domingo, 19 de diciembre de 2021

MARÍA, ARCA DE LA NUEVA ALIANZA

Hermosa reflexión del Papa Benedicto para los últimos días de Adviento. 

«Isabel, acogiendo a María, reconoce que se está realizando la promesa de Dios a la humanidad y exclama: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?» (Lc 1, 42-43). La expresión «bendita tú entre las mujeres» en el Antiguo Testamento se refiere a Yael (Jue 5, 24) y a Judit (Jdt 13, 18), dos mujeres guerreras que se ocupan de salvar a Israel. Ahora, en cambio, se dirige a María, joven pacífica que va a engendrar al Salvador del mundo. Así también el estremecimiento de alegría de Juan (cf. Lc 1, 44) remite a la danza que el rey David hizo cuando acompañó el ingreso del Arca de la Alianza en Jerusalén (cf. 1 Cro 15, 29). El Arca, que contenía las tablas de la Ley, el maná y el cetro de Aarón (cf. Hb 9, 4), era el signo de la presencia de Dios en medio de su pueblo. El que está por nacer, Juan, exulta de alegría ante María, Arca de la nueva Alianza, que lleva en su seno a Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre» (Benedicto XVI, Ángelus IV Domingo de Adviento, 23 de diciembre de 2012).

Fuente: vatican.va
 

miércoles, 8 de diciembre de 2021

¿POR QUÉ INMACULADA?

Extracto del Angelus de Benedicto XVI del 8 de diciembre de 2006:

«Hoy celebramos una de las fiestas de la santísima Virgen más bellas y populares:  la Inmaculada Concepción. María no sólo no cometió pecado alguno, sino que fue preservada incluso de la herencia común del género humano que es la culpa original, por la misión a la que Dios la destinó desde siempre:  ser la Madre del Redentor.

Todo esto está contenido en la verdad de fe de la “Inmaculada Concepción”. El fundamento bíblico de este dogma se encuentra en las palabras que el ángel dirigió a la joven de Nazaret: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc 1, 28). “Llena de gracia” —en el original griego kecharitoméne— es el nombre más hermoso de María, un nombre que le dio Dios mismo para indicar que desde siempre y para siempre es la amada, la elegida, la escogida para acoger el don más precioso, Jesús, “el amor encarnado de Dios” (Deus caritas est, 12).

Podemos preguntarnos:  ¿por qué entre todas las mujeres Dios escogió precisamente a María de Nazaret? La respuesta está oculta en el misterio insondable de la voluntad divina. Sin embargo, hay un motivo que el Evangelio pone de relieve:  su humildad. Lo subraya bien Dante Alighieri en el último canto del “Paraíso”:  “Virgen Madre, hija de tu Hijo, la más humilde y más alta de todas las criaturas, término fijo del designio eterno” (Paraíso XXXIII, 1-3). Lo dice la Virgen misma en el Magníficat, su cántico de alabanza: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, (...) porque ha mirado la humildad de su esclava” (Lc 1, 46. 48). Sí, Dios quedó prendado de la humildad de María, que encontró gracia a sus ojos (cf. Lc 1, 30). Así llegó a ser la Madre de Dios, imagen y modelo de la Iglesia, elegida entre los pueblos para recibir la bendición del Señor y difundirla a toda la familia humana.

Esta “bendición” es Jesucristo. Él es la fuente de la gracia, de la que María quedó llena desde el primer instante de su existencia. Acogió con fe a Jesús y con amor lo donó al mundo. Esta es también nuestra vocación y nuestra misión, la vocación y la misión de la Iglesia:  acoger a Cristo en nuestra vida y donarlo al mundo “para que el mundo se salve por él” (Jn 3, 17).

Fuente: vatican.va


 

jueves, 18 de noviembre de 2021

UN ESPACIO PARA LA LITURGIA TRADICIONAL

Luego de la publicación de Traditionis Custodes han proliferado los «expertos» que se sienten llamados a explicarnos las motivaciones que inspiraron a Benedicto XVI, cuando publicó su motu proprio Summorum Pontificum. Quienes están familiarizados con el pensamiento litúrgico del Papa emérito, y modestamente creo contarme entre uno de ellos, advertimos con facilidad el sesgo de tales explicaciones. Para Benedicto XVI, si no se deja un amplio espacio a la celebración de los ritos preconciliares, los mismos ritos reformados vivirán en una perpetua inestabilidad, siempre amenazados por el relativismo y el subjetivismo. En cualquier caso, como gracias a Dios el Papa Ratzinger aún nos acompaña, y con la suficiente lucidez para poder hablar por sí mismo, a quien quiera arrogarse la autoridad de interpretar las motivaciones litúrgicas de su pontificado, al menos se le podrá exigir este mínimo de nobleza: solicitar la opinión del propio interesado. Si no fuera posible, esas motivaciones están expuestas con claridad y de modo bien explícito en sus obras litúrgicas y en su magisterio como Papa. Lo que afirmo bien puede deducirse del siguiente texto del Cardenal Ratzinger tomado de su Informe sobre la fe, uno de los diagnósticos más agudos sobre la situación de la Iglesia posconciliar.

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«Como quiera que sea, lo que según Ratzinger tiene que encontrarse de nuevo plenamente es «el carácter predeterminado, no arbitrario, “imperturbable”, “impasible” del culto litúrgico». «Ha habido años –recuerda– en que los fieles, al prepararse para asistir a un rito, a la misma Misa, se preguntaban de qué modo se desencadenaría aquel día la creatividad del celebrante...» Lo cual, recuerda, estaba en abierta contradicción con la advertencia insólitamente severa y solemne del Concilio: “Que nadie (fuera de la Santa Sede y de la jerarquía episcopal), que nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite, o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la liturgia» (SC n, 22, 3).

Añade: «La liturgia no es un show, no es un espectáculo que necesite directores geniales y actores de talento. La liturgia no vive de sorpresas “simpáticas”, de ocurrencias “cautivadoras”, sino de repeticiones solemnes. No debe expresar la actualidad, el momento efímero, sino el misterio de lo Sagrado. Muchos han pensado y dicho que la liturgia debe ser “hecha” por toda la comunidad para que sea verdaderamente suya. Es ésta una visión que ha llevado a medir el “resultado” de la liturgia en términos de eficacia espectacular, de entretenimiento. De este modo se ha dispersado el proprium litúrgico, que no proviene de lo que nosotros hacemos, sino del hecho de que aquí acontece Algo que todos nosotros juntos somos incapaces de hacer. En la liturgia opera una fuerza, un poder que ni siquiera la Iglesia entera puede conferirse: lo que en ella se manifiesta es lo absolutamente Otro que, a través de la comunidad (la cual no es dueña, sino sierva, mero instrumento), llega hasta nosotros». 

Continúa: «Para el católico, la liturgia es el hogar común, la fuente misma de su identidad: también por esta razón debe estar “predeterminada” y ser “imperturbable”, para que a través del rito se manifieste la Santidad de Dios. En lugar de esto, la rebelión contra lo que se ha llamado “vieja rigidez rubricista”, a la que se acusa de ahogar a la “creatividad”, ha sumergido la liturgia en la vorágine del “hazlo-como quieras”, y así, poniéndola al nivel de nuestra mediocre estatura, no se ha hecho otra cosa que trivializarla» (Card. Joseph Ratzinger–Vittorio Messori, Informe sobre la fe, BAC 1985, pp. 138-139).

