viernes, 12 de abril de 2024

EL DON DE LA CRUZ

«¡Oh don preciosísimo de la cruz! ¡Qué aspecto tiene más esplendoroso! No contiene, como el árbol del paraíso, el bien y el mal entremezclados, sino que en él todo es hermoso y atractivo tanto para la vista como para el paladar.

Es un árbol que engendra la vida, sin ocasionar la muerte; que ilumina sin producir sombras; que introduce en el paraíso, sin expulsar a nadie de él; es un madero al que Cristo subió, como rey que monta en su cuadriga, para derrotar al diablo que detentaba el poder de la muerte, y librar al género humano de la esclavitud a que la tenía sometido el diablo.

Este madero, en el que el Señor, cual valiente luchador en el combate, fue herido en sus divinas manos, pies y costado, curó las huellas del pecado y las heridas que el pernicioso dragón había infligido a nuestra naturaleza.

Si al principio un madero nos trajo la muerte, ahora otro madero nos da la vida: entonces fuimos seducidos por el árbol: ahora por el árbol ahuyentamos la antigua serpiente. Nuevos e inesperados cambios: en lugar de la muerte alcanzamos la vida; en lugar de la corrupción, la incorrupción; en lugar del deshonor, la gloria.

No le faltaba, pues, razón al Apóstol para exclamar: Dios me libre de gloriarme, si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo. Pues aquella suprema sabiduría, que, por así decir, floreció en la cruz, puso de manifiesto la jactancia y la arrogante necedad de la sabiduría mundana. El conjunto maravilloso de bienes que provienen de la cruz acabó con los gérmenes de la malicia y del pecado».

(De los sermones de San Teodoro Estudita [759 - 826]. Sermón sobre la adoración de la Cruz. Oficio de lectura, viernes segunda semana de Pascua).


 

jueves, 4 de abril de 2024

¿POR QUÉ ARRODILLARSE?

Giotto. Noli me tangere
Imagen: wikipedia.org

«¿Cuál es la actitud del engreído? Se atiesa, yergue la cabeza, los hombros y el cuerpo entero. Su continente está diciendo: «Soy mayor que tú; soy más que tú». Pero cuando uno siente bajamente de sí mismo y se tiene en poco, inclina la cabeza y agacha el cuerpo: «se achica». Y tanto más, a la verdad, cuanto mayor sea la persona que tiene a la vista, cuanto menos valga él mismo en su propia estimación.

¿Y cuándo más clara que en la presencia de Dios la sensación de pequeñez? ¡El Dios excelso, que era ayer lo que es hoy y será dentro de cien mil años! ¡El Dios que llena este aposento, y la ciudad, y el universo, y la inmensidad del cielo estelar! ¡El Dios ante quien todo es como un granito de arena! ¡El Dios santo, puro, justo y altísimo!...

¡Él, tan grande!... ¡Y yo, tan pequeño!... Tan pequeño, que ni remotamente puedo competir con Él; que ante Él soy nada.

Sin más, cae en la cuenta de que ante Él no es posible presentarse altivo. «Se empequeñece»; desearía reducir su talla, por no presentarla allí altanera; y ¡mira!, ya ha entregado la mitad, postrándose de rodillas. Y si el corazón no está aún satisfecho, cabe doblar la frente. Y aquel cuerpo inclinado parece decir: «Tú eres el Dios excelso; yo, la nada.»

Al arrodillarte, no seas presuroso ni inconsiderado. Es preciso dar a ese acto un alma, que consista en inclinar a la vez por dentro el corazón ante Dios con suma reverencia. Ya entres en la iglesia o salgas de ella, ya pases ante el Altar, dobla hasta el suelo la rodilla, pausadamente; y dobla a la vez el corazón, diciendo: «¡Soberano Señor y Dios mío! …». Si así lo hicieres, tu actitud será humilde y sincera; y redundará en bien y provecho de tu alma».  (R. Guardini, Los signos sagrados, Barcelona 1965, p. 23 y 24).


 

domingo, 31 de marzo de 2024

CRISTO VIVE

Resurrección de Murillo
Imagen: wikipedia.org

«Es importante reafirmar esta verdad fundamental de nuestra fe, cuya verdad histórica está ampliamente documentada, aunque hoy, como en el pasado, no faltan quienes de formas diversas la ponen en duda o incluso la niegan. El debilitamiento de la fe en la resurrección de Jesús debilita, como consecuencia, el testimonio de los creyentes. En efecto, si falla en la Iglesia la fe en la Resurrección, todo se paraliza, todo se derrumba. Por el contrario, la adhesión de corazón y de mente a Cristo muerto y resucitado cambia la vida e ilumina la existencia de las personas y de los pueblos.

