miércoles, 26 de diciembre de 2012

EL NIÑO DIOS, ESTEBAN, SAULO Y EL DESEO DE TOMÁS MORO


S
olo la luz de un amor radicalmente nuevo, que brota en la tierra por el nacimiento del Niño Dios, nos permite saborear las palabras que Tomás Moro dirigió a sus jueces cuando dictaron sentencia de muerte en su contra y le preguntaron si aún deseaba añadir algo en su defensa. El santo mártir, como gigante delante de frágiles marionetas, comentó: «No más que lo siguiente: Como podemos leer en los Hechos de los Apóstoles, Pablo estuvo presente en la muerte de San Esteban y guardó la vestimenta de los que le apedreaban. A pesar de ello, ambos son hoy en día santos en el cielo y serán allí amigos para siempre. Así, yo espero -y rezaré de todo corazón por ello-, que, aunque me hayáis condenado aquí en la tierra, nos encontraremos para nuestra eterna salvación en el cielo».

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