viernes, 25 de septiembre de 2020

FLECTAMUS GENUA! ADOREMOS DE RODILLAS


Al Santo Cura de Ars le gustaba referir la siguiente historia para exaltar la virtud de la humildad que tanto amaba:

Un día el diablo se apareció a San Mauricio con el propósito de ridiculizar su vida penitente y apartarlo de ella. Todo lo que tú haces, lo hago también yo, susurró Satanás al solitario de la Tebaida. Tú ayunas, y yo no como nunca; tú velas, y yo jamás duermo.

–Una cosa hago yo que tú no puedes hacer, replicó Mauricio.

¿Y cuál es?, dijo el diablo con curiosidad.

¡Humillarme!, respondió Mauricio.

Quien no es capaz de humillarse está imposibilitado para adorar, para ofrecer a Dios el obsequio reverente que su excelencia infinita reclama. Por eso algunos padres del desierto imaginaron al demonio como un ser carente de rodillas, incapaz por lo mismo de doblegar su ser ante la majestad divina. Se entiende que el Cardenal Ratzinger, inspirado en este hecho, escribiera en su obra El espíritu de la liturgia: «La incapacidad de arrodillarse aparece, por decirlo así, como la esencia de lo diabólico».

Por su intrínseca unidad físico-espiritual, al hombre no le es posible anonadarse ante la majestad de Dios, sino implicando también a su cuerpo. Al preguntarse si la adoración comporta actos corporales, Santo Tomás responde: Como escribe el Damasceno, puesto que estamos compuestos de doble naturaleza, la intelectual y la sensible, ofrecemos doble adoración a Dios: una espiritual, que consiste en la devoción interna de nuestra mente, y otra corporal, que consiste en la humillación exterior de nuestro cuerpo. Y puesto que en todo acto de latría, lo exterior se refiere a lo interior como a lo más principal, esta adoración exterior tiene por fin la interior. En efecto, los signos exteriores de humillación del cuerpo excitan a someterse con el corazón a Dios, pues nos es connatural el llegar a lo inteligible a través de lo sensible (S. Th., II-II, q. 84, a.2, c).

No debería dejar de inquietarnos la notable mengua que ha experimentado el gesto de arrodillarse en nuestras modernas celebraciones litúrgicas. Hay que prestar atención a ciertos residuos racionalistas que han permeado el culto católico en las últimas décadas. No es posible adorar cabalmente sin arrodillarse; difícilmente podrá doblegar su voluntad quien antes no ha sido capaz de flectar sus rodillas. Se trata de una dimensión tan fundamental, «que una fe o una liturgia que no conociese el acto de arrodillarse estaría enferma en un punto central», dice Ratzinger en su obra mencionada más arriba. Y en otro lugar señala con igual convicción: «Por ello, doblar las rodillas en la presencia del Dios vivo es algo irrenunciable». Por otra parte, conmueve contemplar al mismo Cristo orando de rodillas en Getsemaní, como si sintiera la necesidad de postrarse ante la grandeza de su propia inmolación. 

No hace mucho leí en un viejo libro de liturgia esta sentida explicación sobre la razón del gesto de arrodillarse en el culto:

«El hombre orgulloso se yergue como si quisiera parecer más alto de lo que es, la humildad, en cambio, –reverente o penitente– acerca a la tierra, reduce la apariencia humana, postra de rodillas. De hinojos el hombre ha sacrificado casi la mitad de su estatura, forma parte del suelo y de la nada, tiene una modestia que quisiera hacer invisible. Parece que dijera: tú Señor eres tan grande, yo tan pequeño, tan próximo al lodo...

Quien se halla de rodillas está soldado a la dura piedra de este mundo, pero en su interior se ha superado, aceptando su pequeñez y contingencia, reconociendo la Majestad de Dios. Y así se cumple una vez más que el que se humilla será ensalzado...» (Alberto Wagner de Reyna, Introducción a la liturgia, Buenos Aires 1948, pp. 126-127).

