Niccolò
Tornioli, Vocación de San Mateo (1635-1637)
Foto wikipedia.org
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Copio
este texto de un hermoso libro sobre Jesús, publicado recientemente, en el que
de manera sucinta se refiere la vocación de Mateo, apóstol y evangelista. Con
sencillez y maestría, el autor destaca el papel decisivo de la mirada de Cristo
a la hora del llamamiento: Cristo llama no solo con su palabra imperiosa, sino
también con su mirada misericordiosa.
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ay
algo muy sobrenatural en estas primeras llamadas, claramente divinas, que
movían a seguir a Jesús y a confesar su identidad celestial sin mayores
trámites. Le bastaba una simple palabra, acompañada de una mirada
singularísima, para arrebatar los corazones de aquellos llamados de la primera
hora, no para ser discípulos, sino para llegar a contarse entre los doce
apóstoles.
La
llamada de Mateo fue muy diferente, porque Mateo era una persona diferente. No
era un pescador o un labriego de Galilea, sino un hombre rico, y con fama de
pecador público: un publicano. Su nombre de origen era Leví, y estaba sentado
en su oficina de tributos.
Pasó
Jesús por allí, lo miró y le dijo simplemente: ¡Sígueme! Él, dejando todos sus
bienes, lo siguió de inmediato. Solo nos cabe pensar, una vez más, en los ojos
imperativos y en la mirada ardiente de Jesús, para explicarnos esta renuncia y
este seguimiento instantáneo.
Tal
fue el entusiasmo de Mateo, que ofreció a Jesús una comida o cena, a la que invitó
a sus amigos, que eran como él, publicanos y pecadores, para nuevo escándalo de
los fariseos. La respuesta de Jesús fue este conmovedor enunciado de su misión
en la tierra: Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores»
(José Miguel Ibáñez Langlois, Jesús,
Ed. El Mercurio, Santiago de Chile 2017, p. 61-62).
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