"Parroquias y capillas deberían estar en condiciones
de ofrecer como algo ordinario la Forma extraordinaria"
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7 de julio del 2007, por medio del Motu Proprio Summorum Pontificum, el Papa Benedicto XVI restauraba los derechos
de la antigua liturgia en la vida de la Iglesia. Queremos ofrecer algunas
reflexiones que puedan servir de respuesta a la pregunta sobre cuál era la idea
fundamental que el Papa Ratzinger tenía en mente al promulgar dicho documento.
Para ello, además de recomendar la lectura de los mismos textos del
Pontífice, me parece interesante recordar algunas declaraciones
vertidas entonces por sus más cercanos colaboradores en esta materia.
Una
figura importante en este sentido fue sin duda el Cardenal Darío Castrillón
Hoyos, Presidente de la Pontifica Comisión Ecclesia
Dei entre los años 2000–2009. En una intervención con motivo de la V
Conferencia General del CELAM reunida en Aparecida (Brasil, mayo de 2007), el Cardenal
Castrillón anunció públicamente la decisión del Papa Benedicto de «extender a toda la Iglesia
latina la posibilidad de celebrar la Santa Misa y los Sacramentos según los
libros litúrgicos promulgados por el Beato Juan XXIII en 1962». Se
trata, añadió, de «una oferta generosa del Vicario de Cristo que, como expresión de su
voluntad pastoral, quiere poner a disposición de la Iglesia todos los tesoros
de la liturgia latina que durante siglos ha nutrido la vida espiritual de tantas
generaciones de fieles católicos. El Santo Padre quiere conservar los inmensos
tesoros espirituales, culturales y estéticos ligados a la liturgia antigua. La
recuperación de esta riqueza se une a la no menos preciosa de la liturgia
actual de la Iglesia».
En
los meses que siguieron a la promulgación del Motu proprio, el Cardenal
Castrillón Hoyos concedió varias entrevistas sobre el tema, teniendo en cuenta
también algunas interpretaciones demasiado restrictivas del documento, como ciertas
reacciones poco favorables a su implementación. En una de esas entrevistas, el
Cardenal insistía en que «por medio del Motu Proprio Summorum
Pontificum el Papa ofrece a todos los sacerdotes la posibilidad de celebrar la
Misa también en la forma tradicional y a los fieles de ejercitar el derecho de tener
este rito cuando hay las condiciones especificadas en el motu proprio».
Señalaba también que el Papa ofrece a la Iglesia una riqueza que es espiritual,
cultural, religiosa y católica, que incluso prelados de las Iglesias ortodoxas,
anglicana y protestante han agradecido y valorado. Reconocía que en el plano
personal, «al retomar algunas veces el rito extraordinario, también yo he
redescubierto la riqueza de la antigua liturgia que el Papa quiere mantener
viva, conservando aquella forma centenaria de la tradición romana» (Entrevista
de Gianluca Biccini al Cardenal Darío Castrillón. L’osservatore Romano, 28.III.2008).
Meses más tarde, en una
conferencia de prensa realizada en Londres el 14 de junio de 2008, el Cardenal
Castrillón expresaba con gran claridad y convicción cuál era el deseo del Santo
Padre al respecto: «Permítanme decir esto claramente: el Santo Padre quiere que el antiguo
uso de la Misa se convierta en algo normal en la vida litúrgica de la Iglesia,
para que todos los fieles de Cristo –jóvenes y ancianos– puedan familiarizarse
con los ritos más antiguos y extraer de ellos su belleza y trascendencia
tangibles. El Santo Padre lo quiere tanto por razones pastorales como
teológicas». A la pregunta de si sería del agrado del Papa ver a muchas
parroquias normales ofrecer el rito gregoriano, su Eminencia respondió: «Todas
las parroquias. No muchas, todas las parroquias, porque este es un regalo de
Dios. Él ofrece estas riquezas, y es importantísimo para las nuevas
generaciones conocer el pasado de la Iglesia. Este tipo de culto es tan noble,
tan bello, la manera teológica más profunda de expresar nuestra Fe. El culto,
la música, la arquitectura, la pintura, hacen un todo que es un tesoro. El
Santo Padre desea ofrecer a toda la gente esta posibilidad, no sólo para
algunos grupos que lo requieran, sino para que todos conozcan esta forma de
celebrar la Eucaristía en la Iglesia Católica».