¿No es la certeza de que Cristo resucitó la que ha infundido valentía, audacia profética y perseverancia a los mártires de todas las épocas? ¿No es el encuentro con Jesús vivo el que ha convertido y fascinado a tantos hombres y mujeres, que desde los inicios del cristianismo siguen dejándolo todo para seguirlo y poniendo su vida al servicio del Evangelio? “Si Cristo no resucitó, —decía el apóstol san Pablo— es vana nuestra predicación y es vana también nuestra fe” (1 Co 15, 14). Pero ¡resucitó!

El anuncio que en estos días volvemos a escuchar sin cesar es precisamente este: ¡Jesús ha resucitado! Es “el que vive” (Ap 1, 18), y nosotros podemos encontrarnos con él, como se encontraron con él las mujeres que, al alba del tercer día, el día siguiente al sábado, se habían dirigido al sepulcro; como se encontraron con él los discípulos, sorprendidos y desconcertados por lo que les habían referido las mujeres; y como se encontraron con él muchos otros testigos en los días que siguieron a su resurrección.

Incluso después de su Ascensión, Jesús siguió estando presente entre sus amigos, como por lo demás había prometido: “He aquí que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). El Señor está con nosotros, con su Iglesia, hasta el fin de los tiempos. Los miembros de la Iglesia primitiva, iluminados por el Espíritu Santo, comenzaron a proclamar el anuncio pascual abiertamente y sin miedo. Y este anuncio, transmitiéndose de generación en generación, ha llegado hasta nosotros y resuena cada año en Pascua con una fuerza siempre nueva». (Benedicto XVI, Audiencia general, miércoles 26 de marzo de 2008)

Fuente: vatican.va


 

sábado, 30 de marzo de 2024

DE LOS BRAZOS DE LA CRUZ A LOS BRAZOS DE SU MADRE

Descendimiento de Rubens

Los auxilios que un grupo selecto de almas enamoradas prestaron a Cristo muerto para descenderlo de la Cruz y darle digna sepultura han inspirado páginas bellísimas en la literatura espiritual. He aquí algunas de ellas.

1. «Nicodemo y José de Arimatea discípulos ocultos de Cristo interceden por Él desde los altos cargos que ocupan. En la hora de la soledad, del abandono total y del desprecio, entonces dan la cara audacter (Mc XV, 43): ¡valentía heroica!

Yo subiré con ellos al pie de la Cruz, me apretaré al Cuerpo frío, cadáver de Cristo, con el fuego de mi amor…, lo desclavaré con mis desagravios y mortificaciones…, lo envolveré con el lienzo nuevo de mi vida limpia, y lo enterraré en mi pecho de roca viva, de donde nadie me lo podrá arrancar, ¡y ahí, Señor, descansad!

Cuando todo el mundo os abandone y desprecie…, ¡serviam!, os serviré, Señor». (San Josemaría Escrivá, Via Crucis, XIV, 1)

* * *

2. «Después de esto considera cómo aquel mismo día por la tarde llegaron aquellos dos santos varones, José y Nicodemo que, arrimadas sus escaleras a la Cruz, descendieron en brazos el Cuerpo del Salvador. Como la Virgen vio que, acabada ya la tormenta de la pasión, llegaba a tierra el sagrado Cuerpo, aparéjase Ella para darle puerto seguro en sus pechos y recibirlo de los brazos de la Cruz en los suyos…

Pues cuando la Virgen le tuvo en sus brazos, ¿qué lengua podrá explicar lo que sintió? ¡Oh ángeles de la paz, llorad con esta Sagrada Virgen; llorad, cielos; llorad, estrellas del cielo, y todas las criaturas del mundo acompañad el llanto de María! Abrázase la Madre con el cuerpo despedazado, apriétalo fuertemente en sus pechos (para solo esto le quedaban fuerzas), mete su cara entre las espinas de la sagrada cabeza, júntase rostro con rostro, tíñese la cara de la sacratísima Madre con la sangre del Hijo, y riégase la del Hijo con lágrimas de la Madre. ¡Oh dulce Madre! ¿Es ése, por ventura, vuestro dulcísimo Hijo? ¿Es ése el que concebiste con tanta gloria y pariste con tanta alegría? ¿Pues qué se hicieron vuestros gozos pasados? ¿Dónde se fueron vuestras alegrías antiguas? ¿Dónde está aquel espejo de hermosura en que os mirábades?

Lloraban todos los que presentes estaban; lloraban aquellas santas mujeres, aquellos nobles varones; lloraba el cielo y la tierra y todas las criaturas acompañaban las lágrimas de la Virgen». (San Pedro de Alcántara, Tratado de la oración y meditación, Madrid 1991, p. 99).