 


 

lunes, 1 de noviembre de 2021

LA CORONA DE LOS SANTOS

Nadie podrá ser coronado si no ha vencido, ni podrá vencer si no ha luchado, decía San Agustín. Los santos del cielo han alcanzado la corona inmarcesible de gloria (1 Pedro 5, 4) porque han luchado por imprimir la imagen de Cristo en sus vidas, y su victoria viene coronada finalmente por Dios: «al coronar sus méritos, coronas tu propia obra», dice hermosamente el prefacio de los Santos. Desde antiguo se ha representado a los santos con un disco o aureola sobre sus cabezas para simbolizar la corona que Dios otorga a sus soldados vencedores. Interesante al respecto es el comentario de Santo Tomás a un versículo del salmo 5 (Señor nos coronaste con el escudo de tu buena voluntad):  

«El Señor está aquí abajo como escudo protector, pero en la Patria como escudo que corona. De hecho, era una costumbre entre los antiguos romanos usar escudos redondos, y en ellos tenían la esperanza de la victoria; y cuando triunfaban, usaban ese mismo escudo como corona. Y de ahí que los santos estén representados en los cuadros con un escudo redondo en la cabeza, pues, habiendo obtenido la victoria sobre sus enemigos, como los romanos, llevan un escudo redondo en la cabeza, que les sirve de corona. Por eso el salmista dice: con tu buena voluntad nos coronaste como con un escudo, es decir: para el escudo de nuestra coronación tenemos tu buena voluntad, que nos defiende aquí abajo, y que nos corona en la Patria». (Postilla super Psalmos 5, 9).


 

jueves, 28 de octubre de 2021

BENEDICTO XVI PRESENTA A LOS APÓSTOLES SIMÓN Y JUDAS

San Judas Tadeo. El Greco 

Benedicto XVI dedicó la Audiencia del miércoles 11 de octubre de 2006 a los Santos Apóstoles Simón y Judas. En ambos, el Papa emérito advierte esa característica que no puede faltar en la vida del auténtico Apóstol: el «celo ardiente por servir al Dios único con plena entrega». A la luz del lenguaje firme y severo que emplea San Judas Tadeo en su carta neotestamentaria, Benedicto XVI nos invita a no transigir cuando se trata de defender «las líneas fundamentales e irrenunciables de nuestra identidad cristiana».

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«... A Judas Tadeo se le ha atribuido la paternidad de una de las cartas del Nuevo Testamento que se suelen llamar “católicas” por no estar dirigidas a una Iglesia local determinada, sino a un círculo mucho más amplio de destinatarios. Se dirige “a los que han sido llamados, amados de Dios Padre y guardados para Jesucristo” (v. 1). Esta carta tiene como preocupación central alertar a los cristianos ante todos los que toman como excusa la gracia de Dios para disculpar sus costumbres depravadas y para desviar a otros hermanos con enseñanzas inaceptables, introduciendo divisiones dentro de la Iglesia “alucinados en sus delirios” (v. 8), así define Judas esas doctrinas e ideas particulares. Los compara incluso con los ángeles caídos y, utilizando palabras fuertes, dice que “se han ido por el camino de Caín” (v. 11). Además, sin reticencias los tacha de “nubes sin agua zarandeadas por el viento, árboles de otoño sin frutos, dos veces muertos, arrancados de raíz; son olas salvajes del mar, que echan la espuma de su propia vergüenza, estrellas errantes a quienes está reservada la oscuridad de las tinieblas para siempre” (vv. 12-13).

Hoy no se suele utilizar un lenguaje tan polémico, que sin embargo nos dice algo importante. En medio de todas las tentaciones, con todas las corrientes de la vida moderna, debemos conservar la identidad de nuestra fe. Ciertamente, es necesario seguir con firme constancia el camino de la indulgencia y el diálogo, que emprendió felizmente el concilio Vaticano II. Pero este camino del diálogo, tan necesario, no debe hacernos olvidar el deber de tener siempre presentes y subrayar con la misma fuerza las líneas fundamentales e irrenunciables de nuestra identidad cristiana. 

Por otra parte, es preciso tener muy presente que nuestra identidad exige fuerza, claridad y valentía ante las contradicciones del mundo en que vivimos. Por eso, el texto de la carta prosigue así:  “Pero vosotros, queridos ―nos habla a todos nosotros―, edificándoos sobre vuestra santísima fe y orando en el Espíritu Santo, manteneos en la caridad de Dios, aguardando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. A los que vacilan tratad de convencerlos...” (vv. 20-22). La carta se concluye con estas bellísimas palabras:  “Al que es capaz de guardaros inmunes de caída y de presentaros sin tacha ante su gloria con alegría, al Dios único, nuestro Salvador, por medio de Jesucristo, nuestro Señor, gloria, majestad, fuerza y poder antes de todo tiempo, ahora y por todos los siglos. Amén” (vv. 24-25).

Texto completo en: www.vatican.va

 


 

martes, 19 de octubre de 2021

MONSEÑOR HUONDER Y LA MISA TRADICIONAL

Monseñor Vitus Huonder el día de su jubileo sacerdotal. 
Foto del artículo de origen.

El Distrito Suizo de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X ha publicado una entrevista larga y familiar con Monseñor Vitus Huonder, obispo emérito de Coira, Suiza, con ocasión de sus bodas de oro sacerdotales. En 2019, luego de 12 años como obispo titular de esa diócesis y con la venia del Santo Padre, Mons. Hounder eligió vivir su retiro en una casa de la FSSPX, en Wangs, con el fin de llevar una vida de oración y estudio en una comunidad que le es bien conocida. A lo largo de la conversación Monseñor explica el porqué de su decisión y lo contento que se halla en un ambiente donde palpa una fe joven y vibrante, y en el que puede prestar sus servicios como sacerdote de larga experiencia y amante de la Tradición. 

A continuación dejo traducidas al castellano las preguntas de la entrevista que se refieren más directamente a su aprecio por la Misa Tridentina y al dolor que le ha causado el reciente Motu Proprio Traditionis CustodesFelicitamos a Mons. Hounder por su jubileo sacerdotal y le deseamos un ministerio fecundo al servicio de la Iglesia en esta etapa de su vida.

Entrevista completa en francés y en inglés: fsspx.ch/fr y sspx.org.

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Desde que está aquí en Wangs, también celebra diariamente la misa, y lo hace exclusivamente según el rito tradicional. ¿Qué le aporta la celebración de este rito tradicional?

Por supuesto, he estudiado muy de cerca el nuevo rito y el rito tradicional. Este estudio me hizo notar diferencias significativas: por ejemplo, que algunos textos habían sido acortados, suprimidos, como algunas oraciones que son muy importantes para el sacerdote. Ahora bien, sólo me puedo nutrir de todas estas oraciones en el rito tradicional. Está claro que esto fortalece al sacerdote, refuerza sobre todo la fe, pero también la entrega de sí mismo durante la misa. Uno se sabe verdaderamente ante Dios, ante Jesús y no simplemente ante una comunidad. Todo esto puedo redescubrirlo en el rito tradicional; es tan precioso y, digamos, tan atemporal que no querría volver atrás.

