martes, 30 de abril de 2013

REFORMA Y EPISCOPADO


El padre Louis Bouyer fue uno de los primeros teólogos de renombre, que ya en la misma década de los 60, expresó públicamente su descontento frente al así llamado “espíritu del Concilio” y frente a los derroteros que tomaban las reformas impulsadas por la asamblea conciliar. Se trató de un grito de alarma lanzado al aire por parte de una voz autorizada y nada sospechosa de tradicionalismo. Sus preocupaciones y temores los expuso en un opúsculo publicado en 1968 bajo el título La descomposición del Catolicismo. Consciente de que con su ensayo atraería sobre sí las iras de quienes trabajaban sin pausa en el desmantelamiento de la Iglesia, no dudó sin embargo en presentar un diagnóstico realista, por momentos crudo, de la situación de la Iglesia postconciliar y proponer medidas, a veces drásticas, para remontar el trágico panorama de crisis en que la Iglesia se sumergía. Su pena y su dolor eran grandes, como grandes habían sido también sus esperanzas y expectativas puestas en el Concilio. “A menos que nos tapemos los ojos, -escribe en las primeras páginas de su libro- hay incluso que decir francamente que lo que estamos viendo se parece mucho menos a la regeneración con la que se había contado que a una descomposición acelerada del catolicismo”.
Ya entonces Bouyer veía con claridad, que cualquier reforma con pretensiones de éxito duradero que se quisiese llevar a cabo en la Iglesia, debía comenzar por una selección mucho más atenta, casi minuciosa se podría decir, de quienes están llamados a enseñar, regir y santificar la grey del Señor, es decir, de los obispos. Estas son sus palabras,  a las que me parece no hay nada que añadir: “Finalmente, ¡el episcopado! Hace unos meses conversaba yo sobre la situación actual de la Iglesia con un obispo africano, que no sólo es uno de los mejores obispos del continente negro, sino uno de los mejores de la Iglesia contemporánea. Con esa amable sonrisa maliciosa con que Dios ha iluminado los rostros más oscuros de la humanidad me decía: “¿Qué quiere usted? La Iglesia, después del Concilio, se halla en una situación parecida a la de nuestros ejércitos africanos. De la noche a la mañana se ha hecho generales a personas elegidas y formadas para no ser nunca más que sargentos mayores. Esto no podrá marchar en tanto no se salga de esta situación”. Confieso que tengo la impresión de que aquel obispo ponía el dedo en la llaga del episcopado actual.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario