domingo, 24 de junio de 2018

UNA ANTORCHA QUE ARDE Y RESPLANDECE



Copio un texto de San Bernardo de Claraval extraído de un sermón en la fiesta del nacimiento de San Juan Bautista. El doctor Melifluo exalta la figura del Precursor a partir de estas palabras con las que Cristo se refirió a Juan: Aquel era la lámpara que arde y alumbra (Jn 5, 35). Realmente esta lámpara ardió en amor y reverencia a Jesucristo y con su resplandor arrastró multitud de corazones en pos del Cordero.

«P
ero ya acerca de la humilde y por todos modos fervorosa devoción de Juan para con el Señor, ¿qué diremos? De aquí procedió que saltara de alegría en el seno materno; de aquí que se llenara de pavor en el Jordán al ver que Jesús le pedía el bautismo; de aquí que no solo negara que fuese Cristo, como le juzgaban, sino que ni siquiera fuese digno de desatar la correa de su calzado; de aquí que como amigo del Esposo, se gozara de la voz del Esposo; de aquí que confesara que él había recibido gratuitamente la gracia, pero que Cristo no había recibido con medida el Espíritu, sino la plenitud, de la cual recibiesen todos. ¿No estarás sujeta a Dios, alma mía? (Ps 60, 1). Porque no seré yo antorcha ardiente, si con todo el corazón, con toda el alma, con todas mis fuerzas no amo al Señor Dios mío; puesto que sola es la caridad, la que enciende el alma para la salud; sola ella la que infunde e inflama aquel espíritu, que nos prohíben extinguir. Ya veis, pues, como el celo consumía el corazón de Juan, y al propio tiempo habéis podido notar cómo iluminaba a las almas, puesto que no hubiéramos podido conocer su ardor si no hubiéramos visto su resplandor» (San Bernardo, Sermón en la Natividad de San Juan Bautista, 10).

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