El
29 de marzo de 1987 el papa Juan Pablo II beatificaba a tres religiosas
carmelitas del convento de San José de Guadalajara, España, muertas mártires de
Jesucristo en los inicios de la contienda civil. Un Papa venido del este, testigo
de primera mano de la barbarie comunista, corría finalmente el velo de un ominoso
silencio, que ocultaba el heroísmo grandioso de todo un batallón de mártires
caídos por odio a la fe durante la persecución religiosa en España, entre 1936
y 1939. Y hoy la iglesia conmemora a estas tres mujeres fuertes que no
vacilaron en dar su vida por el Esposo amado a quien ya servían. Sus nombres
son: Beata María del Pilar
(1877-1936); Beata Teresa del Niño Jesús
de San Juan de la Cruz (1909-1936); Beata
María Ángeles de San José (1905-1936). De la página www.martiresdeguadalajara, tomo esta breve y conmovedora acta martirial:
“El
anhelo del martirio crecía más y más en cada corazón de este bendito palomar.
Las 18 carmelitas que lo componían se enardecían unas a otras en las
recreaciones con un ansia creciente del martirio, el cual esperaban alcanzar de
la misericordia del Señor.
La
Beata Mª Pilar decía: “Si nos llevan al martirio iremos cantando “Corazón
Santo, tú reinarás”. Yo desearía morir al grito de ¡Viva Cristo Rey!,
contestaba la Beata Teresa; y comentaba: “Los mártires en el cielo tendrán
particular amor a sus verdugos, por la gran felicidad que les proporcionaron”.
La
Beata Mª Ángeles le decía a una hermana que tenía a su lado: “¡El martirio!
¡Qué dicha tan grande! Pero no soy digna de esa gracia. Hay que alcanzarla con
la fidelidad en las cosas pequeñas”.
El
22 de julio de 1936, Guadalajara fue tomada por lo rojos. Había que abandonar
el convento. Las monjas vestidas de seglares se disponían a salir, ya que
venían a quemar el monasterio. Salen de dos en dos y se reparten en casas
conocidas, oran sin cesar.
El
día 24, siendo muchas en el mismo lugar y comprometiendo a la dueña de la casa,
Hna. Teresa se ofrece a llevar dos Hermanas a casa de una amiga suya, confiando
en que las recibirían; así fue como Hna. Mª Pilar y Hna. Ángeles la
acompañaron.
Salen
sobre las 4 de la tarde, a la casa número 5 de la calle Francisco Cuesta; pasan
junto a un camión en donde unos milicianos estaban merendando. Una miliciana al
verlas exclamó: “¡Disparadles, son monjas!”. Se bajan del camión y van en su
busca. Ya habían entrado en el portal, pero las obligan a salir a la calle.
La
primera en salir es Hna. Mª Ángeles, le disparan varias veces, cae mortalmente
herida. En silencio entrega su vida a Dios. ¡El amor a Jesús ha sido más fuerte
que la muerte! Se había pasado toda la noche suspirando por la gracia del
martirio; le decía a su Madre Priora: “¡Madre, qué dicha si fuéramos mártires!
Murió por ser esposa de Jesús, la mataron por ser monja.
Hna.
Mª Pilar recibe varios tiros, da unos pasos y cae desplomada. Al ver que no
está muerta, disparan nuevamente sobre ella, dándole también con un cuchillo.
Ella exclama: “¡Viva Cristo Rey! ¡Dios mío perdónalos! Un guardia de asalto
consigue llevarla a un Farmacia próxima y de aquí es trasladada al puesto de la
Cruz Roja a donde fue atendida con mucha caridad y al oír hablar a Dña. María
Carrasco, decía: “No me deje señora, que no me toquen. ¿Pero qué les he hecho
yo?, ¡perdónales, Señor! Su amor a la pureza y su perdón, como el Maestro. En
una ambulancia se la llevó al Hospital Provincial y fue reconocida nuevamente.
Tenía: una perdigonada en el vientre, rota la columna vertebral, una pierna
rota y un riñón al descubierto. El Director avisa a la Hermana de la Caridad
Sor Dolores Casanova “es una monja”. Le da a besar el Crucifijo y muere en sus
brazos repitiendo: Perdónales, perdónales…
Hna.
Teresa ha presenciado la muerte de sus Hermanas, pero ella queda indemne. Trata
de entrar en el Hotel Palace, pero unos milicianos se lo impiden: En esto llega
otro que intenta tomarla por el brazo, pero lo rechaza con energía. La obliga a
ir por la calle San Juan de Dios y le dice: “No te asustes, esos son unos
brutos; te llevaré adonde no te pase nada”. Ella repite sin cesar: “Jesús,
Jesús…” Llegan al puente de San Antonio, tuercen hacia el camino del Cementerio.
Camina lentamente, va recelosa; arrecian las insinuaciones malignas del grupo
de milicianos que se les habían juntado, le quieren obligar que grite: “Viva el
comunismo”. Pero esta nueva heroína de la fe, firme en su propósito de entrega
a Dios, abre sus brazos en cruz y echa a correr gritando: “¡Viva Cristo Rey!,
¡Viva Cristo Rey!” Una descarga por la espalda troncha la tercera azucena
blanca.
Le
habían dado a Cristo como eran sus deseos TODA SU SANGRE”.
Bienaventuradas
mártires carmelitas de Guadalajara, orate
pro nobis!
Otro relato conmovedor de este martirio en: http://www.preguntasantoral.es/2012/07/beatas-martires-carmelitas-de-guadalajara/
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