El domingo
de ramos, pórtico de entrada a los misterios de la Semana Santa, nos ofrece en
su liturgia dos elementos significativos: la procesión de los ramos y la
lectura de la Pasión. San Bernardo nos muestra cómo se entrelazan ambos
aspectos en la celebración de esta fiesta alegre y dramática al mismo tiempo.
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sin motivo la Iglesia, que tiene el espíritu de aquel Señor que es su Esposo y
su Dios, presenta hoy unidas de modo nuevo y maravilloso la pasión y la
procesión; siendo así que la precesión lleva consigo el aplauso; la pasión, el
llanto.
En
la procesión está representada la gloria de la soberana patria, y en la pasión
el camino para llegar a ella. Si en la procesión te vino al pensamiento aquella
gloria que esperamos y aquel gozo, grande sobremanera, que tendremos al ser arrebatados
en las nubes para encontrar a Cristo en los cielos; si con todo tu deseo
aspiras a ver aquel día, en que será recibido Jesucristo Nuestro Señor en la Jerusalén
celestial, llevando el triunfo de la victoria, la Cabeza acompañada de todos
sus miembros, aplaudiéndole no ya las populares turbas, sino las virtudes
angélicas, clamando de todas partes los pueblos de uno y otro Testamento: bendito sea el que viene en el nombre del
Señor (Mat 21, 9); si
consideraste en la precesión, vuelvo a decir, hacia donde debes apresurar tus
pasos, aprende en la pasión el camino por donde debes ir. La tribulación
presente es el camino de la vida, el camino de la gloria, el camino de la
ciudad que merece habitarse, el camino del reino» (San Bernardo, In dominica palmarum, sermo 1).
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