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3. «Tras de esto resta considerar con cuánta devoción y compasión desclavarían aquellos santos varones el Sacratísimo cuerpo de la Cruz, y con qué lágrimas y sentimiento lo recibiría en sus brazos la afligidísima Madre, y cuáles serían allí las lágrimas del amado discípulo, de la santa Magdalena y de las otras piadosas mujeres; cómo lo envolverían en aquella sábana limpia y cubrirían su rostro con un sudario, y, finalmente, lo llevarían en sus andas y lo depositarían en aquel huerto donde estaba el santo sepulcro.

En el huerto se comenzó la Pasión de Cristo, y en el huerto se acabó; y por este medio nos libró el Señor de la culpa cometida en el huerto del Paraíso, y por ella, finalmente, nos lleva al huerto del Cielo» (Fray Luis de Granada, Vida de Jesucristo, Madrid 1990, p. 147).



 

viernes, 29 de marzo de 2024

AFECTOS A JESÚS CRUCIFICADO

Cristo de la buena muerte

«Alma mía, levanta los ojos y mira a este Hombre crucificado; mira al Cordero divino sacrificado sobre el altar de la cruz; considera que es el Hijo predilecto del Padre eterno, y que ha muerto por el amor que te profesa. Mira cómo tiene los brazos abiertos para abrazarte, la cabeza inclinada para darte el beso de paz, el costado abierto para darte entrada en su corazón. ¿Merece ser amado un Dios tan bueno y amoroso? ¿Qué respondes a esto? Hijo mío, te dice Jesús desde lo alto de la cruz, mira si ha habido en el mundo quien te haya amado más que tu Dios». (San Alfonso María de Ligorio, Meditaciones sobre la Pasión de Jesucristo, Madrid 1977, p. 175).


jueves, 28 de marzo de 2024

EN LA INTIMIDAD DEL CENÁCULO

Imagen: pinterest.es

«Sea ésta la hora de reavivar el grandísimo recuerdo. Se hace presente a nuestro espíritu todo lo dicho, todo lo realizado en esta última Cena nocturna, ardientemente deseada por el mismo divino Maestro, en vísperas de su pasión y de su muerte. El mismo Señor quiso dar a aquella reunión tal plenitud de significado, tal riqueza de recuerdos, tal conmoción de palabras y de sentimientos, tal novedad de actos y de preceptos, que nunca terminaremos de meditarlos y explorarlos. Es una cena testamentaria; es una cena afectuosa e inmensamente triste, al tiempo que misteriosamente reveladora de promesas divinas, de visiones supremas. Se echa encima la muerte, con inauditos presagios de traición, de abandono, de inmolación; la conversación se apaga enseguida, mientras la palabra de Jesús fluye continua, nueva, extremadamente dulce, tensa en confidencias supremas, cerniéndose así entre la vida y la muerte». (San Pablo VI, Extracto de la homilía del Jueves Santo, 27-III-1975).

Fuente: vatican.va 

lunes, 25 de marzo de 2024

LA UNCIÓN DE BETANIA, UNA LECCIÓN

Imagen: wikipedia.org

Conmovido con el ejemplo de María en casa de Simón el leproso, que vierte un ungüento de nardo puro de gran precio sobre Jesús, comenta san Josemaría:

«Aquella mujer que en casa de Simón el leproso, en Betania, unge con rico perfume la cabeza del Maestro, nos recuerda el deber de ser espléndidos en el culto de Dios.

  —Todo el lujo, la majestad y la belleza me parecen poco.

  —Y contra los que atacan la riqueza de vasos sagrados, ornamentos y retablos, se oye la alabanza de Jesús: «opus enim bonum operata est in me» una buena obra ha hecho conmigo» (Camino, n° 527).

La generosidad de María es modelo para los cristianos de todas las épocas en el afán de no escatimar nada en lo que se refiere al culto de Dios. No obstante las críticas que su actuación despierta, disfrazadas por un manto de preocupación social, a ella le basta con que su Señor esté contento. Y Jesús sale en su defensa: «Dejadla, ¿por qué la molestáis? Ha hecho una obra buena conmigo, pues a los pobres los tenéis siempre con vosotros» (Mc 14, 6-7).

No cree María que hace una cosa extraordinaria al gastar ese perfume tan valioso para ungir al Señor. Quizá piense que ya no habrá otra oportunidad de hacer algo grande por su Maestro, y actúa coherentemente, con la espontaneidad del amor que no sabe de cicaterías. Así han actuado siempre los cristianos de todos los siglos, destinando lo mejor que tenían para honrar al Señor realmente presente bajo el velo de las especies sacramentales. El proceder de María ha quedado como una dulce invitación a no ser mezquinos con el Señor, a darle todo, «a romper el frasco» (Mc 14, 3), en correspondencia al amor de Cristo que ha ungido a la humanidad entera con el bálsamo de infinito valor de su Sangre preciosísima.