Reproducimos un texto de San Josamaría Escrivá, fruto de su asidua contemplación de la Pasión del Señor. Siguiendo su método preferido de orar -meterse en las escenas del santo Evangelio como un personaje más- vemos aquí que removido por el ejemplo de Nicodemo y José de Arimatea, se introduce también él, audazmente, en la dolorosa y triste tarea de bajar a Jesús de la Cruz. Es entonces cuando su alma se eleva en un rapto de contemplación amorosa que termina con el descendimiento y sepultura místicas de Cristo en el sepulcro de su corazón inflamado. Toda una pieza de la mejor literatura mística contemporánea.
“Nicodemo
y José de Arimatea —discípulos ocultos de Cristo— interceden por El desde los
altos cargos que ocupan. En la hora de la soledad, del abandono total y del
desprecio..., entonces dan la cara audacter
(Mc XV, 43)...: ¡valentía heroica!
Yo subiré con ellos al pie de la Cruz, me apretaré al Cuerpo
frío, cadáver de Cristo, con el fuego de mi amor..., lo desclavaré con mis
desagravios y mortificaciones..., lo envolveré con el lienzo nuevo de mi vida
limpia, y lo enterraré en mi pecho de roca viva, de donde nadie me lo podrá
arrancar, ¡y ahí, Señor, descansad!
Cuando
todo el mundo os abandone y desprecie..., serviam!,
os serviré, Señor”. (San Josemaría Escrivá, Via Crucis, XIV, 1.)
Algún día, Dios mediante, San Josemaría será declarado Doctor de la Iglesia.
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