¿Puedo concluir de sus palabras que ya no desea celebrar el Novus Ordo?

No quisiera volver a hacerlo. Simplemente siento que ya no podría hacerlo de nuevo, porque cuando te sumerges en la misa tradicional, llegas a un punto en el que sientes que no puedes hacer otra cosa.

Quiere decir que no sólo por un sentimiento o por una razón estética, sino por la fe.

Exacto, a causa de su profundidad. Yo siempre digo: el rito, tal como lo tenemos, es también una profesión de fe, y una profesión de fe no puede dejarse de lado sin más. ¿Qué diría la gente si yo, como obispo, prohibiera el rezo del Símbolo de los Apóstoles? ¿Qué me dirían los fieles? Me dirían: ¿Qué hace usted?, ¡eso no es posible! No debemos olvidar que el rito tradicional, sobre todo porque tiene el peso de los años, esa madurez, es también una profesión de fe. No podemos exigir a los fieles que dejen de lado esta profesión de fe.

Los signos, incluso de parte de la más alta autoridad de la Iglesia, no presagian realmente una vuelta a las fuentes de la Tradición. Muy recientemente, el Papa Francisco ha publicado su Motu Proprio Traditionis Custodes, con el que limita ampliamente la celebración de la misa según el rito tradicional. Uno no puede dejar de pensar que se busca impedirlo casi por completo. ¿Cómo ha recibido usted este documento?

Ya puede imaginar lo mucho que me ha afectado, me ha entristecido; sí, he llorado. No me esperaba esto. No veo cuales son las causas. Si yo fuera todavía un obispo en funciones con buena llegada al Santo Padre, le pediría que se informara más con las personas que esta medida afecta directamente. Hay tantas personas dolidas, no solo sacerdotes, sino también fieles, niños, jóvenes, familias, porque como he podido constatar, en torno a la Tradición tenemos familias numerosas. No sé si los asesores del Santo Padre se daban cuenta de lo que infligían a estas personas. ¿Qué les están haciendo? No, esto me entristece profundamente y pido de verdad a mis hermanos en el episcopado, especialmente a los cardenales, que reconsideren todo el asunto, lo que ha sucedido y que se dirijan al Santo Padre con las peticiones oportunas. Este es su deber, porque no se trata simplemente de una ley eclesiástica, de un decreto. Se trata del corazón de la fe. ¡El corazón de la fe! Y atacar así el corazón de la fe de los fieles, simplemente no es bueno. No puede traer nada bueno.

viernes, 15 de octubre de 2021

LO QUE FALTA A DIOS: NUESTRA NADA

Hermoso pensamiento del escritor y filósofo francés Gustave Thibon sobre las exigencias de Dios. En verdad Dios no nos exige mucho, solo busca llenar nuestro vacío.

«¿Por qué misterioso motivo, Dios, que no necesita de nada, exige al hombre que se lo entregue todo? La realidad es que cuando hablamos de las exigencias de Dios enfocamos las cosas al revés. Dios no nos exige nuestras riquezas, que no son más que miseria y podredumbre disfrazadas; lo que nos pide es renunciar a la pobreza con todas sus máscaras, y lo que aguarda es nuestra disposición para recibirlo todo. ‘El hombre hará entrega de todas las riquezas de su casa por el amor y le parecerá que no ha dado nada’. Es cierto que no ha dado nada, porque nada tiene; pero en otro sentido lo da todo, porque entrega al Ser lo único que le falta y que desea ardientemente: su nada» (Gustave Thibon, Una mirada ciega hacia la luz, Ed. Belacqua 2005, p.14)

sábado, 9 de octubre de 2021

«CONTRA TI SOLO PEQUÉ». UNA REFLEXIÓN DEL SANTO CARDENAL NEWMAN

Comparto una breve consideración de San John Henry Newman, cuya fiesta celebra hoy la Iglesia, sobre el pecado como perverso atrevimiento contra la santidad de Dios.

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He pecado solamente contra ti

«Dios mío, no me arriesgo a ofender a ningún superior terreno, tengo miedo pues sé que me meteré en problemas, pero sin embargo me arriesgo a ofenderte a ti. Sé, oh Señor, que según la grandeza de la persona ofendida, mayor es la ofensa. Y sin embargo no temo ofenderte, que es ofender al Dios infinito. Mi amado Señor, ¿cómo me sentiría, qué diría de mí, si golpeara a algún venerable superior de la tierra, si descargara un golpe sobre alguien tan venerable como un padre o un sacerdote, si fuera a golpearles en la cara? No puedo siquiera soportar el pensar en una cosa semejante. Y sin embargo, ¿qué es esto comparado con levantar mi mano contra ti? ¿Qué es el pecado sino esto? Pecar es insultarte del modo más grosero que se pueda concebir. Alma mía, en esto consiste la maldad del pecado: en levantar mi mano contra mi infinito Benefactor, contra mi Creador, Protector y Juez todopoderoso, contra Aquel en quien se concentra toda majestad y gloria, toda belleza, reverencia y santidad, contra el único y solo Dios». (John Henry Newman, Meditaciones y devociones, Ed. Agape Libros 2007,  p. 253).


 

jueves, 30 de septiembre de 2021

HUMILDAD Y SOLEMNIDAD

Con ocasión de un trabajo de crítica literaria, C. S. Lewis nos ha dejado una interesante reflexión sobre el valor de lo solemne. Pero un requisito importante para apreciar cualquier forma de solemnidad y disfrutar de ella, consiste en liberarse de ciertos hábitos o prejuicios muy típicos de nuestro tiempo:

«Por encima de todo, -dice Lewis- hay que deshacerse de la horrible idea, fruto de un complejo de inferioridad generalizado, de que la pompa, en las ocasiones adecuadas, pueda tener alguna relación con la vanidad o el engreimiento. Un celebrante que se acerca al altar, una princesa que es conducida por un rey para bailar un minué, un oficial general durante un desfile ceremonial, un mayordomo que precede a la cabeza del jabalí en una fiesta de Navidad...; todos ellos llevan ropas inusuales y se mueven con calculada dignidad. Esto no significa que sean vanidosos, sino que son obedientes; están obedeciendo al hoc age (esto se hace así) que suele presidir toda solemnidad. El hábito moderno de despojar las ceremonias de toda solemnidad no es una prueba de humildad; más bien manifiesta la incapacidad del que actúa de este modo para perderse a sí mismo en el rito, y su disposición a estropear para todos los demás el justo placer por lo ritual». (C. S. Lewis, A Preface to Paradise Lost, Oxford University Press paperback, 1961, p. 17).

