viernes, 29 de noviembre de 2019

LA LIBERALIDAD DE DIOS CREADOR


En este texto San Gregorio Nacianceno nos invita a considerar la infinita liberalidad del Creador para con nosotros. Y ante este sublime paradigma, nuestro corazón se sentirá movido a mostrarse espléndido y generoso con el prójimo necesitado.

«R
econoce de dónde te viene que existas, que tengas vida, inteligencia y sabiduría, y, lo que está por encima de todo, que conozcas a Dios, tengas la esperanza del reino de los cielos y aguardes la contemplación de la gloria (ahora, ciertamente, de forma enigmática y como en un espejo, pero después de manera más plena y pura); reconoce de dónde te viene que seas hijo de Dios, coheredero de Cristo, y, dicho con toda audacia, que seas, incluso, convertido en Dios. ¿De dónde y por obra de quién te vienen todas estas cosas?
Limitándonos a hablar de las realidades pequeñas que se hallan al alcance de nuestros ojos, ¿de quién procede el don y el beneficio de que puedas contemplar la belleza del cielo, el curso del sol, la órbita de la luna, la muchedumbre de los astros y la armonía y el orden que resuenan en todas estas cosas, como en una lira?
¿Quién te ha dado las lluvias, la agricultura, los alimentos, las artes, las casas, las leyes, la sociedad, una vida grata y a nivel humano, así como la amistad y familiaridad con aquellos con quienes te une un verdadero parentesco?
¿A qué se debe que puedas disponer de los animales, en parte como animales domésticos y en parte como alimento?
¿Quién te ha constituido dueño y señor de todas las cosas que hay en la tierra?
¿Quién ha otorgado al hombre, para no hablar de cada cosa una por una, todo aquello que le hace estar por encima de los demás seres vivientes?
¿Acaso no ha sido Dios, el mismo que ahora solicita tu benignidad, por encima de todas las cosas y en lugar de todas ellas? ¿No habríamos de avergonzarnos, nosotros, que tantos y tan grandes beneficios hemos recibido o esperamos de él, si ni siquiera le pagáramos con esto, con nuestra benignidad? Y si él, que es Dios y Señor, no tiene a menos llamarse nuestro Padre, ¿vamos nosotros a renegar de nuestros hermanos?» (San Gregorio Nacianceno, Sermón 14, sobre el amor a los pobres, 23-25. PG 35, 887-890).


viernes, 22 de noviembre de 2019

SOCORRIENDO A LAS ALMAS DEL PURGATORIO

 Imagen de aleteia.org

Breve texto de San Bernardo que refleja la premura de su caridad para con las almas del purgatorio:

«Tres son los lugares a que van las almas de los muertos según sus méritos respectivos: el infierno, el purgatorio y el cielo. Al infierno los impíos, al purgatorio los que deben purificarse, al cielo los perfectos...
Los primeros no merecen ser rescatados y los últimos ya no lo necesitan. Por eso nos compadecemos de los que están entre unos y otros, pues nos une a ellos el vínculo de nuestra humanidad...
Me apresuraré a ir en su socorro; me interesaré por ellas con suspiros, imploraré su perdón con mis penitencias, intercederé por ellas con mis súplicas y satisfaré por ellas con el incruento Sacrifico; para ver si consigo de esta suerte que el Señor se digne aceptar estos sufragios y juzgue oportuno aplicárselos, trocando su trabajo en descanso, su miseria en riqueza y su aflicción en corona de gloria sempiterna. Con estos sufragios e intercesiones y otros parecidos podemos abreviar sus tormentos, poner término a su cautiverio y destruir la pena que merecen. Recorre, pues, alma fiel, quienquiera que seas, recorre aquella región de la expiación, y observa lo que allí se hace y padece; y en este mercado haz tus provisiones de afectos de compasión, que te inspiren aplicar a aquellas almas toda clase de sufragios» (San Bernardo, Sermones varios, sermón 42, 5).

martes, 19 de noviembre de 2019

LA MISA Y LOS COROS CELESTIALES

Fotografía: catholicvs.blogspot

En su ensayo acerca de la misión de los Ángeles, Jean Daniélou nos ha dejado unas páginas selectas, de inspiración patrística, sobre el rol predominante que las jerarquías celestes ejercen en la celebración del Sacrificio eucarístico. De nuestra parte, debemos asociarnos con reverencia y humildad a los coros angélicos, para que nuestro pobre actuar humano no desentone ni perturbe la celestial melodía de los Serafines.

