martes, 25 de abril de 2017

HACIA LA TIERRA PROMETIDA


«Q
uien reforma un rito hiere a un dios», escribió Nicolás Gómez Dávila (Escolios, Tomo II, p. 286). Y tengo para mí que la reforma apresurada y desprolija del rito romano ha herido el corazón de Jesucristo. Como sucedió antaño con el pueblo de Israel, hemos sido castigados a vagar por más de medio siglo a través de un desierto litúrgico abrasador. En el pontificado de Benedicto XVI pudimos vislumbrar la tierra prometida y gustar de sus sabrosos frutos. No hagas caso, Señor, de los que ahora reclaman volver a la esclavitud egipcia.

1 comentario:

  1. La reforma en sí no es mala. San Pío X reformó el Breviario Romano. Pío XII reformó la Semana Santa. Si se lee bien el Liber Sacramentorum del beato Cardenal Schuster se descubre con sorpresa que muchos de sus postulados se han cumplido en el nuevo Misal Romano. Muchos Prefacios de los antiguos Sacramentarios Romanos -por ejemplo el de la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo- han pasado al Misal restaurado. Y como decía el beato Cardenal "iuxta codicum fidem". Hasta aquí, el Nuevo Misal, que puede y debe ser perfeccionado, es una obra bastante bien conseguida. El problema surgió cuando Pablo VI se vió desbordado por las exigencias modernistas: nuevas Plegarias Eucarísticas, Comunión en la mano, improvisaciones etc. Como decía un insigne liturgista en la revista Palabra al cumplirse el XXV aniversario del Misal Romano restaurado, el problema no está en el Misal -yo he convivido con él muchos años con un buen sacerdote que me regaló un ejemplar: bellísimos Prefacios, acertada ordenación de las Lecturas- el problema está en la pésima puesta en práctica de sus disposiciones, en la desobediencia de las Instrucciones del Culto Divino Inaestimabile Donum (1980) y Redemptionis Sacramentum (2001). El mismo Papa Juan Pablo II, instigado por Piero Marini, nada hizo por exigir el cumplimiento de las normas litúrgicas. Fué el Papa Benedicto XVI, como usted dice acertadamente, cuando pudimos vislumbrar la Tierra Prometida. Quién mejor que el Papa Ratzinger, con su esmeradísima preparación teológica y litúrgica para perfeccionar una reforma ad mentem Concilii? Lo hizo. Era de ver su devoción en las Sagradas Funciones Litúrgicas, reformó los Ritos de la Capilla Papal devolviéndoles su dignidad, distribuía la Sagrada Comunión a los fieles arrodillados y jamás en la lengua etc. Y ahora, qué? La Diestra del Altísimo no se ha acortado.
    Perdóneme por haberme extendido tanto, amigo estimado. Le estaré sumamente agradecido si publica mi comentario, que ha sido un desahogo del corazón al hilo del hermoso pensamiento del post.
    Un cordial saludo en Jesús y María.

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