Publico fotografías de una vitrina –sencilla pero dispuesta con muy buen gusto–
donde se conservan algunos objetos y ornamentos litúrgicos utilizados por San
Josemaría Escrivá. Estas reliquias testimonian lo que tanto repitió en su
predicación: «¡Tratadlo como queráis, pero tratádmelo bien!». Y parte
importante de ese «tratádmelo bien»
referido a Jesús sacramentado era el cuidado exquisito en todo lo concerniente
al culto y a la vida litúrgica. A san Josemaría le impresionaba el detalle y
esplendor con que Dios –ya en la Antigua Alianza– había indicado a su Pueblo
cómo debía ser el culto divino: todo tenía que estar hecho con materiales
nobles, con oro u otros metales preciosos, y con telas finas, cuidadosamente trabajadas.
Siguiendo esa misma lógica, procuró ser siempre magnánimo y espléndido en el culto,
en la construcción de oratorios, en el decoro de sagrarios, vasos sagrados y
paramentos. «La pobretería innecesaria no agrada a Dios –decía–, sobre
todo si el dinero se despilfarra en otras cosas menos importantes».
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