domingo, 26 de julio de 2020

LOS ABUELOS DEL SEÑOR SEGÚN LA CARNE

San Joaquín y Santa Ana con la Virgen Niña
Escuela andaluza (S. XVIII). Foto:artnet.com

E
l culto a los abuelos de Jesús nace desde antiguo como manifestación de amor a la Humanidad Santísima de Jesús. Como dice Santo Tomás en relación al misterio de la Encarnación, «no cabe imaginarse un hecho más admirable que este de que el Hijo de Dios, verdadero Dios, se hiciese hombre verdadero» (C.G. IV, 27). Es natural, por tanto, que los cristianos hayan deseado conocer con detalle la ascendencia terrena del Salvador. Y aunque son escasos e inciertos los datos que nos transmiten los Evangelios sobre los padres de la Virgen, una vieja tradición nos dice que se llamaban Joaquín y Ana, según atestigua la veneración que se les tenía ya en los primeros siglos del Cristianismo. «De la estirpe de Jesé procede el rey David —enseña un antiguo Padre de la Iglesia—, y de la tribu de David ha nacido la Santísima Virgen, santa e hija de santos. Sus padres fueron Joaquín y Ana, que agradaron a Dios durante su vida y engendraron un fruto sano, la Virgen María, templo y Madre de Dios al mismo tiempo (...). Joaquín significa preparación del Señor, y por él, en efecto, fue ‘preparado’ el templo del Señor, la Virgen. De modo análogo, Ana significa gracia. Y es que Joaquín y Ana recibieron la gracia para hacer germinar con la oración un brote tan precioso». (Pseudo-Epifanio, Homilía in laudem Sancta Mariae Deiparae).

El hogar de Joaquín y Ana fue elegido por Dios para que naciera la Virgen y se iniciara el cumplimiento de los planes divinos de la redención. Allí, María aprendió a rezar, y fue desarrollando todas aquellas virtudes en que se complacía la mirada del Altísimo; en aquel lugar se preparó para escuchar la llamada de Dios. «¡Bienaventurados Joaquín y Ana!, exclama San Juan Damasceno; a vosotros están obligados con deuda de gratitud todas las criaturas, porque ofrecisteis al Creador el don más importante de todos: una Madre castísima, la única criatura digna de llevar al Creador» (San Juan Damasceno, Homilía in Nativitatem Beatae Mariae).

Bendito el día en que los ojos de Joaquín y Ana contemplaron por primera vez el rostro tierno de María Niña. Bendito hogar que anunciaba la inminente llegada de la plenitud de los tiempos.



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