitamente sabio. El, y sólo él, Dios omnisciente, sabe lo que debemos hacer en cada momento para rendirle la mayor gloria posible. Y ¿cómo nos manifiesta Dios su propia voluntad? Por medio de sus representantes en la tierra. La obediencia, y sólo la santa obediencia, nos manifiesta con certeza la voluntad de Dios. Los superiores pueden equivocarse, pero nosotros obedeciendo no nos equivocamos nunca. Se da una excepción: cuando el superior manda algo que, con toda claridad y sin ninguna duda, es pecado, aunque éste sea insignificante; porque, en este caso, el superior no sería el representante de Dios”. (De las cartas de San Maximiliano María Kolbe, presbítero y mártir).

lunes, 12 de agosto de 2013

¿POR QUÉ FUE TRASPASADO EL COSTADO DE CRISTO?

“Fue abierto su costado, como el de Adán, pero no salió de él una mujer que con su error engendró la muerte, sino una fuente de vida que vivifica al mundo con un doble arroyo; uno de ellos nos renueva en el baptisterio y nos viste la túnica de la inmortalidad; el otro alimenta en la sagrada mesa a los que han nacido de nuevo por el bautismo, como la leche alimenta a los recién nacidos". (Del Tratado de Teodoreto de Ciro, obispo, sobre la Encarnación del Señor, n° 27: PG 75, 1467)


viernes, 9 de agosto de 2013

FLORENTINO, DIGNA VICTIMA DEL CORDERO INMACULADO

El martirologio español celebra el 9 de agosto a uno de sus grandes: el beato Florentino Asensio (1877-1936), Obispo de Barbastro y mártir de la persecución religiosa a inicios de la guerra civil. No es necesario retroceder muchos siglos para toparse con esa saña diabólica que cada cierto tiempo golpea a los miembros del Cuerpo Místico de Cristo. Durante el verano de 1936, vastas zonas de la España roja se convirtieron en un circo romano del que brotó un espléndido ejército de mártires; hoy, portando sus palmas gloriosas, aclaman jubilosos al Cordero y embellecen con sus vidas el rostro de la Iglesia contemporánea. La caridad y fortaleza manifestadas por el beato Florentino merecen que su martirio sea leído de rodillas y en sobrecogedor silencio.

