martes, 22 de diciembre de 2020

¡OH REY DE LAS NACIONES!

Señor, tus manos me hicieron y me plasmaron canta el salmista (cf Sal 119, 73). Esas mismas manos descienden ahora del cielo para llevar acabo la restauración de su obra predilecta –desfigurada por el pecado–, y devolverla a su prístina belleza y perfección. Así nos lo recuerda esta oración del día de Navidad: Oh Dios que de modo admirable has creado al hombre a tu imagen y semejanza, y de un modo más admirable todavía restableciste su dignidad por Jesucristo,...

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Oh Rey de las naciones, objeto de sus deseos, piedra angular que juntas en ti los dos pueblos, ven y salva al hombre a quien formaste del limo de la tierra (Antífona del 22-XII). 

«¡Oh Rey de las naciones! cada día te vas aproximando más a Belén donde habrás de nacer. Va a concluir el viaje, y tu augusta Madre, animada y fortalecida con tal dulce carga, camina en constante coloquio contigo. Adora a tu divina majestad, y da gracias por tu misericordia; se alegra de haber sido elegida para la sublime misión de ser Madre de Dios. Desea y goza ya del momento en que te verá por sus propios ojos. ¿Podrá servir dignamente a tu soberana grandeza, la que se considera como la última de las criaturas? ¿Osará levantarte en sus brazos, estrecharte contra su corazón, amamantarte en su humano regazo? Y con todo eso, al pensar que se avecina la hora, en que sin dejar de ser su hijo vas a salir de ella y reclamar todos los cuidados de su ternura, su corazón desfallece, y al unirse su amor materno con el amor de Dios, está a punto de expirar en aquella desigual lucha de la naturaleza humana con los más fuertes y poderosos afectos reunidos en un mismo corazón. Pero tú la sostienes ¡oh Deseado de las naciones! porque quieres que llegue a ese momento feliz en que dé a la tierra el Salvador, y a los hombres la Piedra angular que los ha de unir en una sola familia. ¡Bendito seas, oh divino Rey, en los prodigios de tu poder y de tu bondad! Ven cuanto antes a salvarnos, acordándote del amor que tienes al hombre por haber salido de tus manos. Ven, pues tu obra ha degenerado y está perdida y condenada a muerte: tómala en tus poderosas manos y rehazla; sálvala; pues la continúas amando y no te avergüenzas de ella» (Dom Prospero Gueranger, El Año Litúrgico I, 1952, p. 654).

O Rex Gentium, canto y partitura: www.youtube.com

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