Comparto una breve consideración de San John Henry Newman, cuya fiesta celebra hoy la Iglesia, sobre el pecado como perverso atrevimiento contra la santidad de Dios.
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He pecado solamente contra ti
«Dios mío,
no me arriesgo a ofender a ningún superior terreno, tengo miedo pues sé que me
meteré en problemas, pero sin embargo me arriesgo a ofenderte a ti. Sé, oh Señor,
que según la grandeza de la persona ofendida, mayor es la ofensa. Y sin embargo
no temo ofenderte, que es ofender al Dios infinito. Mi amado Señor, ¿cómo me
sentiría, qué diría de mí, si golpeara a algún venerable superior de la tierra,
si descargara un golpe sobre alguien tan venerable como un padre o un
sacerdote, si fuera a golpearles en la cara? No puedo siquiera soportar el
pensar en una cosa semejante. Y sin embargo, ¿qué es esto comparado con
levantar mi mano contra ti? ¿Qué es el pecado sino esto? Pecar es insultarte
del modo más grosero que se pueda concebir. Alma mía, en esto consiste la
maldad del pecado: en levantar mi mano contra mi infinito Benefactor, contra mi
Creador, Protector y Juez todopoderoso, contra Aquel en quien se concentra toda
majestad y gloria, toda belleza, reverencia y santidad, contra el único y solo
Dios». (John Henry Newman, Meditaciones y devociones, Ed. Agape Libros
2007, p. 253).
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