«P
ero los ángeles están asociados todavía mucho más al sacrificio eucarístico propiamente dicho. La misa es, en efecto, una participación sacramental en la liturgia celestial, en el culto oficialmente rendido a la Trinidad por el pleroma de la creación espiritual. La presencia de los ángeles introduce la eucaristía en el mismísimo cielo. Contribuye a rodearla de un misterio sagrado: ‘Los ángeles rodean al sacerdote’, escribe san Juan Crisóstomo. ‘Todo el santuario y el espacio en torno al altar están colmados por las potencias celestiales para honrar a Aquel que está presente sobre el altar’. Y en otra parte: ‘Represéntate en qué coros vas a entrar. Revestido de un cuerpo, has sido juzgado digno de celebrar con las potencias celestiales al común Señor de todos’. Y también: ‘He aquí la mesa regia. Los ángeles sirven a esta mesa. El Señor mismo está presente’

Vemos así cómo el despliegue de la liturgia terrestre es como un reflejo visible, un símbolo eficaz de la liturgia celeste de los ángeles. La misma liturgia expresa esta unidad de ambos cultos en el prefacio, cuando invita a la comunidad eclesial a unirse a los tronos y a las dominaciones, a los querubines y a los serafines para cantar el himno seráfico, el Trisagio: ‘Reflexiona ante quien estás y con quien vas a invocar Dios: con los querubines. ‘Represéntate en qué coros vas a entrar. Que nadie se asocie con negligencia a estos himnos sagrados y místicos. Que ninguno conserve pensamientos terrenos (¡Levantemos el corazón!) sino que, desprendiéndose de todas las cosas terrestres y transportándose todo entero al cielo, como ubicándose junto al trono mismo de la gloria y volando con los serafines, cante el himno santísimo del Dios de gloria y majestad’ (San Juan Crisóstomo).

También Teodoro de Mopsuesta subraya esta participación en la liturgia angélica en el Trisagio. Sobre esto hay que señalar que este aspecto es particularmente caro a la tradición Antioquena. ‘El sacerdote menciona ciertamente a todos los serafines que hacen subir hacia Dios esta alabanza que, por una revelación divina, el bienaventurado Isaías conoció, y que él trasmitió por la Escritura. Es esta alabanza la que todos nosotros, reunidos, hacemos en voz alta, de modo tal que eso mismo que dicen las naturalezas invisibles también nosotros lo digamos... Por ahí mostramos la grandeza de la misericordia que se ha extendido gratuitamente sobre nosotros. El terror religioso llena nuestra conciencia, ya sea antes de clamar ¡Santo!, ya sea después’. Se observa aquí que el canto de los serafines es la expresión del temor sagrado. Describe el terror reverencial que sienten las criaturas más altas en presencia de la infinita excelencia divina. Y esto hace comprender mejor la santidad de la Eucaristía que nos introduce con los serafines, en presencia del Dios muy Santo, velado solamente por la frágil especie del pan y del vino» (Jean Daniélou, La misión de los ángeles, Ed. Paulinas 2006, p. 69-72).

jueves, 7 de noviembre de 2019

EL SIGNIFICADO DE LOS ORNAMENTOS NEGROS

Exequias del Cardenal Joachim Meisner
Catedral de Colonia, julio de 2017

Durante el mes noviembre, la Iglesia, como buena Madre, hace especial memoria de sus hijos difuntos. Lo recordaba el Papa recientemente: «Queridos amigos, en este mes de noviembre estamos invitados a rezar por los difuntos. Encomendemos a Dios, especialmente en la Eucaristía, a nuestros familiares, amigos y conocidos, sintiéndonos cercanos en la compañía espiritual de la Iglesia». En este contexto de recuerdo y oración por nuestros fieles difuntos, me ha parecido interesante ofrecer en español un artículo de Brian Williams sobre el significado de los ornamentos negros en el uso litúrgico de la Iglesia. Si bien han ido desapareciendo en las últimas décadas, su uso está plenamente vigente y es ampliamente recomendable.


Abogando por los ornamentos negros
Por Brian Williams
Texto original: Liturgy Guy

E
l día de Todos los fieles difuntos nos presenta una vez más la oportunidad de considerar el uso de ornamentos negros dentro de la Misa. Mientras el negro es el color litúrgico requerido para el día de todos los fieles difuntos y para todos los funerales en la Misa latina tradicional, ha desaparecido casi del todo en el Novus Ordo. El blanco, un color históricamente asociado al bautismo y otras celebraciones, ha reemplazado al negro en la mayoría de las parroquias durante los últimos cuarenta años.
Comenzando con la elección del Papa Benedicto XVI en 2005, y continuando con el resurgimiento del antiguo rito tras la promulgación de Summorum Pontificum en 2007, toda una generación de sacerdotes amigos de la tradición ha comenzado a redescubrir el rico significado del uso de los ornamentos negros. El padre Ryan Erlenbush, escribiendo varios años atrás en The New Theological Movement, señalaba:

El color negro significa luto, pero no simplemente luto en general. El negro nos invita más particularmente a llorar y orar por los muertos. Mientras que el blanco es un color de fiesta y regocijo, el violeta (morado) es el color que significa la penitencia y dolor por el pecado.
El violeta, sin embargo, nos invita más al dolor por nuestros propios pecados y hacer penitencia por nuestra propia miseria. El negro, por otro parte, nos ayuda moviéndonos a llorar no por nosotros mismos, sino por el difunto. Esta es la razón por la cual el negro es tan adecuado para la Misa de exequias (además de las de Requiem y la de Todos los fieles difuntos); este color nos recuerda rezar por los muertos.

