«Y le beso —bésale tú—, y
le bailo, y le canto, y le llamo Rey, Amor, mi Dios, mi Único, mi Todo!... ¡Qué
hermoso es el Niño... y qué corta la decena!», escribió San Josemaría en
Santo Rosario. Al mismo tiempo, era
manifiesta su profunda devoción por la imagen del Niño-Dios que las religiosas
Agustinas Recoletas veneraban en su convento, y a las que atendía pastoralmente.
Así lo explica el siguiente texto recogido en el dorso de una postal con la imagen
de este Niño, que muy pronto robó el corazón del joven y santo sacerdote.
«E
|
n
el Real Monasterio de Agustinas Recoletas de Madrid-Atocha-Santa Isabel,
fundado por el Beato Alonso de Orozco en 1589, se encierra una rica historia de
arte y de santidad. Entre sus tesoros, aunque muchísimos fueron destruidos por
las llamas en la contienda civil –1936-1939–, se guarda una imagen diminuta del
Niño Jesús, tallada en madera, del siglo XVII, según parece, que se exponía
antiguamente, y todavía se expone, a la veneración de los fieles en los días de
Navidad.
De
este monasterio fue Capellán y Rector mayor, desde 1931 hasta 1946, Monseñor
Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei. Muy viva se conserva aún
entre las religiosas contemplativas la memoria de aquel joven sacerdote
amantísimo de la Eucaristía y muy dado a la oración. Y cultivan el recuerdo de
algún lance singular habido entre el padre Escrivá y el Divino Niño. Se cree
que de él recibió alguna gracia muy extraordinaria. El padre se llevaba con
frecuencia a su habitación la ya célebre imagen, con permiso de la Priora. Y al
devolverla se mostraba conmovido y jubiloso. Por entonces ardía en fervores
místicos, y escribió el libro CAMINO con el título de CONSIDERACIONES
ESPIRITUALES, así como su tratadito EL SANTO ROSARIO.
Para
contemplar y venerar esta pequeña imagen del NIÑO JESUS de Monseñor Escrivá, llegan al monasterio de Agustinas Recoletas personas de los más lejanos países».
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