lunes, 21 de octubre de 2024

SERVIDORES, NO AMOS DE LA LITURGIA

«Después del Concilio Vaticano II, se extendió la impresión de que el Papa, en realidad, lo podía todo en materia litúrgica, sobre todo, cuando actuaba con el respaldo de un concilio ecuménico. En último extremo, lo que ocurrió fue que la idea de la liturgia como algo que nos precede, y que no puede ser “elaborada” según el propio criterio, se perdió en la conciencia más difundida en Occidente.

Pero, en realidad, el Concilio Vaticano I en modo alguno trató de definir al Papa como un monarca absoluto, sino, todo lo contrario, como el garante de la obediencia frente a la palabra revelada: su poder está ligado a la tradición de la fe, lo cual es aplicable también al campo de la liturgia. La liturgia no es “elaborada” por funcionarios. Incluso el Papa ha de ser únicamente un servidor humilde que garantice su desarrollo adecuado y su integridad e identidad permanentes…

La autoridad del Papa no es ilimitada; está al servicio de la sagrada tradición. Una genérica “libertad” de acción, que precisamente por eso se mueve por la arbitrariedad, se puede conciliar menos aún con la esencia de la fe y de la liturgia. La grandeza de la liturgia reside, precisamente –y esto lo vamos a tener que repetir con frecuencia–, en su carácter no arbitrario». (J. Ratzinger, El Espíritu de la Liturgia, Ed. Cristiandad 2002, pp. 190–191).

La misma idea, si bien en un lenguaje más directo, ha quedado estampada por Kwasniewski en el siguiente texto: “Una vez que el obispo de Roma piensa que es el dueño absoluto de la liturgia latina, todo se viene abajo”. (Peter Kwasniewski El rito romano de ayer y del futuro, Os justi Press 2023, p. 346).

sábado, 12 de octubre de 2024

HISPANOAMÉRICA, UN LOGRO DEL GENIO HISPANO Y DE UNA AMÉRICA FECUNDA

Catedral del Cuzco

Recojo un extracto del ensayo Hispanoamérica del dolor (1947) del gran hispanista e historiador chileno Jaime Eyzaguirre (1908-1968). La lectura de este notable ensayo es indispensable para hacer frente a las visiones ideológicas y anticatólicas de la conquista española, en su intento por reescribir la historia de lo que fue una grandiosa hazaña cultural y evangélica.

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«Es verdad que Iberoamérica ya no es España,
pero también es verdad que sin ésta, aquélla no habría existido»

 «No le toca al español, como al inglés, sembrar sobre tierra baldía o desatar raíces incrustadas. Llegó en el ocaso de las espléndidas civilizaciones a inyectar savia nueva, a fundirse con ellas para labrar al unísono un futuro de posibilidades no previstas. El inglés quiso arar lo vernáculo y trasplantar su civilización con cautela, para librarla de los contagios autóctonos. El español se volcó con pleno desinterés y generosidad, dando y recibiendo. Por eso lo que brota en Iberoamérica ya no es la planta europea intacta, sino una tercera dimensión de sangre y cultura, enriquecida con aportes dispares y orientada a nuevos y no soñados destinos. Un Garcilaso de la Vega, inca, en el Perú, y un Alba Ixtlixóchitl, en Méjico, hablan del genio mestizo en buena lengua de Castilla; y en los templos de Puebla y Potosí, y en las tallas y lienzos de Quito y el Cuzco, por sobre el barroco de estirpe española, aflora la naturaleza exuberante de las razas indígenas, que dejan oír su palabra en el concierto espléndido de la creación artística.

