Estoy convencido que mientras la Iglesia no
se proponga seriamente recobrar el carácter sagrado y trascendente de su
liturgia, el ecumenismo con nuestros hermanos ortodoxos no irá más allá de unos
cuantos abrazos fraternos, algunos ósculos de la paz o la firma de alguna
declaración conjunta que pasará a dormir muy pronto el sueño de los justos. Muchas de nuestras celebraciones litúrgicas, por desgracia frecuentes, no pueden
ofrecer incentivo alguno al alma ortodoxa, particularmente sensible al aspecto
mistérico y trascendente del culto; alma fidelísima a sus más remotas
tradiciones litúrgicas y siempre deseosa de postrarse ante lo divino y entrever
lo eterno. Así me lo daba a entender un amable sacristán, mientras visitaba una
iglesia ortodoxa de rito bizantino. No olvidemos que también hay razones
ecuménicas profundas para llevar a cabo la reforma
de la reforma que desea impulsar el cardenal Sarah, siguiendo las huellas
del Papa Benedicto. Y el mismo Papa Francisco es consciente de esta carencia en nuestras celebraciones litúrgicas. Tiempo atrás, en su viaje de regreso de Rio
de Janeiro a Roma, comentó al respecto: «Las
Iglesias ortodoxas han conservado esa liturgia prístina tan bella. Nosotros
hemos perdido un poco el sentido de la adoración. Ellos la han conservado,
ellos alaban a Dios, ellos adoran a Dios. Necesitamos esta renovación, esta luz
que viene de Oriente».
Muy interesante, se adquiere Cultura religiosa.
ResponderEliminarEs historia e Interesante, Me gusta mucho, porque aprendo con conocimientos,
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