Estas sabias palabras del escritor inglés el Papa Benedicto las vivía con hondura en el ámbito litúrgico. Con su ejemplo y rigor habituales, se empeñó en mostrar a la Iglesia entera que la belleza solemne de los ritos, gestos y vestiduras litúrgicas nos es ofrecida a modo de espléndido manto donde poder esconder nuestra personal insignificancia, facilitando de este modo la irrupción de lo divino y trascendente. Siempre será necesario proteger la liturgia de complejos sesenteros o pauperismos trasnochados que a menudo disfrazan de virtud lo que es simple indolencia, desinterés o falta de fe. Sencillez y solemnidad no se contraponen; basta pensar en las magníficas catedrales del medievo para comprender cómo nuestros antepasados supieron armonizar perfectamente la noble sencillez de un estilo con la fascinante solemnidad de lo grande e imponente. Como escribió alguna vez el Cardenal Ratzinger, «en las experiencias de los últimos años una cosa se ha hecho de seguro evidente: el repliegue en lo útil no ha convertido la liturgia en más clara, solo en más pobre. La sencillez necesaria no se establece con el empobrecimiento».


viernes, 24 de septiembre de 2021

MISA Y COMPUNCIÓN

Hermosa página del Beato Columba Marmion sobre el necesario espíritu de compunción que debe impregnar la celebración de la santa misa. En la nueva liturgia los gestos y palabras que expresan este espíritu de contrición han sido recortados en exceso. Un motivo más para tener en alta estima la misa tradicional.

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«La misma Iglesia nos ofrece en la liturgia de la misa bellos ejemplos de compunción de corazón.

Observemos qué hace el sacerdote en el momento de ofrecer el santo sacrificio, que es el más sublime homenaje que la criatura puede tributar a Dios. No podemos menos de suponer al sacerdote en estado de gracia, en amistad con Dios: de otra suerte cometería un sacrilegio. ¿No parece, pues, lo natural que en el momento en que va a realizar el acto más solemne del culto, el sacerdote llamado por Dios entre muchos a tan alta dignidad debe albergar únicamente en el alma sentimientos de amor?

No; la Iglesia, su tutora infalible, comienza por hacerle confesar ante los fieles su condición de criatura y de pecador: Confiteor Deo omnipotente… et vobis, fratres, quia peccavi nimis, «Yo confieso ante Dios todopoderoso… y ante vosotros hermanos, que he pecado mucho».

Después, en el curso de la augusta ceremonia, multiplica en sus labios las fórmulas en que demanda perdón: «Borrad, Señor, os lo suplicamos, nuestras iniquidades, para que, con un corazón puro, entremos en vuestro santuario». En medio del canto angélico, mezcla con las exclamaciones de amor y santa alegría los acentos de compunción. «Apiadaos de nosotros, Vos, que perdonáis los pecados del mundo». Ofrece a Dios la hostia inmaculada «por la multitud de sus pecados, ofensas y negligencias»; antes de la consagración le ruega «que le salve de la condenación eterna».

Después de la consagración, en la cual el sacerdote se ha identificado con el mismo Cristo, suplica a Dios «que le haga participe de la compañía de los santos, a pesar de sus faltas». Llega el momento en que debe unirse sacramentalmente con la víctima divina, y se golpea el pecho como un pecador: «Cordero de Dios…: no consideréis mis pecados… que esta unión de mi alma contigo no sea para mí causa de juicio ni principio de condenación».

¡Cuantísimos sacerdotes y pontífices, objeto de nuestra veneración, han pronunciado estas palabras: «Te ofrezco, Padre santo, esta hostia inmaculada por mis innumerables pecados» Y la Iglesia les ha obligado a repetir: «Señor, yo no soy digno». ¿Por qué ese proceder de la Iglesia? Porque sin la compunción no puede alcanzarse el verdadero espíritu cristiano. Cuando el sacerdote suplica que su sacrificio vaya unido al de Cristo, dice: «Recíbenos, Señor, en espíritu de humildad y con el corazón contrito». La oblación de Jesucristo es siempre grata al Padre, pero, en cuanto ofrecida por nosotros, sólo lo será si nuestras almas están imbuidas de compunción y humildad, que es fruto de aquélla.

Este es el espíritu que anima a la Iglesia, esposa de Cristo, en la acción más sublime, más santa que realiza en la tierra. Aun cuando el alma se identifica con Cristo, uniéndose a Él por la comunión, la Iglesia quiere que no olvide su condición de pecadora, quiere que esté siempre impregnada del espíritu de compunción: «Recíbenos en espíritu de humildad y con el corazón contrito» (C. Marmión, Cristo ideal del Monje, versión pdf, p. 192).

 

miércoles, 15 de septiembre de 2021

STABAT MATER DOLOROSA

Piadosa meditación de San Alfonso María de Ligorio sobre la Madre dolorosa al pie de la Cruz:

I. «Estaba junto a la Cruz de Jesús su madre (Jn 19, 25). Contemplemos en el corazón de esta Reina de los mártires una suerte de martirio más cruel que ningún otro. Una Madre, presente a la muerte de un Hijo inocente, ajusticiado en un infame patíbulo. Stabat. Apenas prendieron a Jesús en el huerto, los discípulos le abandonaron. No así su Madre, que lo acompaña hasta verlo morir ante sus mismos ojos. Stabat iuxta. Si los hijos sufren y las madres no pueden ayudarlos, huyen éstas de su vista. Capaces serían de padecer los dolores en vez de sus hijos. Pero verlos sufrir y no poderlos socorrer es un dolor que no pueden tolerar y por eso huyen de su lado. María no. Ve al Hijo entre torturas, ve que el dolor le va quitando la vida y no solo no huye y se aleja, sino que se acerca a la cruz en que el Hijo muere.

¡Madre dolorosa!, permíteme que te acompañe asistiendo contigo a la muerte de tu Jesús y Jesús mío. 

II. Estaba junto a la Cruz. La cruz es el lecho en que Jesús pierde la vida, lecho de dolor junto al que la Madre ve al Hijo desgarrado por los azotes y las espinas. Contempla María que su pobre Hijo, pendiente de aquellos tres garfios de hierro, no encuentra alivio ni reposo. Querría ella proporcionarle algún descanso, y ya que Él tenga que morir, que muera entre sus brazos. Nada de esto le es concedido. ¡Ay, Cruz!, dice, devuélveme a mi Hijo, tú eres patíbulo para malvados y mi Hijo es inocente. Pero no te molestes, oh Madre, es voluntad del Padre que no te entreguen a Jesús, sino después de muerto. Reina de dolores, alcánzame el dolor de mis pecados. 

III. Estaba junto a la Cruz de Jesús su Madre. Mira, alma mía, a María, que al pie de la cruz está contemplando a su Hijo ¡y qué Hijo! Un Hijo suyo que al mismo tiempo era Dios; un Hijo que desde toda la eternidad la escogió por su madre y la prefirió en su amor a todos los hombres y a todos los ángeles; un Hijo tan hermoso, tan santo y tan amable; un Hijo siempre obediente; un Hijo que era su único amor por ser su Dios. Y esta Madre tuvo que ver morir de puro dolor a tal Hijo y ante sus mismos ojos. ¡Oh María!, la más afligida de todas las madres, te compadezco en tu dolor, sobre todo cuando viste a Jesús en la cruz entregarse a la muerte, abrir la boca y expirar. Por amor de este Hijo muerto por mi salvación, recomiéndale mi alma.

Y tú, Jesús mío, por los méritos de los dolores de María, ten piedad de mí y concédeme la gracia de morir por Ti, que has muerto por mí. Muera yo Señor, diré con San Francisco de Asís, por amor tuyo ya que por mi amor te has dignado tú morir». (San Alfonso María de Ligorio, Meditaciones sobre la Pasión de Jesucristo, Madrid 1977, p. 343).