Es verdad que Iberoamérica ya no es España, pero también es verdad que sin ésta, aquélla no habría existido. ¿Qué vínculo ligaba a las tribus, qué solidaridad geográfica, aparte del nexo lugareño, se advertía en ellas antes que el español viniera a dárselas, fundiéndolas a todas en el común denominador católico y cultural? Por eso lo español no es sólo un elemento más en el conglomerado étnico. Es el factor decisivo, el único que supo atarlos a todos, el que logró armonizar las trescientas lenguas dispares de Méjico y hacer de Chile, no ya -el mero nombre de un valle, sino la denominación de una vasta y plena unidad territorial.

El español saltó por sobre las dificultades que le imponían las distancias geográficas, los particularismos de tribu y las diversidades raciales, para producir el milagro de la cohesión americana. Por eso lo que se haga por echar en olvido el nombre español en estas tierras y querer oponer a él una revalorización hiperbólica de lo indígena, irá en derechura a atentar contra el nervio vital que ata nuestros pueblos. Todo lo que las viejas, civilizaciones pudieron tener de valedero en el momento de plena decadencia en que las sorprendió la conquista, fue guardado y defendido por los mismos españoles, que trajeron a tiempo el instrumento de la escritura, desconocido por los indígenas, para perpetuar la historia y tradiciones de los vencidos».

El breve ensayo de Eyzaguirre puede leerse aquí: www.cepc.gob.es

 

jueves, 10 de octubre de 2024

70 AÑOS DE LA CANONIZACIÓN DE SAN PÍO X

Hermosa semblanza del pontificado de San Pío X con motivo de los 70 años de su Canonización (29-V-1954). También se publicita el dossier que la revista católica francesa L’Homme Nouveau ha dedicado a la figura del Papa Sarto con ocasión de este aniversario.

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EL EJEMPLO DEL PAPA SAN PÍO X
Por Michel Janva

Setenta años después de su canonización en 1954, L'Homme Nouveau dedica un dosier especial al papa San Pío X, cuyo pontificado estuvo marcado por cruciales reformas en la liturgia, una firme defensa de la fe frente al modernismo y una renovación de la piedad eucarística.

San Pío X, apodado el «Papa de la Eucaristía», marcó la historia de la Iglesia con varias reformas profundas. Es particularmente famoso por su lucha contra el modernismo, al que calificó de «la síntesis de todas las herejías», y al que combatió con firmeza a través de importantes documentos como la encíclica Pascendi Dominici Gregis (1907) y el motu proprio Sacrorum Antistitum (1910). Su inquebrantable compromiso con la verdad permitió preservar la pureza de la fe católica frente a las amenazas de un racionalismo invasor y de una secularización galopante.

Su obra litúrgica manifiesta su profundo amor a Dios y a la Iglesia. Al reformar el breviario y restituir el canto gregoriano a su justo lugar, buscó devolver a la liturgia toda su belleza y dignidad, para que el pueblo cristiano pudiera ser elevado hacia Dios mediante una oración auténtica.

Su decreto Sacra Tridentina Synodus (1905), que promueve la comunión frecuente, y su decisión de bajar la edad de la primera comunión con Quam Singulari (1910) son otros tantos testimonios de su deseo ardiente de acercar las almas a la Eucaristía.

Mientras la Iglesia atraviesa nuevamente tiempos de confusión, el ejemplo de San Pío X nos muestra la importancia de permanecer firmes en la fe y arraigados en la tradición. Otra oportunidad para redescubrir a este gran Papa, al mismo tiempo humilde servidor e intrépido defensor de la verdad.


 

viernes, 4 de octubre de 2024

DOS CONVERSOS HABLAN DE PARTICIPACIÓN ACTIVA

Evelyn Waugh (1903-1966)

Presento traducido al español un sugerente artículo de Gregory DiPippo, aparecido en la página New Liturgical Movement hace un par de meses, sobre la idea litúrgica de participación activa en dos conversos ingleses: Evelyn Waugh y Edward Caswall. De su lectura me gustaría destacar ahora que “participación activa” no es lo mismo que “participación dirigida” o “participación controlada” que quizá sea lo que hoy más se observa en nuestras iglesias. Hay que reconocer que la misa tradicional, con su silencio y con su lengua, crea mayores espacios participativos al facilitar una libre y profunda actividad del espíritu; en ella, el alma está a sus anchas; como pez en el agua se mueve con agilidad de un lado a otro, contempla e interioriza en paz lo que la liturgia le ofrece, libre de códigos participativos impuestos que suelen conducir al tedio. Como bien dice DiPippo, es hora de superar la idea absurda de que la “participación activa” es incompatible con el rito romano antiguo o que éste sea incompatible con la iglesia posconciliar.