A su vez, el Cardenal
Antonio Cañizares, llamado el 2009 a
presidir la Sagrada Congregación para el Culto Divino, consideraba que con la
promulgación del Motu Proprio Summorum
Pontificum, «la voluntad del Papa no ha sido únicamente satisfacer a los seguidores
de monseñor Lefevbre, ni limitarse a responder a los justos deseos de los
fieles que se sienten ligados, por diversos motivos, a la herencia litúrgica
representada por el rito romano, sino también, y de manera especial, abrir la
riqueza litúrgica de la Iglesia a todos los fieles, haciendo posible así el
descubrimiento de los tesoros del patrimonio litúrgico de la Iglesia a quienes
aún lo ignoran» (Prólogo del Cardenal Cañizares al libro de Nicola Bux La Reforma de Benedicto XVI, 2009).
El Cardenal Malcolm
Ranjith, Secretario de la Congregación para el Culto divino entre los años
2005-2009, y acérrimo defensor de las disposiciones litúrgicas del Papa
Benedicto, en una carta dirigida a la Federación Internaciona Una Voce (FIUV) con ocasión de su 20
Asamblea General, también manifestaba su «firme convicción de que el Vetus Ordo
representa en gran medida y de manera más satisfactoria, la forma que llaman
mística y trascendente, para el encuentro con Dios en la liturgia. Por lo tanto,
ha llegado el momento para nosotros de, no solo renovar la nueva liturgia a
través de cambios profundos, sino también de alentar más y más la vuelta del
Vetus Ordo, como un camino para la verdadera renovación de la Iglesia, que fue la
que los Padres de la Iglesia, sentados en el Concilio Vaticano II, tanto
desearon» (24-VIII-2011).
Los testimonios en
esta línea podrían multiplicarse indefinidamente. Por ahora me limito a señalar
que en la Instrucción Universae Ecclesiae
(30 de abril de 2011) sobre algunos aspectos a tener en cuenta en la aplicación
de Summorum Pontificum, se menciona
como primera finalidad del Motu Proprio «ofrecer a todos los fieles la Liturgia
Romana en el usus antiquor, considerada como un tesoro que hay que conservar» (Nº 8, a), como
también «ofrecer y asegurar el uso de la forma extraordinaria a quienes lo
pidan» y «favorecer la reconciliación en el seno de la Iglesia».
Si
el objetivo fundamental del Papa Benedicto XVI al promulgar el Motu Propio Summorum Pontificum era ofrecer una dádiva
generosa a la totalidad de los fieles, resulta difícil comprender que vastos sectores
de la Iglesia no se hayan sentido interpelados para nada por los requerimientos
de este documento. Muchos han pensado que se trataba de algo que no les
incumbía, y se han marginado de cualquier intento o iniciativa al respecto. No
pocos pastores se han considerado totalmente eximidos de tomar alguna medida en
orden a implementar las disposiciones del Papa contenidas en el Motu Proprio, como si se tratara de algo ajeno a su ministerio pastoral, al bien de las almas o al incremento de la religión. Sin
embargo, tanto los textos del mismo Papa como las opiniones de sus más cercanos
colaboradores, muestran claramente que Summorum
Pontificum fue pensado y querido como un bien para toda la Iglesia y no
solo para satisfacer las justas demandas de grupos restringidos de fieles. Parroquias
y capillas deberían estar en condiciones de ofrecer como algo ordinario la
Forma extraordinaria, y esta forma del rito romano debería ser familiar a
cualquier persona que se prepara para el sacerdocio. Benedicto XVI siempre ha
sido consciente de que la prohibición, al menos de facto, del Misal de San Pío
V, editado por última vez en 1962, constituía una señal negativa en la vida
litúrgica de la Iglesia, y los hechos le han dado la razón. Por lo mismo, en el 2007, consideró
llegado el momento de volver a restablecer la antigua liturgia para bien de la
Iglesia y de tantas personas amantes de lo noble y sagrado. En estos doce años,
la forma extraordinaria se ha extendido por todo el mundo y sus frutos son bien
patentes. Hoy podemos constatar con agradecimiento a Dios que el regreso de la
Misa tridentina no tiene vuelta atrás: las generaciones más jóvenes la aprecian
y valoran, la buscan y la aman.
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