 

domingo, 12 de septiembre de 2021

MARÍA, UN NOMBRE QUE IRRADIA ALEGRÍA

El vínculo entre nombre y realidad es tan fuerte en la sagrada Escritura que la veneración a un nombre santo es inseparable de la realidad sagrada designada por ese nombre. Así, por ejemplo, cuando veneramos el nombre de Dios, de Jesucristo, de María y de los santos veneramos las personas mismas que esos nombres significan. Desde antiguo los cristianos han honrado junto al nombre de Jesús el nombre de María, su Madre santísima. San Efrén decía que «el nombre de María, para los que devotamente lo invocan, es la llave del cielo»; «¡Dichoso, oh María, el que ama tu nombre!», exclamaba San Buenaventura; y San Germán expresaba así su anhelo póstumo: «Que el nombre de María sea la última palabra que brote de mis labios».

La veneración por el dulce nombre de María también es propia de los coros angélicos. Haciendo una lectura mariana de algunos pasajes del Cantar de los Cantares, San Alfonso María de Ligorio comenta que en la Asunción de María a los cielos los ángeles se preguntaban con insistencia cuál era el nombre de aquella mujer que ascendía en medio de aclamaciones y adornada con especial gloria y belleza. ¿Quién es esta –se decían entre sí– que va subiendo por el desierto como una columna de humo, formada de perfumes de mirra e incienso, y de toda especie de aromas? (Cant 3, 6). ¿Quién es esta que va subiendo cual aurora naciente, bella como la luna, brillante como el sol, terrible y majestuosa como un ejército formado en batalla? (Cant 6, 9).  Y también: ¿Quién es esta que sube del desierto rebosando en delicias, apoyada en su amado? (Cant 8, 5).

Y continúa: «¿Por qué tenían tanto afán los ángeles por conocer el nombre de esta Reina? Sin duda –responde con palabras de Ricardo de San Lorenzo– porque querían oír repetir el dulce nombre de María. Era tan agradable a los ángeles el sentir pronunciar el nombre de su augusta Señora, que no cesaban de reiterar sus preguntas». (Cf. Las Glorias de María, Edibesa, Madrid 2003, pp. 435 y ss).

Finalmente, el nombre de María es descanso y recreo del Dios Uno y Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo. «Solo la fe acierta a ilustrar –señala San Josemaría Escrivá– cómo una criatura haya sido elevada a dignidad tan grande, hasta ser el centro amoroso en el que convergen las complacencias de la Trinidad» (Es Cristo que pasa, n. 171).

jueves, 2 de septiembre de 2021

EL PAPA TEME AL RITO ANTIGUO

Misa Pontifical en Filadelfia (15 de agosto 2021). 
Set de imágenes en newliturgicalmovement.org

He traducido al español la entrevista que Tim Stanley, reconocido columnista inglés, concedió al informativo católico La nuova Bussola Quotidiana a pocos días de la publicación de Traditionis Custodes. Sin compartir del todo algunas de sus aseveraciones, me parece un aporte sugerente al debate –ojalá no contienda desgarradora– que este controvertido documento acaba de iniciar. Me mueve también a publicar esta entrevista la convicción de que en materias litúrgicas la mentalidad inglesa tiene mucho que decir y merece ser tenida en cuenta. No es casualidad que fuese un puñado de artistas e intelectuales ingleses los primeros en solicitar la no abolición de la Misa de San Pío V.

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«Francisco tiene miedo del Rito antiguo y ataca a Benedicto»

Publicado por Nico Spuntoni

Fuente: lanuovabq.it

Traditionis Custodes también escandaliza en Inglaterra: «La reacción común entre los obispos ha sido: ¿por qué ha hecho esto?»; «no comprenden cómo el Rito antiguo puede hacer daño». El motu proprio de Francisco «es interpretado, en buena parte, como un ataque al legado de Benedicto». La Bussola entrevista a Tim Stanley, columnista del Daily Telegraph .

Desde el año 2007 en adelante, ha habido en el Reino Unido un crecimiento significativo de fieles y comunidades que celebran con el Misal de 1962, utilizando con agradecimiento las facultades reconocidas por Summorum Pontificum. La promulgación del motu proprio Traditionis Custodes inevitablemente ha suscitado reacciones en la opinión pública vinculada al catolicismo británico. Uno de los comentarios más exitosos, retomado y citado también fuera de Gran Bretaña, lo ha escrito Tim Stanley en el prestigioso semanario The Spectator. El periodista inglés, editorialista de punta del Daily Telegraph, también colaborador de la CNN y la BBC, habló de una «guerra despiadada del Papa contra el Rito antiguo» a raíz del nuevo motu proprio. La Nuova Bussola lo acaba de entrevistar.


¿Cabe pensar que un rito así de bello y piadoso 
pueda ser causa o fruto de una simple ideología?

Tim Stanley, ¿a quién causa temor el antiguo rito romano? ¿Realmente Summorum Pontificum es una amenaza para el legado del Concilio? 

Es Francisco quien tiene miedo al antiguo rito romano, al igual que los liberales acérrimos de la Iglesia, en su mayoría mayores de setenta años, preocupados de que Summorum Pontificum haya podido significar una lacra para el Concilio Vaticano II. Pero se equivocan; Summorum Pontificum dejó en claro que el antiguo y el nuevo Rito forman parte de una misma tradición, y desde 2007 la mayoría de los tradicionalistas lo han aceptado. Esta es la gran paradoja de Traditiones Custodes: ha redefinido el Rito Antiguo como una rebelión y lo ha vuelto otra vez controvertido, amenazando con la división justo cuando ya se había logrado una aparente integración. 

A la luz de Traditionis Custodes y de la carta a los obispos que la acompaña, ¿es posible aún sostener que el pontificado de Francisco está en continuidad con el de Benedicto XVI? 

Esto es lo que Francisco se ha apresurado en sugerir; ha escrito que Benedicto nunca entendió el Rito antiguo como una rebelión contra el Vaticano II, pero entre tanto se habría convertido en algo similar. Por tanto, Francisco estaría –si se quiere– restaurando la integridad de Summorum Pontificum al restablecer la disciplina y la unidad. Pero, como se dice en Inglaterra, «pull the other one, it's got bells on it» (semejante al giro castellano: mejor cuéntame otro cuento, ndt); nadie cree que esto pueda ser verdad. Hacerlo además mientras Benedicto está aún vivo se interpreta en buena parte como un ataque personal al legado de su pontificado. 

¿Cree que habrá consecuencias en la opinión pública para la imagen de Francisco como el «Papa de la misericordia»?

Fuera de la Iglesia, no creo; esto es un asunto interno y la mayor parte de los no católicos, e incluso de muchos católicos, ni siquiera lo entienden. Pero dentro de la Iglesia, absolutamente sí. Ahora es imposible que vendamos la imagen de Francisco al mundo entero como misericordioso, porque sabemos que no lo es. Siempre se dijo que tenía un estilo dictatorial; yo había decidido no creerlo. Ahora puedo ver la verdad. 

En las primeras reacciones al motu proprio, la mayoría de los obispos han renovado a quienes ya celebran según el Misal de 1962 la facultad de continuar haciéndolo. Muchos parecen haber quedado sorprendidos por el contenido del documento, incluso un cardenal para nada conservador como Wilton Gregory. ¿Puede este motu proprio atribuirse al habitual esquema de confrontación entre conservadores y progresistas o hay algo más, en su opinión? 

