Como
muestra de veneración y gratitud al evangelista Juan, el discípulo predilecto
del Señor, reproduzco un texto de Santo Tomás de Aquino tomado de su comentario
al Evangelio de San Juan, obra verdaderamente sublime del Angélico, donde la
sabiduría del teólogo, la contemplación del santo y la belleza expresiva del
poeta, convergen en un texto de inmenso valor doctrinal y espiritual.
***
«Sigue ahora la presentación del autor.
A la luz de cuanto se ha dicho, ésta puede ser considerada en relación a cuatro
cosas: en relación al nombre, a la virtud, a la figura y en relación al
privilegio.
En relación al nombre, el autor de este
Evangelio se llama Juan, y Juan significa "aquél en el que está la
gracia". En efecto, los secretos de la divinidad no pueden ser vistos sino
por quienes tienen en sí la gracia de Dios; y por esto dice el Apóstol: las
cosas de Dios nadie las conoce, sino el Espíritu de Dios (1 Cor 2, 11).
Pero
Juan vio al Señor sentado sobre su trono elevado y sublime gracias a su virtud, ya que fue virgen y a ellos compete ver al
Señor: Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mt 5, 8).
En relación a la figura, hay que decir que Juan es
representado por el águila. Y la razón es la siguiente: ocupándose los otros
tres evangelistas de las cosas que Cristo hizo en la carne, se les representa
convenientemente por medio de animales
que se mueven sobre la tierra, a saber, por el hombre, el buey y el león. Pero
Juan, remontándose sobre la nube de la debilidad humana, como águila que vuela,
contempla con los ojos altísimos y firmísimos del corazón, la luz de la verdad
inconmutable, alcanzando la misma divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, por la
que es igual al Padre, cuidando sobre todo recomendarla en la medida que creyó
ser necesario para todos los hombres. Y a propósito de este vuelo de Juan se
dice en el libro de Job: ¿Se remonta el águila, es decir, Juan, por orden tuya?
(Job 39, 27). Y más adelante: desde
muy lejos descubren sus ojos (ibid
29), porque Juan ha contemplado con los ojos de la mente al mismo Verbo de Dios
en el seno del Padre.
En relación al privilegio, hay que decir que, entre todos
los discípulos del Señor, Juan fue el más amado de Cristo. Este es el discípulo
a quien amaba Jesús (Jn 21, 24), como
dijo de sí mismo ocultando su nombre. Y ya que los secretos se revelan a los
amigos, según las palabras del Señor: Yo os llamo amigos, porque todo lo que oí
de mi Padre os lo he dado a conocer (Jn
15, 15), a este discípulo particularmente amado, el Señor encomendó de modo
especial sus secretos. Por eso se dice: A los gigantes –es decir a los
soberbios– esconde la luz (Job
36,32). Esto significa que Cristo esconde la verdad de su divinidad y la revela
a su amigo, a Juan, para que le pertenezca (ibid).
De aquí que el mismo Juan, habiendo contemplado de modo más excelente la luz
del Verbo encarnado, sea también quien nos la señale: Él era la luz verdadera (Jn 1, 9).
Así,
pues, queda aclarada la materia, el orden, la finalidad y el autor de este
Evangelio de san Juan, que tenemos entre manos". (Tomás de Aquino, Comentario al Evangelio de San Juan,
Prólogo, n° 11).
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