sábado, 18 de mayo de 2024

CONOCIENDO AL ESPÍRITU SANTO POR SUS NOMBRES

Junto a los tres nombres que, según Tomás de Aquino, son los más propios y representativos de la tercera persona de la Santísima Trinidad (Espíritu Santo, Amor, Don), existen otros muchos «nombres que la tradición, la liturgia de la Iglesia y la misma Sagrada Escritura apropian el Espíritu Santo. Se le llama Espíritu Paráclito, Espíritu Creador, Espíritu Consolador, Espíritu de verdad, Virtud del Altísimo, Abogado, Dedo de Dios, Huésped del alma, Sello, Unión, Nexo, Vínculo, Beso, Fuente viva, Fuego, Unción espiritual, Luz beatísima, Padre de los pobres, Dador de dones, Luz de los corazones, etc.». Este conjunto de nombres propios y apropiados son una valiosa fuente para conocer y amar más íntimamente al Espíritu Santo, verdadero artífice de nuestra transformación en Cristo. En su ensayo sobre el Gran Desconocido, Antonio Royo Marín nos ofrece esta breve fundamentación de los principales nombres apropiados al Espíritu Santo:

1. "Espíritu Paráclito. —El mismo Jesucristo emplea esta expresión aludiendo al Espíritu Santo (Jn 14, 16 y 26; 15 ,26; 16, 7). Algunos la traducen por la palabra Maestro, porque dice el mismo Cristo poco después que «os enseñará toda verdad» (Jn 14, 26). Otros traducen por Consolador, porque impedirá que los apóstoles se sientan huérfanos con la suavidad de su consolación (Jn 14, 18). Otros traducen la palabra Paráclito por Abogado, que pedirá por nosotros, en frase de San Pablo, «con gemidos inenarrables» (Rom 8, 26).

2. Espíritu Creador.  —«El Espíritu Santo —dice Santo Tomás— es el principio de la creación» La razón es porque Dios crea las cosas por amor, y el amor en Dios es el Espíritu Santo. Por eso dice el salmo: «Envía tu Espíritu y serán creadas» (Sal 103, 30).

3. Espíritu de Cristo. —El Espíritu Santo llenaba por completo el alma santísima de Cristo (Lc 4, 1). En la sinagoga de Nazaret, Cristo se aplicó a sí mismo el siguiente texto de Isaías: «El Espíritu Santo está sobre mí» (Is 61,1; cf. Le 4,18). Y San Pablo dice que, «si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, ése no es de Cristo» (Rom 8, 9); pero «si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús habita en vosotros..., dará también vida a vuestros cuerpos mortales por virtud de su Espíritu, que habita en vosotros» (Rom 8, 11).

4. Espíritu de verdad. —Es expresión del mismo Cristo aplicada por El al Espíritu Santo: «El Espíritu de verdad, que el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce» (Jn 14, 17). Significa, según San Cirilo y San Agustín, el verdadero Espíritu de Dios, y se opone al espíritu del mundo, a la sabiduría embustera y falaz. Por eso añade el Salvador «que el mundo no puede recibir», porque «el hombre animal no percibe las cosas del Espíritu de Dios. Son para él necedad y no puede entenderlas, porque hay que juzgarlas espiritualmente» (1 Cor 2, 14).

5. Virtud del Altísimo. —Es la expresión que emplea el ángel de la anunciación cuando explica a María de qué manera se verificará el misterio de la Encarnación: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra» (Lc 1, 35). En otros pasajes evangélicos se alude también a la «virtud de lo alto» (cf. Lc 24, 49).

6. Dedo de Dios. —En el himno Veni, Creator Spiritus, la Iglesia designa al Espíritu Santo con esta misteriosa expresión: «Dedo de la diestra del Padre»: Digitus paternae dexterae. Es una metáfora muy rica de contenido y muy fecunda en aplicaciones. Porque en los dedos de la mano, principalmente de la derecha, está toda nuestra potencia constructiva y creadora. Por eso la Escritura pone la potencia de Dios en sus manos: las tablas de la Ley fueron escritas por el «dedo de Dios» (Dt 9, 10); los cielos son «obra de los dedos de Dios» (Sal 8, 4); los magos del faraón hubieron de reconocer que en los prodigios de Moisés estaba «el dedo de Dios» (Ex 8, 15; Vulg. 19), y Cristo echaba los demonios «con el dedo de Dios» (Lc 11, 20). Es, pues, muy propia esta expresión, aplicada al Espíritu Santo, para significar que por Él se verifican todas las maravillas de Dios, principalmente en el orden de la gracia y de la santificación.

