“Así, pues, un tal día como hoy el Señor Jesús vino a bautizarse y quiso que el
agua bañase su santo cuerpo.
No
faltará quien diga: Si era santo, ¿por qué quiso ser bautizado?» Escucha, pues, lo siguiente: Cristo se
hace bautizar, no para santificarse él por las aguas, sino para que las aguas sean santificadas por él, y
para purificarlas mediante el
contacto de su cuerpo. Pues la consagración de Cristo es la consagración
completa del agua.
Y
así, cuando se lava el Salvador, se purifica toda el agua necesaria para
nuestro bautismo, y queda limpia la fuente, para que pueda luego administrarse
a los pueblos que habían de venir a la gracia de aquel baño. Cristo, pues, se
adelanta mediante su bautismo, a fin de que los pueblos cristianos vengan luego
tras él con confianza”. (San
Máximo de Turín, Sermón 100, en la Sagrada Epifanía, 1, 3)
"El bautizado recupera el primitivo estado de gracia
perdido por el pecado, porque se hace partícipe de los sufrimientos de la
pasión de Cristo, como si él mismo los hubiese soportado al hacerse, por el
sacramento, miembro suyo”. (Santo
Tomás de Aquino, S. Th. III q.69, a.2, ad 1)
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