"...Cuando el 3 de julio de 1936 los anarquistas, presididos por el alcalde, asaltaron el seminario, el obispo logró salvar lo más valioso, ayudado por jóvenes de Acción Católica. De Zaragoza y de Huesca recibió el obispo la oferta de retirarse de Barbastro, pero él contestaba:
–Yo no abandono la viña que el Señor me ha confiado.
Días después, a raíz de la sublevación del ejército en África y en muchas ciudades de España, Barbastro cayó en manos de los anarquistas. El 19 de julio comenzó la caza de curas en toda la diócesis. De curas, religiosos y católicos de relieve. La cárcel se llenó, hasta límites increíbles. Improvisaron como prisión el salón de los escolapios. A don Florentino le impidieron, primero, salir de palacio, incomunicado. El 23 lo llevaron, vestido de traje talar, al colegio de los escolapios. Desde allí, vio con tristeza la quema de «santos» junto a la iglesia de San Francisco. Lo vinieron a interrogar muchas veces.
En la noche del 8 de agosto recibió la orden de ir a declarar ante el «Comité». Presintió lo peor. Y, antes de salir, le pidió al rector de los escolapios que lo confesase. Al salir vestía sólo pantalón y chaleco. «Estuvo en la cárcel sólo unas horas». El carcelero se asomó por la ventanuca de la celda. Lo vio sentado en el suelo, como meditando. Le chistó: «Oiga usted. Estaría mejor en la tarima. Ahí se va a enfriar».
-Es igual, es igual. ,
El carcelero vio que llevaba un objeto entre las manos. Al llevarle la cena quiso cerciorarse de lo que el obispo parecía sujetar y medio esconder: era un rosario. Le rogó que lo ocultase. Le entregó la cena, que le enviaban de los escolapios. No quiso tomar nada.
-Déselo a uno de sus hijos.
A la hora de la ejecución lo fueron a buscar a la celda. M. A., el «Enterrador", jefe de los pelotones de ejecución, le dio un empujón y le dijo:
-A éste, como es el pez gordo, lo ato yo.
Le ató con alambre, las manos detrás de la espalda. Allí estaban varios del piquete. Lo llenaron de insultos y blasfemias. Y lo condujeron al «rastrillo». Allí se consumó la burla más sangrienta y nefanda de la historia de Barbastro. El «oculista» incitó a un peón analfabeto, A. G.:
Tú, ¿no decías que querías comer co... de obispo?
«Obligaron al obispo a tenderse en el suelo», «en las baldosas». Le bajaron las ropas, entre carcajadas. El revolucionario sacó una navaja cabritera y le cortó en vivo los testículos. El obispo palideció, pero no se inmutó. Ahogó un grito de dolor y musitó una oración al Señor de las cinco tremendas llagas.
En el suelo había un ejemplar de «Solidaridad Obrera», donde el ejecutor recogió los despojos, para enseñarlos en los bares abiertos de Barbastro.
Los testigos aseguran que aquel guiñapo de hombre, el santo y mártir obispo de Barbastro, se habría derrumbado, si no lo hubieran atado codo con codo, a otro hombre mucho más alto y recio, que lo mantuvo en pie, aterrado y mudo. Lo cosieron con esparto, como a un caballo destripado.
El «Enterrador» rezongó: «Habéis tenido el capricho de hacer eso, y ahora vamos a tenerlo que llevar a cuestas hasta el camión, a ver si se enfría».
«Le obligaron a ir por su propio pie, chorreando sangre, a primeras horas del día 9 de agosto». Para los asesinos era un perro, una pobre bestia amansada y derruida. Ante los ojos de Dios era la imagen ensangrentada y bellísima de un nuevo mártir, en el trance supremo de su inmolación.
Al salir, el prelado dijo: «¡Qué noche más hermosa ésta para mí: voy a la casa del Señor!»
-Se ve que no sabe a dónde le llevamos...
-Me lleváis a la gloria. Yo os perdono. En el cielo rogaré por vosotros.
-Anda, tocino, date prisa, le respondían.
Un miliciano le golpeó en la boca y le dijo: «¡Toma la comunión!»
«El camino fue horroroso; no podía andar por las mutilaciones». Extenuado, llegó al lugar de la ejecución. Al recibir la descarga, los milicianos le oyeron decir: «Señor, compadécete de mí».
Pero el obispo no murió aún. Consta que le rompieron varias costillas, «a patadas», lo entraron en el cementerio y lo arrojaron sobre un montón de cadáveres hacinados.
«Su agonía duró sobre una hora -dice el escolapio Mompel, que observaba todo desde el último piso-; no le dieron el tiro de gracia al principio, sino que lo dejaron morir para que sufriera más.»
La agonía le arrancaba lamentos: Dios mío, ábreme pronto las puertas del cielo». Uno oyó que «ofrecía su sangre por la salvación de su diócesis».
Volvieron unos escopeteros y lo remataron”.
El papa Juan Pablo II lo beatificó, junto al gitano mártir, «El Pelé». En aquella ocasión, dijo el papa: «El obispo, como maestro y guía en la fe para su pueblo, está llamado a confesarla con las palabras y obras. Monseñor Asensio llevó hasta sus últimas consecuencias su responsabilidad de pastor al morir por la fe que vivía y predicaba. En los últimos momentos de su vida, tras haber sufrido vejatorios y lacerantes tormentos, ante la pregunta de uno de sus verdugos sobre si conocía el destino que le esperaba, contestó con serenidad y firmeza: "Voy al paraíso". Proclamaba así su inquebrantable fe en Cristo, vencedor de la muerte y dador de vida eterna. Al ser elevado hoy a la gloria de los altares, el Beato Florentino Asensio Barroso sigue alentando con su ejemplo la fe de los fieles de esa amada diócesis aragonesa y vela por ella con su intercesión» (Roma, 4 de mayo de 1997).
+ JUAN JOSÉ MELLA
Obispo de Calahorra-La Calzada-Logroño
Fuente:bibliotecacatolicadigital.org/SANTORAL/Vida/08/08-09_beato_florentino_asensio_barroso.htm

jueves, 8 de agosto de 2013

EL GENIO DE DIOS


Benedicite, omnes volucres caeli, Domino; 
laudate et superexaltate eum in saecula.
Todas las aves del cielo, bendecid al Señor, 
cantadle y ensalzadle por los siglos.
(Dan 3, 80)

