Copio
un texto de San Bernardo de Claraval extraído de un sermón en la fiesta del
nacimiento de San Juan Bautista. El doctor Melifluo exalta la figura del
Precursor a partir de estas palabras con las que Cristo se refirió a Juan: Aquel era la lámpara que arde y alumbra (Jn 5, 35). Realmente esta lámpara ardió
en amor y reverencia a Jesucristo y con su resplandor arrastró multitud de
corazones en pos del Cordero.
«P
|
ero
ya acerca de la humilde y por todos modos fervorosa devoción de Juan para con
el Señor, ¿qué diremos? De aquí procedió que saltara de alegría en el seno
materno; de aquí que se llenara de pavor en el Jordán al ver que Jesús le pedía
el bautismo; de aquí que no solo negara que fuese Cristo, como le juzgaban,
sino que ni siquiera fuese digno de desatar la correa de su calzado; de aquí
que como amigo del Esposo, se gozara de la voz del Esposo; de aquí que
confesara que él había recibido gratuitamente la gracia, pero que Cristo no
había recibido con medida el Espíritu, sino la plenitud, de la cual recibiesen
todos. ¿No estarás sujeta a Dios, alma
mía? (Ps 60, 1). Porque no seré
yo antorcha ardiente, si con todo el corazón, con toda el alma, con todas mis
fuerzas no amo al Señor Dios mío; puesto que sola es la caridad, la que
enciende el alma para la salud; sola ella la que infunde e inflama aquel
espíritu, que nos prohíben extinguir. Ya veis, pues, como el celo consumía el
corazón de Juan, y al propio tiempo habéis podido notar cómo iluminaba a las
almas, puesto que no hubiéramos podido conocer su ardor si no hubiéramos visto
su resplandor» (San Bernardo, Sermón en
la Natividad de San Juan Bautista, 10).
No hay comentarios:
Publicar un comentario