La
educación sexual segregada de su ámbito natural, esto es, la comunicación respetuosa
y delicada de padres e hijos en el seno de la familia, aunque aparezca bien
intencionada, corre el riesgo de terminar en algo semejante a lo que advirtió
el gran Gómez Dávila: «La educación sexual se propone facilitarle
al educando el aprendizaje de las perversiones sexuales». (Nicolás
Gómez Dávila, Escolios. Selección,
Bogotá 2001, p. 334).
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