«En
un discurso al Colegio Cardenalicio en la Sala Clementina del Vaticano, el Papa
nos ha dirigido palabras muy serias. Nos ha recordado que la vestidura roja de
los cardenales es símbolo de la disposición al martirio. La Iglesia lo explica
con la siguiente fórmula: quien la lleva debe estar dispuesto a responder de la
fe usque ad effusionem sanguinis,
hasta derramar su sangre. Nos ha recordado además al cardenal inglés John
Fischer, que recibió la púrpura en la cárcel, en la que ingresó por oponerse al
poder del rey en favor de la Iglesia universal, de la que consideraba como
único representante al Papa, al obispo de Roma. Un mes después de haber sido
nombrado cardenal hubo de reclinar su cabeza sobre el patíbulo. De este modo se
ha tocado un segundo aspecto de este pontificado, que, en su primer mensaje al
mundo en la Capilla Sixtina, el Santo Padre vertió en el lema fidelitas (fidelidad). De esta forma, a
la confrontación superficial entre conservadurismo y progreso el Papa opuso
algo distinto y completamente olvidado: la fidelidad, que es creadora
conservando» (Joseph Card. Ratzinger, Cooperadores
de la verdad, Madrid 1991, p. 251).
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