Cementerio General de
Santiago, Chile
Foto: Daniel Concha B.
En un sermón sobre los
beneficios que reporta al alma el pensamiento de la muerte, San Agustín se detiene
a considerar la incertidumbre que envuelve la hora de la muerte y que grava aún
más nuestra ya penosa condición mortal. Poena
certa est, hora incerta, la muerte es segura pero su hora incierta, repite;
y añade: «no hay entre todas las cosas humanas una más cierta que la
incertidumbre de la muerte». Por eso, «mientras vivimos, debemos estar alerta;
es aquí donde hemos de escoger lo que allá hemos de tener». Y así como la
transitoriedad de la vida terrena, gravada por la incertidumbre del fin, nos
invita a una permanente vigilancia, la mortalidad de nuestra actual condición
debe ser motivo de una profunda humildad: ni a los ángeles caídos les fue dicho
acuérdate de que eres polvo y en polvo te
convertirás.
«¿Cómo,
pues, –continúa diciendo el Santo doctor– hemos podido cantar en el salmo: Tened piedad de mí, ¡oh Señor!, porque me ha
pisoteado el hombre? (Ps 55, 2). Hombre
aquí se dice quien vive a lo humano; quienes viven a lo divino son llamados
dioses: Dioses sois, y todos hijos del
Altísimo; en tanto que, a los réprobos, que, llamados a ser hijos de Dios,
quisieron ser más bien hombres, es decir, vivir a lo humano, se les dice: Pero vosotros moriréis como hombres y
caeréis como uno de los príncipes (Ps
81, 6). Si, en efecto, es mortal el hombre ¿no debe ser ello motivo de
ordenar bien su vida, más que de jactarse? ¿De qué se ufana este gusano que mañana
morirá? Digo a vuestra caridad, hermanos míos, que aun del diablo tienen los
hombres orgullosos que aprender a ruborizarse. Él, aunque soberbio, es
inmortal; aunque maligno, es un espíritu y para el último día le aguarda un
fallo condenatorio. Con todo, esta muerte que a nosotros nos aflige, él no la
padece. Al hombre fue a quien se le dijo: Morirás
de muerte (Gen 2, 17). Use, pues, bien el hombre de este castigo. ¿Qué
significa “use bien de este castigo”? Que no haga razón de orgullo lo mismo que
mereció el castigo; que su condición mortal le sirva para quebrar su altivez, y
vea se dirigen a él estas palabras: ¿De
qué te ensoberbeces, polvo y ceniza? (Eccli
10, 9). El diablo, aunque soberbio, no es tierra ni ceniza. Para prevenir
al hombre contra la soberbia se le dijo: Pero vosotros moriréis como hombres y caeréis como uno de los príncipes.
Use, pues, bien el hombre de su castigo, hermanos; use bien de su mal, y le
será de provecho. ¿Quién ignora que la necesidad de morir no es sino un
castigo, que agrava la incertidumbre del cuándo»? (San Agustín, Sermón 97. Sobre el pensamiento de la muerte).
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