No deja de sorprender la dificultad y resistencia que encuentra el Papa Benedicto cada vez que desea introducir alguna modificación –muchas veces se trata de una auténtica corrección- en el ámbito litúrgico. Las dificultades no suelen provenir del pueblo fiel, siempre obediente a la suprema potestad del Romano Pontífice, sino de sacerdotes, religiosos, obispos y teólogos dispuestos, al parecer, a dar lecciones a su propio Maestro. Creo que es lo sucedido en los últimos años con la famosa traducción de las palabras de la consagración del Cáliz en la misa. Como lo explicaba el Santo Padre en carta a los obispos alemanes: “el cambio del «pro multis» a «por todos» no fue una traducción pura, sino una interpretación que fue y sigue siendo muy razonable, pero ya es más que una traducción e interpretación”. No hace mucho un obispo, creo que para mover a su clero a la obediencia, mandó a todos sus sacerdotes por correo electrónico la Carta del Papa a los obispos alemanes; el documento iba acompañado de un breve comentario de este estilo: aunque personalmente me gusta más la traducción «por todos los hombres», lean este interesante texto del Papa. Y aquí radica la cuestión: lo que el Santo Padre pretende es sencillamente que se digan las palabras que, según testimonio unánime de las fuentes de la revelación, dijo Jesús cuando convirtió el vino en su Sangre, no las que creemos que dijo o nos hubiese gustado que dijera. Si en cosa tan elemental cuesta obedecer, me inclino a pensar que en el rechazo a la traducción «por vosotros y por muchos» se esconden motivaciones más ideológicas que pastorales
No hay comentarios:
Publicar un comentario