Dos conversos ingleses escriben

sobre participación activa
Gregory DiPippo

Texto original: www.newliturgicalmovement.org

A pesar de sus evidentes defectos, las redes sociales también ofrecen muchas ventajas, y hoy me han hecho un buen servicio al llamar mi atención sobre dos interesantes observaciones sobre el tema de la participación activa, ambas hechas por ingleses conversos al catolicismo.

La primera, a través del blog de Joseph Shaw (ver aquí), presidente de la Latin Mass Society de Inglaterra y Gales, procede de una carta publicada en un día como hoy, exactamente hace 60 años, en el Catholic Herald por el gran novelista Evelyn Waugh, que por entonces tenía 60 años y se había convertido al catolicismo 30 años antes. En agosto de 1964, solo dos de los dieciséis documentos del Vaticano II habían sido promulgados, Sacrosanctum Concilium e Inter mirifica, y eso apenas ocho meses antes. (Otros tres llegarían en noviembre). Sin embargo, como señala Waugh, la gente ya aclamaba con éxtasis (y, como se vería después, con fatuidad) no sólo la llegada de una época de «renovación explosiva» y «dinamismo manifiesto del Espíritu Santo», sino la victoria de un autoproclamado «progresismo» sobre el «conservadurismo». (Optime ridet qui ultimus ridet... El que ríe último, ríe mejor) Muy pocos, y quizá ninguno desde Chesterton, supieron ver a través de la superficialidad de la cantinela de su época como Waugh, que no tardó en darse cuenta de que el llamamiento del Vaticano II a la «participación activa» ya se estaba desvirtuando en una confusión fatal entre actividad y logro, bajo la forma de la misa dialogada.


«‘Participar’ en la Misa no significa oír nuestras propias voces. Significa más bien que Dios escucha nuestras voces. Solo Él sabe quién 'participa' en la Misa. Creo, para comparar las cosas pequeñas con las grandes, que ‘participo’ en una obra de arte cuando la estudio y la amo en silencio. No hace falta gritar.


Cualquiera que haya participado en una obra de teatro sabe que puede despotricar en el escenario con la mente en otra parte. ... Ahora soy viejo, pero era joven cuando me recibieron en la Iglesia. No me atraía en absoluto el esplendor de sus grandes ceremonias, que los protestantes podían imitar muy bien. De los atractivos externos de la Iglesia, el que más me atraía era el espectáculo del sacerdote y su ayudante en la misa rezada, acercándose al altar sin mirar cuántos o cuán pocos eran sus fieles; un artesano y su aprendiz; un hombre con un trabajo que solo él estaba capacitado para realizar.


Esa es la Misa que he llegado a conocer y amar. Por supuesto, dejemos que los agitadores tengan sus ‘diálogos’, pero que nosotros, que valoramos el silencio, no seamos completamente olvidados».


Desgraciadamente, la sabiduría de esta observación no fue tenida en cuenta en medio del torbellino por disolver la Iglesia y rehacerla a semejanza del Hombre Moderno. Y pensar que de haber sido así, nos habríamos ahorrado la absurda insistencia, que en cierto modo aún nos atormenta, de que la participación activa es incompatible con el Rito Romano tradicional, y la insistencia igualmente absurda de que esto, a su vez, hace que el Rito tradicional sea incompatible con la Iglesia postconciliar.

