martes, 19 de septiembre de 2017

«EN SUS SANTAS Y VENERABLES MANOS» (y III)

L
a mención a las manos «santas y venerables» del Señor en el relato de la institución del Canon Romano, parece recoger una antigua expresión de San Clemente Romano presente ya en su primera carta a los Corintios. En ella, Clemente exhorta a los fieles de aquella Iglesia a no abandonar por desidia las buenas obras, de modo análogo a como Dios, Artífice y Dueño de todas las cosas, se regocija y complace en el cuidado y gobierno de sus criaturas. Así, luego de referirse a la creación del cielo y de la tierra, añade: «Finalmente, con sus santas e inmaculadas manos, plasmó al hombre, la criatura más excelente y grande por su inteligencia, imprimiéndole el cuño de su propia imagen» (San Clemente I Cor 33, 4).
El paso de las manos omnipotentes del Creador a las manos santas del Redentor en la liturgia, tiene profundidad teológica. «Tus manos me hicieron y me plasmaron» (Sal 119, 73), dice el salmista con humildad y gratitud. Esas mismas manos se han hecho ahora carne en las santas y venerables manos de Cristo, convirtiéndolas en instrumento de santificación y redención. En sus santas y venerables manos nos toma Cristo para ofrecernos al Padre junto con él; a su vez, por sus santas y venerables manos se derrama sobre nosotros toda suerte de gracias y bendiciones. Por esas manos volvió la vista a muchos ciegos, la limpieza a muchos leprosos, la maravillosa sinfonía del sonido a muchos sordos, la agilidad a innumerables cojos y tullidos… Pero, sobre todo, por esas manos llega al cielo todo el honor y toda la gloria que el Creador se merece (omnis honor et gloria).
¡Qué evocadoras resultan las santas y venerables manos del Señor!

No hay comentarios:

Publicar un comentario