Para quien desea adorar a Dios de verdad, siempre será actual la invitación que repetidamente nos dirige la liturgia del Viernes Santo en la solemne oración universal: Flectamus genua!, ¡Doblemos las rodillas! Y también aquella otra de la liturgia tradicional durante el tiempo de Cuaresma: Humiliate capita vestra Deo!, ¡Humillad vuestras cabezas ante Dios! Es la condición para que Dios nos pueda levantar.





lunes, 21 de septiembre de 2020

LA HORA DE MATEO

San Mateo de Guido Reni 

Comentando el episodio evangélico de la vocación de Mateo, San Juan Crisóstomo nos advierte que la llamada de Dios suele tener su momento irrepetible, su hora decisiva, sabiamente decretada por la providencia divina. Es la hora de la madurez del alma que, fortalecida por la gracia de Dios, está en condiciones de levantarse ante el imperioso «sígueme» de Cristo y poner la vida entera a su disposición.


«¿Por qué razón –comenta el Crisóstomo– no llamó el Señor a Mateo al mismo tiempo que a Pedro y Juan y a los demás discípulos? Porque, así como se presentó a éstos en el momento en que sabía que los hallaría dóciles a su llamamiento, así también llama a Mateo en el momento en que sabe le ha de obedecer. Por la misma razón pescó a Pablo después de la resurrección. El que conoce los corazones y sabe los íntimos secretos del alma de cada uno, sabía también el momento en que cada uno le había de obedecer...

 

Mas ya que habéis visto el poder del que llama, considerad también la obediencia del llamado. Porque Mateo no opuso ni un momento de resistencia ni dijo dudando: ¿Qué es esto? ¿No será una ilusión que me llame a mí, que soy hombre tal? Humildad, por cierto, que hubiera sido totalmente intempestiva. No; Mateo obedeció inmediatamente y ni siquiera pidió al Señor le permitiera ir a su casa y dar la noticia a los suyos, como, por lo demás, tampoco lo hicieron los pescadores. Éstos dejaron redes barca y padre, y Mateo su oficio de recaudador y su negocio, para seguir al Señor. Y al mostrar una decisión pronta para todo y desprenderse a sí de golpe de todas las cosas de la vida, atestiguaba muy bien, por su perfecta obediencia, que le había el Señor llamado en el momento oportuno» (San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, Homilía 30, 1).

 

lunes, 14 de septiembre de 2020

EL TEMPRANO AMOR DE JESÚS POR LA CRUZ

El divino Infante cargando con
los instrumentos de su Pasión

Por su profunda y sencilla piedad, siempre me ha conmovido un breve relato de Jesús niño en relación a la cruz (probablemente inspirado en los evangelios apócrifos), y que Bernardino de Laredo recoge en su Tratado de San José. Es sabido que este autor ejerció un influjo positivo en la mística española del siglo XVI, particularmente en San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila. Su Tratado sobre San José también contribuyó al despertar de la devoción y de la teología josefinas de la época.

Pues bien, cuenta esta historia que San José pasaba en su taller muchos espacios de tiempo con nuestro sacratísimo Niño, quien le ayudaba en cosas varias y pequeñas. Muchas veces el Niño le pedía que le hiciese una cruz, dándole la traza y forma cómo la había de hacer; y una vez hecha, miraba el santo José que el Niño se holgaba con ella, y la abrazaba y besaba y se la ponía en el hombro, y se paseaba con ella. San José le preguntaba con frecuencia que le explicara qué significaba esa cruz, hasta que un día el Niño, que lo amaba tanto, se lo reveló: el celo por esta cruz me hizo venir del cielo, y téngole tanto amor que una hora de mi vida no podría pasar sin que sea mi vida cruz, y crucificado en cruz he de salir de esta vida y cuando sea puesto en ella todo lo traeré a mí mismo y todo lo ganaré, como todo se perdería si yo no tomase cruz. (Cf. Bernardino de Laredo, Tratado de San José, Rialp 1977, p. 56)

 

martes, 8 de septiembre de 2020

LEON BLOY, UNA PLUMA AL SERVICIO DE LO ABSOLUTO

Tumba de León Bloy en Bourg-le-Reine

Transcribo un valioso fragmento de una carta de León Bloy que contiene, en cierto modo, la propia apología de su misión como escritor y del estilo enérgico y hasta lacerante que necesariamente debe acompañarla. Es la respuesta a un hombre que le confiesa admiración y le ha hecho llegar un generoso socorro económico; pero a la vez parece sugerirle que por la vía de la mesura su onda benéfica podría expandirse más y prestarle alivio frente a tantas penalidades que rondan su vida. Sin embargo, este hombre de fe radical no puede renunciar a la fuerza profética de su pluma. Es el precio de escribir para el Absoluto. «Mi ira es la efervescencia de mi piedad», suele decir a sus amigos. En nuestros días, cuando un vago sentimentalismo carente de peso doctrinal invade tantas cabezas y corazones, la lectura de los escritos de Bloy resulta altamente reconfortante.

