miércoles, 28 de septiembre de 2016

LOS ÁNGELES, GUARDIANES DE LOS CACHORROS DEL AMO

A continuación recojo algunos párrafos de un bonito sermón de San Bernardo sobre el oficio de los ángeles y de nuestra reverencia para con ellos.



«C
elebramos hoy la fiesta de los santos Ángeles, y exigís el sermón debido por tanta solemnidad. Pero ¿qué os diré acerca de los espíritus angélicos siendo yo un vil gusano de la tierra? Creo ciertamente y tengo una fe inquebrantable de que, bienaventurados en la divina presencia y vista de Dios, se alegran sin fin en la posesión de aquellos bienes del Señor, que ni ojo alguno vio, ni oído oyó, ni entendimiento humano es capaz de comprender».

«Porque en aquellos Espíritus soberanos no sólo se halla una dignidad admirable, sino también una dignación amable. Es justo pues, hermanos, que ya que no podemos comprender su gloria, nos acojamos más y más estrechamente a su misericordia, de que nos consta que abundan los domésticos de Dios, los ciudadanos del Cielo, los príncipes del Paraíso».

«Por causa, pues, de este tan grande Ministro (Jesucristo) no es maravilla, que con buena voluntad, y aun gustosamente, nos ministren los Ángeles santos; pues ellos nos aman porque Cristo nos amó. Dice un adagio popular: quien bien quiere al amo, bien quiere a su perro. Nosotros, oh bienaventurados Ángeles, cachorrillos somos de aquel Señor a quien amáis con tanto afecto: cachorrillos, repito, que deseamos ser saciados de las migajas que caen de la mesa de nuestros Señores, que sois vosotros. Y esto sea dicho, hermanos, para que en adelante tengáis mucha mayor confianza en los Ángeles bienaventurados, y por consecuencia con más familiaridad invoquéis su auxilio en todas vuestras necesidades: y también para que procuréis vivir en su presencia más dignamente, a fin de atraeros más y más su gracia, captaros su benevolencia e implorar clemencia».

«Siendo esto así, pensad cuánta solicitud necesitamos tener también nosotros, carísimos, para exhibirnos dignos de la compañía y visita de los Ángeles; y de que, de tal modo vivamos en su presencia, que no ofendamos jamás sus santos ojos… Pues si nos es tan necesaria la familiaridad que se dignan tener con nosotros los Ángeles, nos debemos guardar de ofenderlos, y debemos ejercitarnos en aquellas cosas en que sabemos tienen gusto». (San Bernardo, Sermón 1° en la Fiesta de San Miguel)

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