En pocas palabras, el uso de ornamentos negros es auténticamente católico. La verdad dogmática de que nosotros, la Iglesia Militante, debemos rezar por los muertos se reafirma con el uso del color negro en la Misa. Se trata de otro ejemplo más de cómo nuestra liturgia reafirma nuestra teología: lex orandi, lex credendi. Es también una enseñanza de la Iglesia que la mayoría de los protestantes no sostiene ni comprende. El padre Erlenbush continúa diciendo:

La Misa de Exequias no es en realidad para la familia, aunque haya ciertamente muchas oraciones para consolar a aquellos que están afligidos. Más bien la misa exequial es principalmente para quien ha fallecido: prácticamente cada oración es para pedir por el perdón de sus pecados (esto es, por la remisión de la pena temporal debida al pecado). Los funerales no son principalmente para los vivos, sino para los muertos, aunque alguien (aunque sea un sacerdote) te pueda decir otra cosa. Es por eso que no tiene sentido, teológicamente hablando, usar ornamentos blancos o incluso morados para una Misa exequial o de Requiem.

La Conmemoración de Todos los fieles difuntos nos brinda la oportunidad de contemplar nuestra propia condición mortal, mientras rezamos en la tierra por la Iglesia purgante. Los ornamentos negros recuerdan a los fieles que debemos orar por los difuntos. Y esta obra de misericordia espiritual no es opcional. El Padre Erlenbush aborda la confusión que puede ocasionar el uso de vestimentas blancas en el día de Todos los difuntos:

En el día de Todos los Santos, está prescrito para el sacerdote llevar ornamentos blancos porque los santos están ya en el cielo y disfrutan de la visión de Dios. Ellos son absolutamente felices y no tienen ninguna necesidad de nuestras oraciones. En el día de todos los fieles difuntos, sin embargo, la Misa es ofrecida por las almas santas del purgatorio; se ofrece como una oración en su favor, para la remisión de la pena temporal debida a sus pecados.
Ahora bien, si el sacerdote usa ornamentos blancos el día de todos los fieles difuntos, ¿podrá sorprenderse de que sus fieles hayan dejado de creer en la realidad del purgatorio?  Si el sacerdote usa un color festivo, en lugar del color propio del duelo piadoso, ¿creerá alguna vez alguien que hay almas que sufren una purificación después de la muerte?

Como la Misa latina tradicional requiere ornamentos negros para el día de todos los fieles difuntos, como también para las misas exequiales y de Requiem, el resurgimiento de este color litúrgico solo debería aumentar en los próximos años. Con muchos sacerdotes jóvenes aprendiendo ambas formas del Rito Romano, poco a poco comenzaremos a ver que las vestimentas blancas ceden el paso al tradicional color negro en más y más parroquias en el día de todos los fieles difuntos. Esta recuperación litúrgica puede ayudar a una mayor comprensión del purgatorio y de nuestra necesidad de orar por las almas de los fieles difuntos.

sábado, 2 de noviembre de 2019

DALES SEÑOR EL DESCANSO ETERNO


La Iglesia, como dice la Constitución Lumen Gentium, n. 50, teniendo perfecta conciencia de la comunión que reina en todo el Cuerpo místico de Jesucristo, ya desde los primeros tiempos de la religión cristiana guardó con gran piedad la memoria de los difuntos y ofreció sufragios por ellos, «porque es santo y saludable el pensamiento de orar por los difuntos para que queden libres de sus pecados» (2 Mac 12, 46). Y un Padre de la Iglesia explica de la siguiente manera esta preocupación materna de la Iglesia por sus hijos difuntos:

«Oigo decir a muchos: ¿de qué le sirve a un alma que ya ha salido de este mundo con pecados o sin ellos, que se le recuerde en la oración? Y les respondo: si un rey envía al destierro a quienes le ofendieron, mas luego se le acercan los parientes de los desterrados ofreciéndole el homenaje de una corona en favor de ellos, ¿no los recompensará librando de la pena a sus allegados? Del mismo modo nos comportamos nosotros con los difuntos, aunque hayan sido pecadores. Ofreciendo a Dios nuestras preces, no tejemos una corona, sino que tratamos de hacer propicio al Dios clemente, por ellos y por nosotros, ofreciéndole a Cristo sacrificado por nuestros pecados» (San Cirilo de Jerusalén, Catequesis Mistagógicas 5, 10).