Los peligros de esta confusión fueron identificados más de un siglo antes por un clérigo anglicano llamado Edward Caswall, al observar el grado comparativo de participación en los servicios anglicanos y católicos. (Gracias al reverendo Robin Ward, director de St Stephen's House, Oxford, in foro privato).

 

«La concepción anglicana de la oración en común es que el clérigo debe recitar en voz alta un determinado orden de oraciones y cada persona presente debe hacerlo simultáneamente en su mente, completando la oración con un Amén. Por lo tanto, se espera que todas las inteligencias que asisten a nuestro servicio religioso sigan el mismo proceso, los mismos pasos mentales y el mismo curso de ideas. No se deja espacio para la oración ex tempore ni para una adaptación por parte del individuo, y si sus pensamientos divagan por un momento, cuesta recuperarse, ya que las oraciones se han estado realizando con la regularidad de un ferrocarril o de una máquina. Esto a menudo hace que las personas… se sientan descorazonadas…

 

Actualmente he observado que la visión católica romana de la oración común es bastante diferente. Establecen ciertas demarcaciones amplias para el culto público que se distinguen por el toque de campanillas y las acciones del sacerdote. Luego se deja a cada uno según su capacidad y seriedad, y según elija servirse de pequeños libros y aprender algunas oraciones propias, cómo unirse a lo que está sucediendo. Por tanto... el uso del latín realmente tiende en muchos aspectos a dar a la gran mayoría de la congregación comodidad, libertad, facilidad y espontaneidad en la oración pública. Y es muy cierto que una congregación católica romana participa en el servicio público con una identificación más completa que una inglesa, es decir, tan cierto como puedo juzgar por lo que veo. Es maravilloso poder decirlo: nosotros con un servicio en inglés estamos apáticos y desanimados; ellos con un servicio en latín dan todas las señales de comprender lo que cada uno hace hasta donde es posible, y no manifiestan ninguna desgana».

 

***

Nacido en 1814, Caswall estudió en el Brasenose College de Oxford y fue ordenado sacerdote anglicano en 1839. Muy influenciado por el Movimiento de Oxford y por John Henry Newman, se convirtió al catolicismo en 1847, y es justo preguntarse si su observación anterior no está condicionada por cierta desilusión con la Iglesia Anglicana, un sentimiento que compartían muchos en ese momento. Después de la muerte repentina de su esposa en 1849, ingresó en el Oratorio de Birmingham en 1850; fue ordenado sacerdote dos años después y murió en 1878.

El Padre Caswall era extremadamente hábil para traducir el latín en un buen inglés poético, y he utilizado a menudo sus traducciones en artículos sobre himnos. Muchos de ellos también están incorporados en la traducción monumental del Breviario romano por el Marqués de Bute.


 

domingo, 29 de septiembre de 2024

ORACIÓN A SAN MIGUEL

San Miguel de Rafael Sanzio


Sancte Michäel Archangele, defende nos in proelio:
contra nequitiam et insidias diaboli 
esto praesidium.
Imperet illi Deus, supplices deprecamur;
tuque, Princeps militiae coelestis,
Satanam aliosque spiritus malignos,
qui ad perditionem animarum pervagantur in mundo,
divina virtute, in infernum detrude.
Amen.

* * *

San Miguel Arcángel, defiéndonos en la batalla,
sé nuestro amparo contra la maldad 
y las asechanzas del diablo.
Pedimos suplicantes que Dios lo mantenga bajo su imperio; 
y tú, Príncipe de la milicia celestial, 
arroja al infierno con el poder divino, 
a Satanás y a los otros espíritus malvados, 
que andan por el mundo 
tratando de perder a las almas. 
Amén.