Puedo decir que en Inglaterra la reacción común entre los obispos ha sido «¿por qué ha hecho esto?». Es un gran quebradero de cabeza. En 2007, a muchos de ellos no les gustaba Summorum; 14 años después, están totalmente acostumbrados a él y no terminan de entender cómo el Rito antiguo pueda causar daño. De repente tienen que llamar al orden a buenos sacerdotes, y saben que los seminarios están llenos de jóvenes que entraron pensando que algún día podrían celebrar el Rito antiguo y ahora quizá no podrán. Las vocaciones corren peligro. Reitero: Benedicto quitó el aguijón al Rito antiguo. Francisco ha inyectado de nuevo veneno en el torrente sanguíneo. A los obispos les ha tomado por sorpresa: hasta aquí llegó la sinodalidad. 

El Cardenal Gerhard Ludwig Müller ha escrito: «Las disposiciones de Traditionis Custodes son de carácter disciplinario, no dogmático, y pueden ser modificadas de nuevo por cualquier futuro Papa». ¿Cree que el nuevo Papa tendrá el valor de dar marcha atrás? 

Sí. Preveo que este documento será corregido muy rápidamente. Ha creado una pesadilla burocrática y de gestión sin motivo alguno. El próximo Papa será probablemente más joven, formado después de los años 60. Esta no será su batalla. Por otra parte, Traditiones Custodes contradice el tan cacareado principio de Francisco de que la Iglesia debe estar descentralizada: si esta es la dirección en la que vamos, se impone una corrección, y prontamente. 

Usted ha es escrito: «El motivo de por qué importa lo que Francisco ha hecho radica en que algún día ese tipo de liberalismo que él encarna vendrá a por ti; porque esa cosa dulce y sencilla que estabas haciendo y que no molestaba a ningún otro, por su mera existencia, sin embargo, se ha vuelto una amenaza existencial para el régimen gobernante. Tú serás el próximo». Le pregunto: ¿quién será ese «próximo» al que se refiere? 

Me imagino que la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro estará muy preocupada. Francisco está buscando acabar con el Rito antiguo en el lapso de una generación –no exagero–, por lo que cualquier institución dedicada a su preservación está en problemas. Pero mi comentario debe entenderse en un sentido más amplio. Nos estamos acercando rápidamente a una época de confrontación entre el liberalismo y la fe, en que las personas religiosas tendrán que afrontar la persecución por haber creído cosas que estaban a la orden del día hace 30 años: en temas como la sexualidad, el género, el aborto, etc. La tragedia del liberalismo es que ha ganado poder promoviendo la diversidad, pero ahora pretende dictar cómo deberíamos vivir, en qué cosas deberíamos creer, incluso cómo deberíamos profesar nuestra fe.

 


 

martes, 24 de agosto de 2021

AVERSIÓN A LA MISA TRIDENTINA, UNA HIPÓTESIS

Semanas previas a la promulgación del motu proprio Traditionis Custodes, cuando se intensificaban los rumores de una posible revisión o abolición de Summorum Pontificum –hoy, por desgracia, un hecho consumado–, el informativo de cultura católica OnePeterFive publicó un artículo interesante del Dr. Lee Fratantuono, especialista en estudios clásicos, donde expone lo que a su juicio sería una razón importante de la persecución y odiosidad hacia la Misa antigua. 

A partir de algunas experiencias litúrgicas vividas en su juventud, el autor desarrolla la tesis de que la actual animadversión hacia la Misa tradicional tendría su raíz en el hecho de que se trata de «una liturgia intolerante con el narcisismo». Un exacerbado culto a la propia personalidad, favorecido por ciertas características muy propias de la liturgia reformada, hacen que la Misa tridentina sea vista como una amenaza real o posible. En efecto, muchos no están en condiciones de soportar que el presbiterio deje de ser el escenario desde el cual un celebrante y su corte de ministros presiden, observan y controlan toda la función litúrgica, para volver a ser el sublime y misterioso Sancta Sanctorum de la iglesia, tal como lo fue durante siglos.

Para el Dr. Fratantuono, «la misa posconciliar es más susceptible al culto de la personalidad precisamente porque es muy probable que se celebre versus populum y en lengua vernácula, y porque está llena de un sistema de rúbricas que permite improvisar en varios puntos de la acción. Por estar sobrecargada con tantas opciones, el celebrante suele tener una amplia libertad para seleccionar los textos que le plazcan». 

«La misa posconciliar –continúa diciendo el autor– no tiene por qué convertirse en el equivalente a un programa de entrevistas de los sábados por la tarde; sin embargo, no deberíamos sorprendernos cuando sucede así. Tampoco nos debería sorprender que exista una oposición a las misas “privadas”, incluso a las que utilizan el misal paulino. El “programa Bugnini”, ampliamente documentado en su gruesa apología sobre la reforma litúrgica, fue diseñado para liberar a los clérigos del constreñimiento de las rúbricas y marcar el comienzo de la era del celebrante popular, el celebrante encantador. El celebrante encantador que es, de igual modo, el que está a cargo de todo el negocio. 

Varias son las razones que se aducen para desacreditar la Misa tridentina, según Fratantuono. Algunos alegan falta de respeto u obediencia hacia la autoridad de Pablo VI; otros, que la teología que aflora en cada página del misal de San Pío V es problemática; no faltan quienes sienten escozor hacia todo lo que pueda parecer demasiado intelectual u oler a cultura de élite; finalmente, «para otros, el hodiernum tempus (el hoy) del Concilio Vaticano II es el día sin fin, y la misma misa que se celebró diariamente durante dicho concilio es, de alguna manera, la encarnación de la «oposición» al «Espíritu» (tan solicitado y agotado) del mismo».

Sin embargo, nuestro autor cree percibir una razón tanto más profunda como pedestre en la génesis de este desprecio: «sospecho que la razón principal detrás de esta antipatía es que la Misa tridentina pone en peligro el culto a la personalidad. Elimina la mentalidad de audiencia cautiva tan típica de una liturgia de fin de semana, donde un celebrante preside con amplificación, bromas, con un flujo constante de palabras pronunciadas con la intensidad de un actor, sin que falte ese constante contacto visual. Elimina el clericalismo de los laicos, que permite a su tiempo que el padre pueda practicar su respiración aeróbica, mientras una miríada de ministros se encarga de que el público cautivo nunca esté sin palabras a las que atender. Le quita la oportunidad a un actor encantador de practicar la improvisación de los ritos, tanto penitenciales como de la paz». Y con frase lapidaria concluye su diagnóstico: «Es, en fin, una liturgia intolerante con el narcisismo». 

Contrariamente a lo que muchos piensan, «el misal tridentino pone freno a los peores impulsos de clericalismo que se manifiestan en el culto a la personalidad de un afable celebrante-presidente. El misal tridentino es democrático: no se obsesiona escrupulosamente con cada gesto de sus fieles reunidos. El misal tridentino no requiere reuniones de un comité para decidir exactamente cómo elaborar una liturgia “significativa” para un determinado domingo o fiesta». 

