Gratias tibi o Benedicte!
Con
motivo del décimo aniversario del Motu
Proprio Summorum Pontificum por el que Benedicto XVI levantó las absurdas trabas
que pesaban sobre el uso de la antigua liturgia, me parece interesante releer
un texto extraído de las memorias del papa Ratzinger, cuya atenta lectura ayuda a comprender hasta qué punto a sus ojos Summorum
Pontificum era un acto de justicia que no consentía más demora. En este
aniversario agradecemos de todo corazón al papa emérito haber devuelto a la
Iglesia lo que era suyo, lo que no podía dejar de pertenecerle, y que de un
modo hasta entonces desconocido se le había arrebatado.
«P
|
ara
la mayor parte de los padres conciliares la reforma propuesta por el movimiento
litúrgico no constituía una prioridad; más aún, para muchos de ellos ni siquiera era un tema a tratar. Por
ejemplo, el cardenal Montini, que después, como Pablo VI, se convirtió en el
verdadero papa del Concilio, al presentar su síntesis temática al comienzo de
los trabajos conciliares, había dicho con claridad que él no alcanzaba a
encontrar en este asunto ninguna tarea especial para el Concilio. La liturgia y
su reforma se habían convertido, desde el final de la Primera Guerra Mundial,
en una cuestión apremiante solo en Francia y Alemania y, de un modo más
preciso, desde el punto de vista de una restauración lo más pura posible de la
antigua liturgia romana; a ello se unía también la exigencia de una
participación activa del pueblo en el acontecimiento litúrgico. Estos dos
países, entonces teológicamente en primer plano (a los que se necesitaba añadir
obviamente Bélgica y Holanda), consiguieron obtener en la fase preparatoria que
se elaborase un esquema sobre la Sagrada Liturgia, que se insertaba de un modo
más bien natural en la temática general de la Iglesia. Que después este texto
haya sido el primero en ser examinado por el Concilio no dependió en absoluto
de que creciera un interés por la cuestión litúrgica en la mayoría de los padres,
sino del hecho de que no se preveía que hubiera grandes polémicas y de que, en
cualquier caso, se consideraba el conjunto como objeto de un ejercicio en el que
se podían aprender y experimentar los métodos de trabajo del Concilio. A
ninguno de los padres se le habría pasado por la cabeza ver en este texto “una
revolución” que habría significado el “fin del Medievo”, como a la sazón
algunos teólogos creyeron deber interpretar…»
«En
este contexto, no sorprende que la “misa normativa” que debía entrar –y entró–
en el lugar del Ordo missæ precedente
fuese rechazada por la mayor parte de los padres convocados en un sínodo
especial en el año 1967. Que algunos (¿o muchos?) liturgistas que estaban
presentes como asesores tuviesen ya desde el principio la intención de ir mucho
más allá, hoy se puede deducir de algunas de sus publicaciones; no obstante,
seguramente no habrían recibido el consentimiento de los padres a estos deseos»
(Joseph Ratzinger, Mi vida, Ed. Encuentro,
Madrid 2005, p. 119-121).
El periódico La Croix informa que el Papa reflexiona sobre el futuro de Summorum Pontíficum, especulándose al respecto sobre la posibilidad de una importante restricción al mismo. ¿Será esto cierto? En tal caso, sería lamentable que se tire por la borda el inapreciable bien que la forma extraordinaria del rito romano, en apenas 10 años desde su liberalización, ha venido haciendo en los católicos, especialmente en los jóvenes, laicos y sacerdotes, que han sido bendecidos en conocerla y quererla.
ResponderEliminarValga al respecto el siguiente testimonio:
Siete meses antes de su muerte, el padre de quien esto escribe, cristiano observante y piadoso aunque desmoralizado por la progresiva desacralización del culto y por ciertos comportamientos de algunos sacerdotes, se reencontró en una parroquia con la misa de su niñez y juventud, asistiendo a ella los domingo mientras su salud lo permitió, y experimentando gracias a ello un admirable rejuvenecimiento espiritual que lo dispondría a enfrentar de manera valiente y serena sus últimos días. Tuvo además la fortuna de que el sacerdote se la dijera junto a su lecho de enfermo terminal. Su felicidad en medio del dolor fue reconfortante.
Quiera, pues, el buen Dios seguir brindándonos tan señalados bienes gracias al motu proprio.
Long live Pope Benedict! AMDG, Most Holy Father.
ResponderEliminar