 

viernes, 27 de septiembre de 2024

POR EL CAMINO DE LA CRUZ

Tintoretto, Subida al Calvario
Imagen: wikioo.org/es

«Estamos ahora en el camino del Calvario, por donde Cristo arrastra su Cruz. ¿Vamos a permitir que la lleve solo? Si el mundo se ha de redimir por el sufrimiento, ¿por qué ha de ser únicamente Jesús quien padezca? No, carguemos también nosotros con nuestra cruz –esa cruz que han de abrazar todos sus seguidores (Cfr. Mt 16, 24)– y unamos nuestro dolor al de Nuestro Señor para la redención del mundo. Seámosle fieles en el sufrimiento y que Él nos conduzca al Calvario para morir con Él. Muramos, sí, y adquiramos una nueva vida después de esta muerte en Cristo y con Cristo». 

(San Josemaría Escrivá, Apuntes de una meditación sobre la Pasión del Señor, 1937).


 

sábado, 21 de septiembre de 2024

BENEDICTO XVI TRAZA UN PERFIL DE SAN MATEO

San Mateo. Basílica de San Juan de Letrán

«Mateo está siempre presente en las listas de los Doce elegidos por Jesús (cf. Mt 10, 3; Mc 3, 18; Lc 6, 15; Hch 1, 13). En hebreo, su nombre significa "don de Dios". El primer Evangelio canónico, que lleva su nombre, nos lo presenta en la lista de los Doce con un apelativo muy preciso:  "el publicano" (Mt 10, 3). De este modo se identifica con el hombre sentado en el despacho de impuestos, a quien Jesús llama a su seguimiento:  "Cuando se iba de allí, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo:  "Sígueme". Él se levantó y le siguió" (Mt 9, 9). También san Marcos (cf. Mc 2, 13-17) y san Lucas (cf. Lc 5, 27-30) narran la llamada del hombre sentado en el despacho de impuestos, pero lo llaman "Leví". Para imaginar la escena descrita en Mt 9, 9 basta recordar el magnífico lienzo de Caravaggio, que se conserva aquí, en Roma, en la iglesia de San Luis de los Franceses.

Los Evangelios nos brindan otro detalle biográfico:  en el pasaje que precede a la narración de la llamada se refiere un milagro realizado por Jesús en Cafarnaúm (cf. Mt 9, 1-8; Mc 2, 1-12), y se alude a la cercanía del Mar de Galilea, es decir, el Lago de Tiberíades (cf. Mc 2, 13-14). De ahí se puede deducir que Mateo desempeñaba la función de recaudador en Cafarnaúm, situada precisamente "junto al mar" (Mt 4, 13), donde Jesús era huésped fijo en la casa de Pedro.

Basándonos en estas sencillas constataciones que encontramos en el Evangelio, podemos hacer un par de reflexiones. La primera es que Jesús acoge en el grupo de sus íntimos a un hombre que, según la concepción de Israel en aquel tiempo, era considerado un pecador público. En efecto, Mateo no sólo manejaba dinero considerado impuro por provenir de gente ajena al pueblo de Dios, sino que además colaboraba con una autoridad extranjera, odiosamente ávida, cuyos tributos podían ser establecidos arbitrariamente. Por estos motivos, todos los Evangelios hablan en más de una ocasión de "publicanos y pecadores" (Mt 9, 10; Lc 15, 1), de "publicanos y prostitutas" (Mt 21, 31). Además, ven en los publicanos un ejemplo de avaricia (cf. Mt 5, 46:  sólo aman a los que les aman) y mencionan a uno de ellos, Zaqueo, como "jefe de publicanos, y rico" (Lc 19, 2), mientras que la opinión popular los tenía por "hombres ladrones, injustos, adúlteros" (Lc 18, 11).

Ante estas referencias, salta a la vista un dato:  Jesús no excluye a nadie de su amistad. Es más, precisamente mientras se encuentra sentado a la mesa en la casa de Mateo-Leví, respondiendo a los que se escandalizaban porque frecuentaba compañías poco recomendables, pronuncia la importante declaración:  "No necesitan médico los sanos sino los enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores" (Mc 2, 17).