Y una nota de optimismo cierra este sutil ensayo: «La Misa Tridentina sobrevivirá a quienes hoy y mañana quieren verla relegada al basurero de la historia. La Misa Tridentina sigue siendo el mejor antídoto contra la tendencia demasiado común de sucumbir al culto a la personalidad, y esa es la razón –diría yo– de que para algunos deba ser abolida de una vez por todas».

Fuentes:

Texto original en onepeterfive.com
Traducción al italiano en marcotosatti.com

 

sábado, 21 de agosto de 2021

¡BASTA YA DE SILENCIO! UN GRITO DE SAN PÍO DÉCIMO

San Pío X de fray Pedro Subercaseaux

A principios del siglo XX, con espíritu verdaderamente profético, el Papa Pío X vislumbró la horrible amenaza que se cernía sobre la Iglesia: el modernismo. Con prudencia y fortaleza heroicas logró contener entre rejas la voracidad del enemigo que, a pesar de todo, rebrotó con inusitada fiereza a partir de los años 50-60. Hombre sencillo y humilde, pero que a la hora de proteger el rebaño de Cristo, fue siempre Ignem ardens (fuego ardiente), como lo definió la profecía de Malaquías. Su celo de buen pastor salta a la vista en los primeros párrafos de su encíclica Pascendi, uno de los documentos magisteriales más señalados del siglo XX.

* * *

«A

l oficio de apacentar la grey del Señor que nos ha sido confiada de lo alto, Jesucristo señaló como primer deber el de guardar con suma vigilancia el depósito tradicional de la santa fe, tanto frente a las novedades profanas del lenguaje como a las contradicciones de una falsa ciencia. No ha existido época alguna en la que no haya sido necesaria a la grey cristiana esa vigilancia de su Pastor supremo; porque jamás han faltado, suscitados por el enemigo del género humano, «hombres de lenguaje perverso» (Hch 20, 30), «decidores de novedades y seductores» (Tit 1, 10), «sujetos al error y que arrastran al error»(2 Tim 3, 13).


Gravedad de los errores modernistas 

1. Pero es preciso reconocer que en estos últimos tiempos ha crecido, de modo extraño, el número de los enemigos de la cruz de Cristo, los cuales, con artes enteramente nuevas y llenas de perfidia, se esfuerzan por aniquilar las energías vitales de la Iglesia, y hasta por destruir totalmente, si les fuera posible, el reino de Jesucristo. Guardar silencio no es ya decoroso, si no queremos aparecer infieles al más sacrosanto de nuestros deberes, y si la bondad de que hasta aquí hemos hecho uso, con esperanza de enmienda, no ha de ser censurada ya como un olvido de nuestro ministerio. Lo que sobre todo exige de Nos que rompamos sin dilación el silencio es que hoy ya no es menester ir a buscar a los fabricantes de errores entre los enemigos declarados: se ocultan, y ello es objeto de grandísimo dolor y angustia, en el seno y gremio mismo de la Iglesia, siendo enemigos tanto más perjudiciales cuanto lo son menos declarados. 

Hablamos, venerables hermanos, de un gran número de católicos seglares y, lo que es aún más deplorable, hasta de sacerdotes, los cuales, so pretexto de amor a la Iglesia, faltos en absoluto de conocimientos serios en filosofía y teología, e impregnados, por el contrario, hasta la médula de los huesos, con venenosos errores bebidos en los escritos de los adversarios del catolicismo, se presentan, con desprecio de toda modestia, como restauradores de la Iglesia, y en apretada falange asaltan con audacia todo cuanto hay de más sagrado en la obra de Jesucristo, sin respetar ni siquiera la propia persona del divino Redentor, que con sacrílega temeridad rebajan a la categoría de puro y simple hombre. 

2. Tales hombres se extrañan de verse colocados por Nos entre los enemigos de la Iglesia. Pero no se extrañará de ello nadie que, prescindiendo de las intenciones, reservadas al juicio de Dios, conozca sus doctrinas y su manera de hablar y obrar. Son seguramente enemigos de la Iglesia, y no se apartará de lo verdadero quien dijere que ésta no los ha tenido peores. Porque, en efecto, como ya hemos dicho, ellos traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro: en nuestros días, el peligro está casi en las entrañas mismas de la Iglesia y en sus mismas venas; y el daño producido por tales enemigos es tanto más inevitable cuanto más a fondo conocen a la Iglesia. Añádase que han aplicado la segur no a las ramas, ni tampoco a débiles renuevos, sino a la raíz misma; esto es, a la fe y a sus fibras más profundas. Mas una vez herida esa raíz de vida inmortal, se empeñan en que circule el virus por todo el árbol, y en tales proporciones que no hay parte alguna de la fe católica donde no pongan su mano, ninguna que no se esfuercen por corromper. Y mientras persiguen por mil caminos su nefasto designio, su táctica es la más insidiosa y pérfida. Amalgamando en sus personas al racionalista y al católico, lo hacen con habilidad tan refinada, que fácilmente sorprenden a los incautos. Por otra parte, por su gran temeridad, no hay linaje de consecuencias que les haga retroceder o, más bien, que no sostengan con obstinación y audacia. Juntan a esto, y es lo más a propósito para engañar, una vida llena de actividad, constancia y ardor singulares hacia todo género de estudios, aspirando a granjearse la estimación pública por sus costumbres, con frecuencia intachables. Por fin, y esto parece quitar toda esperanza de remedio, sus doctrinas les han pervertido el alma de tal suerte, que desprecian toda autoridad y no soportan corrección alguna; y atrincherándose en una conciencia mentirosa, nada omiten para que se atribuya a celo sincero de la verdad lo que sólo es obra de la tenacidad y del orgullo.

A la verdad, Nos habíamos esperado que algún día volverían sobre sí, y por esa razón habíamos empleado con ellos, primero, la dulzura como con hijos, después la severidad y, por último, aunque muy contra nuestra voluntad, las reprensiones públicas. Pero no ignoráis, venerables hermanos, la esterilidad de nuestros esfuerzos: inclinaron un momento la cabeza para erguirla enseguida con mayor orgullo. Ahora bien: si sólo se tratara de ellos, podríamos Nos tal vez disimular; pero se trata de la religión católica y de su seguridad. Basta, pues, de silencio; prolongarlo sería un crimen. Tiempo es de arrancar la máscara a esos hombres y de mostrarlos a la Iglesia entera tales cuales son en realidad».

(CARTA ENCÍCLICA PASCENDI DEL SUMO PONTÍFICE PÍO X SOBRE LAS DOCTRINAS DE LOS MODERNISTAS, Roma, 8 de septiembre de 1907, Introducción).

Fuente: vatican.va

 


domingo, 15 de agosto de 2021

LA INENARRABLE BELLEZA DE MARÍA

Inmaculada de Murillo. Detalle. 

Párrafos de una homilía de Santiago de Sarug, Padre de la Iglesia siria en el siglo V, donde canta las hermosuras con que adornó Dios a su Madre Santísima.

 * * *

«Tal es mi amor, que me siento impelido a hablar de aquélla que es hermosa; pero tan sobre mis fuerzas juzgo el argumento, que no se me antoja fácil exponerlo. 

