Un
alma piadosa reflexionaba hace años sobre el triunfo de la resurrección de
Cristo en esta forma: ¿dónde están los soldados que había
puesto la autoridad? ¿Dónde están los sellos, que habían colocado sobre la
piedra del sepulcro? ¿Dónde están los que crucificaron a Jesús? Y concluía: hoy
es la gran huida de todos los miserables. Jesucristo no pierde batallas. Y
permitan a este búho continuar un poco más: en efecto, ¿dónde está el infame de
Caifás y su pobre Sanedrín? ¿Quizás buscando costureras para zurcir el velo del
templo rajado de arriba a abajo por la fuerza del Crucificado? No pierdan ya
más el tiempo porque allí ya no hay nada digno de velar; dentro de 40 años
aquel lugar no será más que un miserable pastizal donde retozan las piaras y
ganados que alimentan las tropas de Tito. ¿Siguen buscando guardias para que
difundan la más absurda de las mentiras: mientras dormíamos profundamente vimos cómo sus discípulos se llevaron el
cuerpo de su maestro? Les aconsejo, en efecto, que busquen soldados, pero para
custodiar sus palacios suntuosos, porque Barrabás, sí, el mismísimo por cuya libertad ustedes clamaron, anda ahora reorganizando su guerrilla y necesita
urgentemente dinero y sabe dónde puede encontrarlo. Y tú, Pilatos, ¿dónde estás?
No quisiste comprometerte con la defensa de la Verdad y te convertiste en el
prototipo de los títeres de la humanidad. Adiós, queridos benefactores enemigos de Cristo,
habéis hecho el más grande de los papelones de la historia universal. Nos vamos
con el Resucitado a difundir su Verdad por todo el mundo. El ya no está al alcance
de ustedes ni de ninguno de los matones cobardes que lo ultrajaron; ya solo vive
para los que le buscan y aman con sinceridad. Sigan persiguiéndolo, si quieren,
aunque vuestra derrota será siempre total y
nuestro triunfo siempre perpetuo. Y si alguien está con tiempo vaya por
favor a descolgar a Judas porque iam
foetet; y qué hedor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario