En
el día de la Hispanidad, sirva como homenaje agradecido a nuestra Madre Patria,
el extracto de un discurso pronunciado en 1906 por el Rev. Don Esteban Muñoz
Donoso, eximio representante de la mejor oratoria chilena decimonónica, con ocasión de un Te Deum de acción de gracias por la
salvación del Rey de España, tras el atentado sufrido el día de
sus bodas.
En esa oportunidad, el orador sagrado, admirado por la entereza de su Majestad Alfonso XIII, el
coraje con que muchos nobles señores corren a escudar al joven
rey en peligro, y el clamor del pueblo que fulmina al parricida y vitorea
frenético a su Rey inerme y ensangrentado, se siente trasladado «a
los días más heroicos de la noble, de la hidalga España». Y continúa
diciendo: «De esa España, señores, que cual pueblo alguno luchó cerca de ocho
siglos por su libertad, por la fe cristiana, por la civilización verdadera; que
eclipsó a la Medialuna en Granada, que la hundió en Lepanto; esa España,
señores, que sacó de las aguas a esta América salvaje, y la convirtió en el
brillante y vasto mundo de Colón; de esa España, señores, que vertió a
torrentes sus tesoros y la sangre generosa de sus hijos por defender la fe
católica y domeñar la prepotencia de la herejía; de esa España que llenó los
cielos de santos y la tierra de héroes, sabios y artistas admirables; de esa
España, en fin, que es nuestra Madre España, que nos legó cuanto puede honrar y
engrandecer a un pueblo. Sus glorias son nuestras glorias, sus penas son
nuestras penas… Sí, une Iglesia
Chilena, tu canto de regocijo al de la Madre España; no sean los mares
obstáculo al abrazo de filial cariño: llora con su lloro, canta con su canto.
Ayúdale a agradecer los favores del Omnipotente, a bendecir sus piedades y a
pedir con ella que Dios la aliente en sus pruebas, la serene en sus zozobras,
en sus lágrimas la consuele, la colme en sus esperanzas; que su joven Rey sea
digno vástago de los Fernandos, Carlos y Felipes; que la proteja y bendiga
hasta hacer brillar de nuevo los días
gloriosos de su prístina grandeza. Te
Deum laudamus, te Dominum confitemur». (Tomado del volumen 11 de la Biblioteca de
Escritores de Chile, dedicado a los Oradores Sagrados Chilenos. Santiago, 1913)
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