San Joaquín y Santa Ana con la Virgen Niña
Escuela andaluza (S. XVIII). Foto:artnet.com
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l culto a los abuelos de Jesús nace
desde antiguo como manifestación de amor a la Humanidad Santísima de Jesús. Como
dice Santo Tomás en relación al misterio de la Encarnación, «no cabe
imaginarse un hecho más admirable que este de que el Hijo de Dios, verdadero
Dios, se hiciese hombre verdadero» (C.G. IV, 27). Es natural, por
tanto, que los cristianos hayan deseado conocer con detalle la ascendencia
terrena del Salvador. Y aunque son escasos e inciertos los datos que nos
transmiten los Evangelios sobre los padres de la Virgen, una vieja tradición nos
dice que se llamaban Joaquín y Ana, según atestigua la veneración que se les
tenía ya en los primeros siglos del Cristianismo. «De la
estirpe de Jesé procede el rey David —enseña un antiguo Padre de la
Iglesia—, y de la tribu de David ha nacido la Santísima Virgen, santa e hija
de santos. Sus padres fueron Joaquín y Ana, que agradaron a Dios durante su
vida y engendraron un fruto sano, la Virgen María, templo y Madre de Dios al mismo
tiempo (...). Joaquín significa ‘preparación del Señor’, y por
él, en efecto, fue ‘preparado’ el templo del Señor, la Virgen. De modo análogo,
Ana significa ‘gracia’. Y es que Joaquín y Ana recibieron la gracia
para hacer germinar con la oración un brote tan precioso».
(Pseudo-Epifanio, Homilía in laudem Sancta Mariae Deiparae).
El hogar de Joaquín y Ana fue
elegido por Dios para que naciera la Virgen y se iniciara el cumplimiento de
los planes divinos de la redención. Allí, María aprendió a rezar, y fue desarrollando
todas aquellas virtudes en que se complacía la mirada del Altísimo; en aquel
lugar se preparó para escuchar la llamada de Dios. «¡Bienaventurados
Joaquín y Ana!, exclama San Juan Damasceno; a vosotros están
obligados con deuda de gratitud todas las criaturas, porque ofrecisteis al
Creador el don más importante de todos: una Madre castísima, la única criatura
digna de llevar al Creador» (San Juan
Damasceno, Homilía in Nativitatem Beatae Mariae).
Bendito el día en que los ojos de Joaquín y Ana contemplaron por primera vez el rostro tierno de María Niña. Bendito hogar que anunciaba la inminente llegada de la plenitud de los tiempos.
Bendito el día en que los ojos de Joaquín y Ana contemplaron por primera vez el rostro tierno de María Niña. Bendito hogar que anunciaba la inminente llegada de la plenitud de los tiempos.
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