domingo, 20 de enero de 2013

Y ESTABA ALLÍ LA MADRE DE JESÚS

Cómo gusta al Evangelista Juan destacar siempre la presencia de la Madre: “…y estaba allí la Madre de Jesús”, dirá al introducir el relato la bodas de Caná. Y casi al final de su Evangelio repetirá: “Estaban junto a la cruz de Jesús su Madre…”. La presencia de María, Madre de Dios y Madre nuestra, será siempre insustituible; donde falta ella se produce un vacío que ni su propio Hijo se atreve a llenar: ¡así de grande es su aprecio por ella!
Comentando el milagro de las bodas de Caná, Santo Tomás invita a considerar tres aspectos de la súplica que la Madre dirige a su Hijo para que obre el milagro: 


“En la interpelación de la madre -dice- observa primero la piedad y la misericordia. Pues a la misericordia corresponde que alguien considere como suyo el defecto de otro…Entonces, porque la santa Virgen estaba llena de misericordia, quería aligerar la carencia de los otros; y por eso dice el Evangelista “al faltar el vino, dice a Él la madre de Jesús…
En segundo lugar, observa su reverencia hacia Cristo: pues por la reverencia que tenemos respecto de Dios nos basta solo exponerle nuestras carencias, según aquello que dice el salmo “Señor, ante ti, todo mi deseo” (Salmo 37, 10. Pero cómo nos ayude Dios, no es cosa nuestra inquirirlo...Y por eso su madre expuso simplemente la carencia de los otros, diciendo “no tienen vino”.
En tercer lugar, observa la solicitud y diligencia de la Virgen: porque no esperó hasta la extrema necesidad, sino “al faltar el vino”, es decir, cuando comenzaba a faltar, según aquello que se dice en el Salmo (9,10) sobre Dios: “es auxiliador en los momentos oportunos, en la tribulación”. (Santo Tomás de Aquino, Comentario al Evangelio de San Juan, Cap. 1, lect. 1)

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