En
esta oración que Newman compuso a su «amado y santo Patrono» San Felipe Neri (forma
parte de una novena que dejó inacabada), el santo inglés pide con sencillez de niño
la abundancia de los dones del Espíritu Santo para alcanzar la vida eterna. Su plegaria fue atendida con creces.
«F
|
elipe,
mi amado y santo Patrono, me pongo en tus manos, y por amor a Jesús, a causa de
ese amor que te eligió y te hizo santo, te imploro que ruegues por mí, para que
así como Él te ha llevado al cielo, me lleve también a mí al cielo en el
momento debido.
Te
pido especialmente me alcances una verdadera devoción, como la que tuviste, al
Espíritu Santo, la Tercera Persona de la siempre bendita Trinidad, para que así
como El llenó milagrosamente tu corazón con su gracia en Pentecostés, yo
también pueda a mi medida tener los dones necesarios para mi salvación.
Por
tanto, te pido me alcances esos sus siete grandes dones, para que dispongan y exciten
mi corazón hacia la fe y la virtud.
Implora
para mí el don de la Sabiduría, para que pueda preferir el cielo a la tierra, y
discernir la verdad de la falsedad.
El
don de Entendimiento, por el cual pueda tener impresos en mi mente los misterios
de su Palabra.
El
don de Consejo, para que pueda ver mi camino en los momentos de perplejidad.
El
don de Fortaleza, para que pueda combatir con mi enemigo con valentía y tenacidad.
El
don de Ciencia, para ser capaz de dirigir todas mis acciones con pura intención
a la gloria de Dios.
El
don de Piedad, para hacerme devoto y hombre de conciencia.
Y
el don del santo Temor, para hacerme sentir respeto, reverencia y sobriedad, en
medio de todas mis bendiciones espirituales.
El
más dulce de los Padres, Flor de pureza, Mártir de la caridad, ruega por mí».
(John
H. Newman, Meditaciones y devociones, Buenos Aires 2007, p. 210).
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