La buena nueva del Evangelio consiste precisamente en que Dios ofrece su gracia al pecador. En otro pasaje, con la famosa parábola del fariseo y el publicano que subieron al templo a orar, Jesús llega a poner a un publicano anónimo como ejemplo de humilde confianza en la misericordia divina:  mientras el fariseo hacía alarde de su perfección moral, "el publicano (...) no se atrevía ni a elevar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo:  "¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!"". Y Jesús comenta:  "Os digo que este bajó a su casa justificado y aquel no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado" (Lc 18, 13-14). Por tanto, con la figura de Mateo, los Evangelios nos presentan una auténtica paradoja:  quien se encuentra aparentemente más lejos de la santidad puede convertirse incluso en un modelo de acogida de la misericordia de Dios, permitiéndole mostrar sus maravillosos efectos en su existencia.

A este respecto, san Juan Crisóstomo hace un comentario significativo:  observa que sólo en la narración de algunas llamadas se menciona el trabajo que estaban realizando esas personas. Pedro, Andrés, Santiago y Juan fueron llamados mientras estaban pescando; y Mateo precisamente mientras recaudaba impuestos. Se trata de oficios de poca importancia —comenta el Crisóstomo—, "pues no hay nada más detestable que el recaudador y nada más común que la pesca" (In Matth. Hom.:  PL 57, 363). Así pues, la llamada de Jesús llega también a personas de bajo nivel social, mientras realizan su trabajo ordinario.

Hay otra reflexión que surge de la narración evangélica:  Mateo responde inmediatamente a la llamada de Jesús:  "Él se levantó y lo siguió". La concisión de la frase subraya claramente la prontitud de Mateo en la respuesta a la llamada. Esto implicaba para él abandonarlo todo, en especial una fuente de ingresos segura, aunque a menudo injusta y deshonrosa. Evidentemente Mateo comprendió que la familiaridad con Jesús no le permitía seguir realizando actividades desaprobadas por Dios.

Se puede intuir fácilmente su aplicación también al presente:  tampoco hoy se puede admitir el apego a lo que es incompatible con el seguimiento de Jesús, como son las riquezas deshonestas. En cierta ocasión dijo tajantemente:  "Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme" (Mt 19, 21). Esto es precisamente lo que hizo Mateo:  se levantó y lo siguió. En este "levantarse" se puede ver el desapego de una situación de pecado y, al mismo tiempo, la adhesión consciente a una existencia nueva, recta, en comunión con Jesús.

Recordemos, por último, que la tradición de la Iglesia antigua concuerda en atribuir a san Mateo la paternidad del primer Evangelio. Esto sucedió ya a partir de Papías, obispo de Gerápolis, en Frigia, alrededor del año 130. Escribe Papías:  "Mateo recogió las palabras (del Señor) en hebreo, y cada quien las interpretó como pudo" (en Eusebio de Cesarea, Hist. eccl. III, 39, 16). El historiador Eusebio añade este dato:  "Mateo, que antes había predicado a los judíos, cuando decidió ir también a otros pueblos, escribió en su lengua materna el Evangelio que anunciaba; de este modo trató de sustituir con un texto escrito lo que perdían con su partida aquellos de los que se separaba" (ib., III, 24, 6).

Ya no tenemos el Evangelio escrito por san Mateo en hebreo o arameo, pero en el Evangelio griego que nos ha llegado seguimos escuchando todavía, en cierto sentido, la voz persuasiva del publicano Mateo que, al convertirse en Apóstol, sigue anunciándonos la misericordia salvadora de Dios. Escuchemos este mensaje de san Mateo, meditémoslo siempre de nuevo, para aprender también nosotros a levantarnos y a seguir a Jesús con decisión». (BENEDICTO XVI, AUDIENCIA GENERAL, Miércoles 30 de agosto de 2006).

Fuente: vatican.va