* * *

«Me juzga usted humanamente, sin advertir que estoy, precisamente, fuera de todos los puntos de vista humanos y que en eso consiste mi fuerza, mi única fuerza. La verdad neta y que brilla en todos mis libros, es que yo escribo sólo para Dios. Deplora usted que me haya colocado en una situación en que no puedo hacer todo el bien que habría el derecho de esperar de mí. Pero, ¿qué sabe usted de mí? Me habla usted de las enseñanzas del cristianismo y estamos de acuerdo. Hay algo que la Iglesia ha predicado siempre y que es la doctrina de todos los santos sin excepción: importa más la salvación de una sola alma que el sustento material de cien mil pobres. Esto no está definido en dogma, pero está a tal punto unido a la Doctrina esencial, a la Palabra de Dios, que es imposible ser cristiano si se lo pone en duda.

Y bien, ¿no es infinitamente alentador suponer, si me ha sido acordado el don de escribir, que tengo sobre todo la misión de influir sobre las almas? Semejante misión es seguramente harto extraña al espíritu del mundo, de ese mundo que considera las almas como menos que nada y por el cual ha dicho Jesús que él no rogaba (non pro mundo rogo). Pero usted, que vive en ese mundo infame como un extraño, puesto que ha dado lo mejor de su esfuerzo a una causa que el menosprecia, no puede ni debe dejar de comprenderme.

He aquí que por segunda vez formula reproches a la Edad Media, como si usted mismo no perteneciera a esa época que ha sido la más bella del mundo después de los tiempos apostólicos. ¡Una época en que se creía, en que se amaba hasta morir, en que se tenía fe hasta en medio de los suplicios, en que se llegaba al sacrificio total, en que el Cuerpo y la Sangre de Cristo estaban antes que todas las cosas! ¿De cuál sino de esa época es o cree ser usted, que por amor a un mísero Príncipe, renegado de todo el mundo, da su dinero a un artista proscrito y desdeñado por la multitud, a quien apenas conoce? No lo tome usted a mal, pero sin saberlo y a su manera es usted simplemente uno de aquellos que se lanzaban a la conquista del Santo Sepulcro, y Dios, que “reconoce a los suyos” sabrá reconocerlo.

Dice usted o cree decir, que no “siempre es conveniente publicar ciertas verdades”. ¡Curiosas verdades las que conviene a veces ocultar! Por mi parte, me atengo al praedicate super tecta del Evangelio, y me haría quemar a fuego lento antes de callar una verdad.

Volviendo al bien que pude haber hecho, ¿le parece a usted nada haber arrancado a no pocas almas de las garras de Lutero, haber dado sacerdotes a la Iglesia y esposas a Cristo, haber consolado y puesto en gracia de Dios a agonizantes y haber sufrido por todo ello voluntarios tormentos?

Pero no me compadezca usted. Si mi vida hubiera sido otra, si hubiese sido un prudente, un mesurado, ¿qué hubiera sido de mí hoy? Seguramente ganaría mucho dinero y tendría la admiración de los señores periodistas; pero ¿cómo habría usted podido conocerme, identificarme entre la multitud de esa especie y qué razón hubiera tenido para estimarme? ...» (León Bloy,  Mi Diario,  Buenos Aires 1947, p. 54).


 

martes, 1 de septiembre de 2020

UNA REFORMA DE ESPALDAS AL PUEBLO

En su primer boletín (diciembre-1966/enero-1967) la entonces joven asociación UNA VOCE ITALIA informaba de una encuesta realizada a miles de fieles americanos sobre los cambios que se estaban llevando a cabo en la Iglesia en el ámbito de la liturgia (ritos, devociones, templos, música, arte, etc.). Eran los inicios de una década de barbarie litúrgica nunca antes vista en la historia de la Iglesia. Los datos que proporciona esta estadística tienen un valor histórico importante: ponen en evidencia que la reforma litúrgica la hicieron «expertos» que actuaron de espaldas al sentir del pueblo fiel, aunque se tuviesen a sí mismos como sus más genuinos representantes. Dejo una traducción al español de esta vieja e interesante noticia.