martes, 6 de agosto de 2013

LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR: UN MILAGRO AL REVÉS

Es habitual en Dios hacer pregustar a los suyos los bienes futuros que les ha prometido. Así sucede en la Transfiguración; Pedro, Santiago y Juan necesitan este anticipo de gloria para que su fe no desfallezca en la hora oscura de la Cruz, y su esperanza quede fortalecida por la momentánea dicha de la visión de los bienes celestiales. Sin embargo, tan milagroso es el ocultamiento habitual de Dios para acercarse a nuestra miseria, como su glorioso manifestarse en ciertas ocasiones para sostener nuestra pobre fe. La gloria que resplandeció en Jesucristo en la cima del monte Tabor, enseña el Venerable Fulton Sheen, no era más que la expresión natural de la hermosura inherente a aquel “que bajó del cielo”. “El milagro –añade- no era aquella radiación momentánea de su persona, sino más bien el hecho de que en el resto del tiempo aquella radiación estuviera reprimida. De la misma manera que Moisés, después de haber hablado con Dios, puso un velo sobre su rostro para ocultarlo a la vista del pueblo de Israel, así había velado Cristo su gloria a los ojos de la humanidad. Pero por aquellos breves instantes apartó el velo para que aquellos tres hombres pudieran contemplar su aspecto glorioso”. (Vida de Cristo, Herder 1985, p. 170). De una u otra manera lo maravilloso nos circunda por todas partes, pero pocas veces nos damos cuenta de ello.

domingo, 4 de agosto de 2013

El CURA DE ARS Y LA FUERZA DE LA SANTIDAD SACERDOTAL

Los biógrafos del Santo Cura de Ars suelen recoger este testimonio sorprendente: un hombre escucha a una mujer posesa que se dirige así al santo cura: “¡Cuánto me haces sufrir! Si hubiera tres como tú en la tierra, mi reino sería destruido”. El éxito pastoral del humilde párroco de Ars enardece las iras del demonio; nunca ha podido comprender por qué Dios elige “la necedad del mundo para confundir a los sabios y la flaqueza del mundo para confundir a los fuertes” (1 Cor. 1, 27). Le humilla no poder ya fiarse de sus satélites y tener que ir en persona a combatir al débil sacerdote. Pero sus embestidas se vuelven inútiles porque en el frágil Juan María Vianney opera la fuerza irresistible de la santidad de Cristo. Sacerdotes santos: ¡He ahí el futuro de la Iglesia! Y bien lo sabe el Bellaco.

viernes, 2 de agosto de 2013

AVE DOMINA ANGELORUM! ¡SALVE, SEÑORA DE LOS ÁNGELES!

Hoy, 2 de agosto, la Iglesia celebra a la Virgen María bajo la advocación de Nuestra Señora de los Ángeles. Es por expresa disposición de Dios, que el señorío de María se extiende a todo el universo, incluido los ángeles. Desde antiguo algunos teólogos han pensado que la prueba a la que Dios sometió a los ángeles para que alcanzaran su bienaventuranza eterna, consistió en darles a conocer que el Verbo de Dios se haría hombre y junto a su madre, María, reinarían sobre todas las cosas creadas y, por tanto, sobre todas las jerarquías y coros angélicos. La orgullosa rebeldía frente a estos planes divinos explicaría la caída de los ángeles malos y el terror que experimentan ante el nombre de María. Pero los Ángeles Santos, fieles ejecutores de los designios de Dios, se llenaron de gozo por la promesa de una Reina y Señora que Dios amaba más que al resto de las creaturas. Lejos de sentirse humillados, se sintieron honrados de poder servir tan estrechamente y con toda la perfección de su naturaleza angelical a la que sería Madre de Dios. “Todos los ángeles en el cielo, como dice san Buenaventura, le cantan incesantemente: Sancta, sancta, sancta María, Dei Genetrix et Virgo (Santa, santa, santa María, Virgen y Madre de Dios). Y le ofrecen millones de veces todos los días la salutación angélica: Ave María…etc., y postrándose ante Ella le suplican su favor honrándolos con alguna de sus órdenes. El propio San Miguel, según San Agustín, siendo príncipe de toda la corte celestial, es el más celoso en rendirle y hacerle rendir toda especie de honores, siempre a la espera de tener la honra de ir, según su mandato, a prestar sus servicios a algunos de sus servidores” (San Luis María Grignion de Montfort, Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen). Las huestes de ángeles comandadas por su Señora y Reina son también para nosotros un poderoso ejército que nos asiste en el combate por alcanzar el reino de los cielos.