7. Huésped del alma. —En la secuencia de Pentecostés se llama al Espíritu Santo «dulce huésped del alma»: dulcis hospes animae. La inhabitación de Dios en el alma del justo corresponde por igual a las tres divinas personas de la Santísima Trinidad, por ser una operación ad extra (cf. Jn 14, 23; 1 Cor 3, 16-17); pero como se trata de una obra de amor, y éstas se atribuyen de un modo especial al Espíritu Santo, de ahí que se le considere a Él de manera especialísima como huésped dulcísimo de nuestras almas (cf. 1 Cor 6, 19).

8. Sello. —San Pablo dice que hemos sido «sellados con el sello del Espíritu Santo prometido» (Ef 1, 13), y también que «es Dios quien nos confirma en Cristo, nos ha ungido, nos ha sellado y ha depositado las arras del Espíritu en nuestros corazones» (2 Cor 1,21-22).

9. Unión, Nexo, Vínculo, Beso... — Son nombres con los que se expresa la unión inseparable y estrechísima entre el Padre y el Hijo en virtud del Espíritu Santo, que procede de los dos por una común espiración de amor.

10. Fuente viva, Fuego, Caridad, Unción espiritual. Expresiones del himno Veni, Creator, que encajan muy bien con el carácter y personalidad del Espíritu Santo.

11. Luz beatísima, Padre de los pobres, Dador de dones, Luz de los corazones… —Todas estas expresiones las aplica la santa Iglesia al Espíritu Santo en la magnífica secuencia de Pentecostés, Veni, Sancte Spiritus.


Estos son los principales nombres que la Sagrada Escritura, la tradición cristiana y la liturgia de la Iglesia apropia al Espíritu Santo por la gran afinidad o semejanza que existe entre ellos y los caracteres propios de la tercera persona de la Santísima Trinidad. Todos ellos, bien meditados, encierran grandes enseñanzas prácticas para intensificar en nuestras almas el amor y la veneración al Espíritu santificador, a cuya perfecta docilidad y obediencia está vinculada la marcha progresiva y ascendente hacia la santidad más encumbrada" (Antonio Royo Marín, El gran desconocido. El Espíritu Santo y sus dones, Madrid 2016, p 30-33).


domingo, 12 de mayo de 2024

CRISTO, SOBERANO DEL FIRMAMENTO

En sus sermones sobre la Ascensión del Señor, San Bernardo se complace en mostrar el señorío que irradia este postrer misterio de la vida de Cristo sobre todos los elementos del universo. La tierra, el mar, los infiernos y finalmente los aires siderales, cada uno a su modo, lo proclaman Señor del mundo y Soberano de cuanto existe.

***

«Hermanos, esta solemnidad es gloriosa y gozosa. A Cristo le confiere una gloria extraordinaria, y a nosotros una peculiar alegría. Es la cumbre y plenitud de las demás solemnidades, el broche de oro del largo peregrinar del Hijo de Dios. El mismo que bajó es el que sube hoy por encima de los cielos, para llenar el universo. Ya había demostrado ser el dueño de todo el mundo: tierra, mar e infierno; ahora quiere manifestarse Señor del aire y del cielo, con pruebas semejantes o mayores. La tierra reconoció al Señor cuando éste gritó con voz potente: Lázaro, sal fuera, y devolvió al muerto. Lo reconoció el mar, cuando se cuajó bajo sus pies, y los apóstoles lo tomaron por un fantasma. Lo reconoció el infierno, cuando destrozó sus puertas de bronce y sus cerrojos de hierro, y encadenó a aquel insaciable homicida llamado diablo y Satanás.

El remate de tu túnica sin costura, Señor Jesús, y la plenitud de nuestra fe, pide ahora que te eleves por los aires a la vista de los discípulos, como dueño y Señor del firmamento. De este modo quedará patente que eres el Señor del mundo, porque llenas totalmente el universo. Y merecerás con pleno derecho que ante ti se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda boca proclame que tú estás en la gloria y a la diestra de Dios Padre. En esta derecha está la alegría perpetua. Por eso nos apremia el Apóstol a buscar lo de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha del Padre. Él es toda nuestra riqueza: en Él se esconden todos los tesoros del saber y del conocer; en Él habita realmente la plenitud total de la divinidad». (San Bernardo, Sermón II sobre la Ascensión del Señor, 1-2).

 

lunes, 6 de mayo de 2024

ORACIÓN AL BUEN PASTOR

Divino Pastor, S. XVIII. Lima

Gregem tuum, Pastor bone, placátus inténde, et oves, quas pretióso Fílii tui sánguine redemísti, in ætérnis páscuis collocáre dignéris. Per Christum.

Pastor bueno, vela compasivo sobre tu rebaño y dígnate conducir a los pastos eternos a las ovejas que has redimido con la Sangre preciosa de tu Hijo. Por Jesucristo nuestro Señor.

(IV Domingo de Pascua. Postcomunión)