N O T I C I A S

«Nuestros amigos habrán advertido cómo en la carta de UNA VOCE a la Conferencia Episcopal Italiana se hacía mención a estadísticas realizadas en América, de las que daba noticia el mismo Osservatore Romano. Nos referimos ahora con algo más de detalle a una de esas encuestas realizada por el C.T.M.* americano entre el 1º de agosto y el 15 de noviembre de 1965, y luego presentada a S.S. Pablo VI y a los Obispos de los Estados Unidos el 21 de noviembre del mismo año. (Otro sondeo de opinión, siempre a cargo de la C.T.M. se había llevado a cabo durante el invierno de 1964).

Cuarenta mil católicos de todas partes de América, incluidas tropas de ultramar, fueron consultados por medio de cuestionarios enviados por correo o distribuidos a la salida de las iglesias. Los Estados donde más se desarrolló la encuesta fueron California, Illinois, Maryland, Virginia, Washington D.C. y especialmente Michigan, donde un órgano diocesano había asegurado que el 92% de la población católica era favorable a los cambios en la Iglesia. El 60% de las respuestas corresponde a mujeres y el 40% a hombres. La edad de las personas encuestadas iba desde los 16 años hasta los 60 años pasados. El 86% eran católicos de nacimiento; el 14% conversos. A continuación, las preguntas y respuestas más significativas.

¿Es para usted la Misa la renovación del Sacrificio de Cristo, más que un ágape comunitario de cristianos? 

  • SÍ: 97%;
  • NO: 0,8%;
  • Indecisos: 2,2%

Indique su preferencia entre la Misa comunitaria y la clásica Misa rezada en latín.

  • Misa comunitaria: 23%
  • Misa latina rezada: 70%
  • Indecisos 7%

¿Piensa que la Misa tradicional en latín debe al menos coexistir con la vernácula para que cada uno pueda elegir, tanto el domingo como en los días de semana?

  • SÍ: 86%
  • NO: 14%

¿Es favorable a la transformación de las iglesias, a la remoción de balaustradas, a la instalación de altarcillos portátiles, atriles, etc.?

  • SÍ: 4%
  • NO: 93%
  • Indecisos: 3%

¿Es favorable a la remoción del Tabernáculo del altar mayor?

  • SÍ: 6%
  • NO: 94%

¿Es favorable a la remoción o reducción del Crucifijo?

  • SÍ: 1%
  • NO: 94%
  • Indecisos: 5%

¿Es favorable a la remoción del «cuerpo» del Crucifijo?

  • SÍ: 3%
  • NO: 95%
  • Indecisos: 2%

¿Es favorable a la remoción del Via Crucis o a su sustitución por cruces de madera?

  • SÍ: 1%
  • NO: 99%

¿Es favorable a la remoción de estatuas de Santos y lámparas votivas?

  • SÍ: 6%
  • NO:94%

¿Es favorable al uso de cantar, tanto al ir como al volver de la Comunión?

  • SÍ: 8%
  • NO: 90%
  • Indecisos: 2%

¿Es favorable a la Comunión de pie?

  • SÍ: 13%
  • NO: 85%
  • Indecisos: 2%

¿Es favorable al abandono de la música sagrada tradicional católica en favor de himnos más ecuménicos y canciones populares?

  • SÍ: 8%
  • NO: 89%
  • Indecisos: 3%

 ¿Es favorable al abandono o disminución de la práctica del Rosario?

  • SÍ: 5%
  • NO 95%

¿Es favorable al abandono o disminución de devociones católicas como los Primeros Viernes, los Primeros Sábados, Bendiciones con el Santísimo Sacramento, Novenas, Rosarios, etc.?

  • SÍ: 20%
  • NO: 80%

¿Conoce uno o más no-católicos que se hayan sentido atraídos a la Iglesia Católica por los recientes cambios litúrgicos?

  • SÍ: 3%
  • NO: 97%

¿Conoce uno o más católicos que ya no van a Misa a causa de los recientes cambios litúrgicos?

  • SÍ: 21%
  • NO: 79%

Dejamos a los lectores el comentario. Hay que señalar cómo las impresionantes respuestas a las dos últimas preguntas arrojan también una luz significativa sobre el problema de las vocaciones sacerdotales, como también sobre el tema (tocado por nosotros en la carta al Episcopado) de las conversiones religiosas».

Fuente: unavoceitalia.org


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*Probablemente Catholic Traditionalist Movement.