En
el capítulo 9 del Libro de la Vida, Santa Teresa narra de qué modo comenzó el
Señor a despertar su alma del letargo espiritual en que se hallaba. Muchos
“toques” del divino Artista para hacer de esa buena monja una de las santas más
extraordinarias de la historia de la Iglesia, guardan relación con su Pasión. Recojo
a continuación algunos textos de gran valor testimonial, teológico y místico de
la santa de Ávila, apropiados para meditar en tiempos de pasión.
«Pues
ya andaba mi alma cansada y –aunque quería– no la dejaban descansar las malas
costumbres que tenía. Me acaeció que, entrando un día en el oratorio, vi una
imagen que habían traído allí a guardar, que se había buscado para cierta
fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, al
mirarla, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por
nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas
llagas, que el corazón me parece se me partía, y me arrojé junto a Él con
grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una
vez para no ofenderle».
«Mas
esta vez de esta imagen que digo, me parece me aprovechó más, porque estaba ya
muy desconfiada de mí y ponía toda mi confianza en Dios. Le dije entonces, que
no me había de levantar de allí hasta que hiciese lo que le suplicaba. Creo
cierto me aprovechó, porque fui mejorando mucho desde entonces».
«Tenía
este modo de oración: como no podía discurrir con el entendimiento, procuraba
representar a Cristo dentro de mí; y me hallaba mejor en las partes adonde le
veía más solo; me parecía que, estando solo y afligido, como persona necesitada
me había de admitir a mí.
De estas simplicidades tenía muchas; en especial me hallaba muy bien en la oración del Huerto; allí era mi acompañarle; pensaba en aquel sudor y aflicción que allí había tenido; si podía, deseaba limpiarle aquel tan penoso sudor; pero me acuerdo que jamás osaba determinarme a hacerlo, porque se representaban mis pecados tan graves. Me estaba allí lo más que me dejaban mis pensamientos, porque eran muchos los que me atormentaban. Muchos años, las más noches, antes que me durmiese –cuando para dormir me encomendaba a Dios– siempre pensaba un poco en este paso de la oración del Huerto, aun antes de ser monja, porque me dijeron se ganaban muchos perdones. Y tengo para mí que por aquí ganó muy mucho mi alma, porque comencé a tener oración sin saber qué era, y ya la costumbre me hacía no dejar esto, como el no dejar de santiguarme para dormir». (Santa Teresa de Jesús, Libro de la Vida I, Ed. Rialp, Madrid 1982, p. 87-88).
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