La Lanzada. Pedro Pablo Rubens
Meditación
del Papa San Juan Pabl0 II sobre el misterio del Corazón de Cristo traspasado
por la lanza.
«Corazón de Jesús atravesado por una lanza,
ten piedad de nosotros»
1.
Pocas páginas del Evangelio a lo largo de los siglos han atraído la atención de
los místicos, de los escritores espirituales y de los teólogos tanto como el
pasaje del Evangelio de San Juan que nos narra la muerte gloriosa de Cristo y
la escena en que le atraviesan el costado (cf. Jn 19, 23-37). En esa
página se inspira la invocación de las Letanías, que he recordado hace un
momento.
En
el Corazón atravesado contemplamos la obediencia filial de Jesús al Padre, cuya
misión Él realizó con valentía (cf. Jn 19, 30) y su amor fraterno hacia
los hombres, a quienes Él «amó hasta el extremo» (Jn 13, 1), es decir,
hasta el extremo sacrificio de Sí mismo. El Corazón atravesado de Jesús es el
signo de la totalidad de este amor en dirección vertical y horizontal, como los
dos brazos de la cruz.
2.
El Corazón atravesado es también el símbolo de la vida nueva, dada a los
hombres mediante el Espíritu y los sacramentos. En cuanto el soldado le dio el
golpe de gracia, del costado herido de Cristo «al instante salió sangre y agua»
(Jn 19, 34). La lanzada atestigua la realidad de la muerte de Cristo. Él
murió verdaderamente, como había nacido verdaderamente y como resucitará
verdaderamente en su misma carne (cf. Jn 20, 24.27). Contra toda
tentación antigua o moderna de docetismo, de ceder a la «apariencia», el
Evangelista nos recuerda a todos la cruda certeza de la realidad. Pero al mismo
tiempo tiende a profundizar el significado del acontecimiento salvífico y a
expresarlo a través del símbolo. Él, por tanto, en el episodio de la lanzada,
ve un profundo significado: como de la roca golpeada por Moisés brotó en el
desierto un manantial de agua (cf. Nm 20, 8-11), así del costado de
Cristo, herido por la lanza, brotó un torrente de agua para saciar la sed del
nuevo pueblo de Dios. Este torrente es el don del Espíritu (cf. Jn 7,
37-39), que alimenta en nosotros la vida divina.
3.
Finalmente, del Corazón atravesado de Cristo brota la Iglesia. Como del costado
de Adán que dormía fue extraída Eva, su esposa, así ―según una tradición
patrística que se remonta a los primeros siglos―, del costado abierto del
Salvador, que dormía sobre la cruz en el sueño de la muerte, fue extraída la
Iglesia, su esposa. Esta se forma precisamente del agua y de la sangre,
―Bautismo y Eucaristía―, que brotan del Corazón traspasado. Por eso, con razón
afirma la Constitución conciliar sobre la liturgia: «Del costado de Cristo
dormido en la cruz nació el sacramento admirable de la Iglesia entera» (Sacrosanctum
Concilium, 5).
4.
Junto a la cruz, advierte el Evangelista, se encontraba la Madre de Jesús (cf. Jn
19, 25). Ella vio el Corazón abierto del que fluían sangre y agua, ―sangre
tomada de su sangre―, y comprendió que la sangre del Hijo era derramada por
nuestra salvación. Entonces comprendió hasta el fondo el significado de las
palabras que el Hijo le había dirigido poco antes: «Mujer, he ahí a tu hijo» (Jn
19, 26): la Iglesia que brotaba del Corazón atravesado era confiada a sus
cuidados de Madre.
Pidamos
a María que nos guíe a sacar cada vez más abundantemente el agua de los
manantiales de gracia que fluyen del Corazón atravesado de Cristo. (Juan Pablo
II, Angelus, Domingo 30 de julio de 1989).
Fuente: vatican.va
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