A
continuación recojo algunos párrafos de un bonito sermón de San Bernardo sobre
el oficio de los ángeles y de nuestra reverencia para con ellos.
«C
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elebramos
hoy la fiesta de los santos Ángeles, y exigís el sermón debido por tanta
solemnidad. Pero ¿qué os diré acerca de los espíritus angélicos siendo yo un
vil gusano de la tierra? Creo ciertamente y tengo una fe inquebrantable de que,
bienaventurados en la divina presencia y vista de Dios, se alegran sin fin en
la posesión de aquellos bienes del Señor, que ni ojo alguno vio, ni oído oyó,
ni entendimiento humano es capaz de comprender».
«Porque
en aquellos Espíritus soberanos no sólo se halla una dignidad admirable, sino
también una dignación amable. Es justo pues, hermanos, que ya que no podemos
comprender su gloria, nos acojamos más y más estrechamente a su misericordia,
de que nos consta que abundan los domésticos de Dios, los ciudadanos del Cielo,
los príncipes del Paraíso».
«Por
causa, pues, de este tan grande Ministro (Jesucristo) no es maravilla, que con
buena voluntad, y aun gustosamente, nos ministren los Ángeles santos; pues
ellos nos aman porque Cristo nos amó. Dice un adagio popular: quien bien quiere al amo, bien quiere a su
perro. Nosotros, oh bienaventurados Ángeles, cachorrillos somos de aquel
Señor a quien amáis con tanto afecto: cachorrillos, repito, que deseamos ser
saciados de las migajas que caen de la mesa de nuestros Señores, que sois
vosotros. Y esto sea dicho, hermanos, para que en adelante tengáis mucha mayor
confianza en los Ángeles bienaventurados, y por consecuencia con más
familiaridad invoquéis su auxilio en todas vuestras necesidades: y también para
que procuréis vivir en su presencia más dignamente, a fin de atraeros más y más
su gracia, captaros su benevolencia e implorar clemencia».
«Siendo
esto así, pensad cuánta solicitud necesitamos tener también nosotros,
carísimos, para exhibirnos dignos de la compañía y visita de los Ángeles; y de
que, de tal modo vivamos en su presencia, que no ofendamos jamás sus santos
ojos… Pues si nos es tan necesaria la familiaridad que se dignan tener con
nosotros los Ángeles, nos debemos guardar de ofenderlos, y debemos ejercitarnos
en aquellas cosas en que sabemos tienen gusto». (San Bernardo, Sermón 1° en la Fiesta de San Miguel)
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