Sancta sancte tractanda, dice un viejo adagio
latino; las cosas santas deben tratarse santamente. Que bien lo comprendió Teresita
del Niño Jesús cuando apuntaba en uno de sus manuscritos autobiográficos:
«También
me sentía feliz por tocar los vasos sagrados y preparar los corporales destinados a recibir a Jesús.
Me daba cuenta de que tenía que ser muy fervorosa; recordaba con frecuencia las
palabras dirigidas a un santo diácono; ‘Sé
santo, tú que tocas los vasos del Señor’».
(Santa Teresa de Lisieux, Historia de un
alma, BAC, Madrid 1997, p.171)
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