Messainlatino.it publica con gusto el testimonio
de un fiel que ha querido compartir con ellos la experiencia de su «descubrimiento»
de la misa antigua. Lo traducimos al español por su valor testimonial y porque contiene intuiciones de gran provecho. Además, este tipo de testimonio tiene el encanto de hablar desde la intimidad del corazón, de lo vivido y experimentado a la luz de la fe, no
desde la erudición fría del experto o desde la razón más o menos ideologizada del teólogo.
Fuente: messainlatino.it
Fuente: messainlatino.it
En el rito antiguo no hay espacio para el protagonismo de los hombres.
Solo Dios es el verdadero «protagonista».
Estimada
Redacción:
Hace
poco ha pasado el aniversario de la promulgación del MP Summorum Pontificum (07 de julio). Escribo este breve testimonio
como fiel laico. La misa tradicional, tridentina o forma extraordinaria, como
se la quiera llamar, es –como muchos saben– la liturgia que ha sostenido a la
Iglesia durante siglos hasta la «desafortunada» reforma conciliar que resultó luego ser una verdadera demolición, si bien la validez del rito permanece. Algo
equivalente, para hacerse una idea, lo vemos en la moderna arquitectura religiosa.
Sobre
los méritos de la liturgia tradicional podemos decir una infinidad de cosas. Me
limito a mi experiencia: asistiendo a la
misa de siempre, he descubierto una riqueza olvidada por mí desde hace
tiempo; participaba en esas Misas de pequeño, el recuerdo es un poco vago, pero sí recuerdo que a pesar de tener un carácter bastante inquieto, me sentía a gusto,
aunque no entendiera mucho, e iba allí de buena gana. Entrar hoy en el espíritu
de la liturgia de siempre no es fácil; requiere inicialmente un compromiso y
los frutos se observan después de algún tiempo, con paciencia. Curiosamente, el
principal obstáculo no es la lengua latina (incluso para los que no la
conocen), sino que consiste en la renuncia a cualquier forma de protagonismo
para dejarnos sumergir con sencillez en Dios, que es el único verdadero
protagonista. Jesús está presente, renueva Su sacrificio sobre el altar, y
vivir esto con fe representa la esencia de la misa: en ella, uno mi vida, mis
seres queridos, mi trabajo con la oración de la Iglesia: sé que Jesús está
presente y da sentido a toda mi existencia. El resto no cuenta para nada.
Dos
son los frutos que he experimentado en la antigua liturgia: una paz que no
proviene de las emociones o del sentimentalismo, sino de la pura fe en el
misterio que se cumple ante mí: la presencia de Dios permanece en el corazón
dando una saciedad que es difícil de expresar. El segundo fruto consiste en el
mayor deseo de Jesús eucarístico; esta liturgia hace crecer el deseo de Él,
reaviva nuestra oración. En una palabra, la misa de siempre nos ayuda a ser
santos.
Si
es verdad que mi elección por la Tradición nació después de una crisis (en
2013) con la renuncia del Papa Benedicto y todo lo que siguió, ahora esta Misa
no me hace sentirme lejos de la Iglesia y del Papa, no me hace mirar con
desprecio o suficiencia el Novus Ordo, sino todo lo contrario, me hace sentirme
más en comunión con la Iglesia. Quisiera concluir diciendo una cosa: para
apreciar el don de la S. Liturgia de siempre, se requiere buena voluntad y
paciencia; al principio no será fácil para todos, pero cuando hayas hecho la
experiencia, ya no podrás separarte de ella sin sufrir.
F. ( Coetus fidelium Lucio III pro Missa
antiqua, Lucca)
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