¿Qué haré, pues? A los cuatro vientos gritaré que no fui ni soy idóneo para ello y, con amor, osaré proclamar el misterio de la criatura excelsa. Sólo el amor no yerra cuando habla, porque el amor tiene por objeto la perfección, y llena de dádivas a quien sigue sus dictados. Tiemblo de emoción cuando hablo de María y me maravillo, porque la hija de los hombres alcanzó la suma medida de toda grandeza. ¿Qué ocurrió, por ventura? ¿Volcó el Hijo la gracia misma sobre Ella? ¿O le agradó hasta el extremo de convertirse en Madre del Hijo de Dios? Que bajó a la tierra por don suyo, es manifiesto; y como María fue toda pura, le acogió. 

Vio su humildad, su mansedumbre y su pureza, y habitó en Ella, porque para Dios es fácil morar entre los humildes. ¿A quién,  por virtud de su gracia, miró siempre, sino a los mansos y humildes? Puso sus ojos sobre Ella, y en Ella habitó, pues entre los de humilde condición se contaba. Ella misma dijo: ha puesto los ojos en la bajeza (cfr. Lc 1, 48), y habitó en Ella. Por eso fue ensalzada, porque agradó mucho.

Suma perfección ha de ser la humildad, cuando mira Dios al hombre que se humilla. Humilde fue Moisés, preclaro entre los hombres, y el Señor se le reveló en el monte. También la humildad se manifestó en Abraham, porque siendo justo, se llamó a sí mismo polvo y tierra (cfr. Gn 18 27). En su humildad, Juan se proclamaba indigno de desatar siquiera las sandalias del Esposo, su Señor. Agradaron por humildad, en todas las generaciones, varones ilustrísimos, porque ésta es la vía maestra por la que el hombre se acerca a Dios. 

Pero ninguno en el mundo se humilló como María, y así se deduce del hecho que ninguno ha sido exaltado como Ella. En la medida de la humildad concede Dios la gloria: Madre suya la hizo, y ¿quién podrá parangonarse a Ella en humildad? (...). Nuestro Señor, queriendo descender a la tierra, buscó entre todas las mujeres, y sólo a una escogió: la que sin par era bella. A Ella la escrutó y sólo encontró humildad y santidad, buenos pensamientos y un alma enamorada de la divinidad; un corazón puro y deseos de perfección; por eso Dios escogió a la pura y a la llena de belleza. Descendió de su lugar y moró en la bienaventurada entre las mujeres, porque no había en el mundo quien comparársele pueda. Sólo existía una doncella humilde, pura, bella e inmaculada, que fuera digna de ser Madre suya. 

En Ella observó una condición sublime, su limpieza de todo pecado, que no cabía en Ella pasión que la inclinara a la concupiscencia, ni pensamiento que instigara a la flaqueza, ni conversación mundana que condujera a males irreparables. Tampoco halló agitación por las vanidades del mundo, ni un comportamiento a guisa de niña. Y vio que no había en el mundo nada igual o similar, y la tomó por Madre, de la que se amamantaría con leche pura.

Era prudente y llena del amor de Dios, porque el Señor nuestro no mora en donde el amor no reina. Apenas el Gran Rey decidió descender a nuestro lugar, porque fue su beneplácito, se hospedó en el más puro templo del mundo, en un seno limpio, adornado de virginidad y de pensamientos dignos de santidad. 

Era también hermosísima en su naturaleza y en la voluntad,  porque no fue contaminada con deshonestos pensamientos. Desde la infancia, ninguna mancha afeó su integridad; sin mancha,  caminó por su senda sin pecados. Fue su naturaleza custodiada con el albedrío fijo en las cosas más altas, portó en su cuerpo las señales de la virginidad y las de la santidad en el alma.

Aquél que en Ella se manifestó, me ha dado aliento para decir todas estas cosas sobre su belleza inenarrable...» (Santiago de Sarug, Homilía sobre la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios. En José Antonio Loarte, El tesoro de los padres, Madrid 1998, p. 333).

sábado, 14 de agosto de 2021

CARDENAL SARAH, UN AUTÉNTICO «CUSTOS TRADITIONIS»

El Cardenal Robert Sarah, a quien debemos contar entre los más genuinos guardianes de la Tradición, acaba de publicar en Le Figaro/Vox una magnífica columna sobre la urgente tarea que enfrenta la Iglesia de ofrecer a un mundo desorientado y en crisis, el carácter sagrado y trascendente de su fe y de su culto. El desafío es impresionante; es preciso aunar fuerzas y evitar rencillas mezquinas que solo sirven para dañar la credibilidad de la Iglesia. Dejo a continuación un extracto de las reflexiones del Cardenal Sarah, tomadas de la traducción española que publica Infovaticana.

Fuente: Infovaticana.com

«Para responder a las expectativas del mundo, la Iglesia debe, por tanto, encontrar el camino de vuelta a sí misma y retomar las palabras de San Pablo: «Porque no he querido saber nada mientras estuve con vosotros, sino a Jesucristo, y a Jesús crucificado». Debe dejar de pensar en sí misma como sustituta del humanismo o de la ecología. Estas realidades, aunque buenas y justas, no son para ella más que consecuencias de su único tesoro: la fe en Jesucristo.

Lo sagrado para la Iglesia es, pues, la cadena ininterrumpida que la une con certeza a Jesús. Una cadena de fe sin rupturas ni contradicciones, una cadena de oración y liturgia sin rupturas ni desmentidos. Sin esta continuidad radical, ¿qué credibilidad podría seguir reclamando la Iglesia? En ella no hay vuelta atrás, sino un desarrollo orgánico y continuo que llamamos tradición viva. Lo sagrado no se puede decretar, se recibe de Dios y se transmite. 

Esta es, sin duda, la razón por la que Benedicto XVI pudo afirmar con autoridad:

«En la historia de la liturgia hay crecimiento y progreso, pero no ruptura. Lo que las generaciones anteriores consideraban sagrado, sigue siendo sagrado y grandioso también para nosotros, y no puede ser de repente totalmente prohibido o incluso considerado perjudicial. Nos corresponde a todos preservar las riquezas que se han desarrollado en la fe y la oración de la Iglesia, y darles el lugar que les corresponde».

En un momento en el que algunos teólogos pretenden reabrir las guerras litúrgicas enfrentando el misal revisado por el Concilio de Trento con el que se utiliza desde 1970, es urgente recordarlo. Si la Iglesia no es capaz de preservar la continuidad pacífica de su vínculo con Cristo, no podrá ofrecer al mundo «lo sagrado que une a las almas», según las palabras de Goethe». 

Más allá de la disputa por los ritos, está en juego la credibilidad de la Iglesia. Si ella afirma la continuidad entre lo que comúnmente se llama la Misa de San Pío V y la Misa de Pablo VI, entonces la Iglesia debe ser capaz de organizar su cohabitación pacífica y su enriquecimiento mutuo. Si se excluyera radicalmente una en favor de la otra, si se declararan irreconciliables, se reconocería implícitamente una ruptura y un cambio de orientación. Pero entonces la Iglesia ya no podría ofrecer al mundo esa continuidad sagrada, que es la única que puede darle la paz. Al mantener viva una guerra litúrgica en su interior, la Iglesia pierde su credibilidad y se vuelve sorda a la llamada de los hombres. La paz litúrgica es el signo de la paz que la Iglesia puede aportar al mundo».