Un
sacerdote decía que sin asistencia de pueblo no se justificaba la
celebración de la Misa. Oyó este comentario un amigo suyo, también sacerdote, y
le contestó: Pero fulano, ¿no sientes el clamor del pueblo purgante que nos reclama
el refrigerio de la Santa Misa? En efecto, la Iglesia purgante, esa parte del
pueblo de Dios que se purifica en el más allá, y vive a la espera de poder
entrar en el gozo de su Señor, se
beneficia poderosamente del Santo Sacrifico. La Iglesia ha tenido siempre una viva
conciencia de que el principal sufragio para socorrer a las almas del Purgatorio
es el Sacrificio del Altar. Por eso, desde la más remota antigüedad, en todas las
misas reza por los difuntos: pide a Dios que no los olvide, Memento Domine...; que les conceda el locum refrigerii, lucis, et pacis, el
lugar del consuelo, de la luz y de la paz; y al renovar sacramentalmente el
Sacrifico del Calvario, les abre el tesoro de los méritos infinitos de Cristo. «Oigo decir a muchos, comenta
un Padre de la Iglesia: ¿de qué le sirve
a un alma que ya ha salido de este mundo, con pecados o sin ellos, que se le
recuerde en la oración? Y les respondo: si un rey envía al destierro a quienes le
ofendieron, más luego se le acercan los parientes de los desterrados
ofreciéndole el homenaje de una corona en favor de ellos, ¿no los recompensará
librando de la pena a sus allegados? Del mismo modo nos comportamos nosotros
con los difuntos, aunque hayan sido pecadores. Ofreciendo a Dios nuestras
preces, no tejemos una corona, sino que tratamos de hacer propicio al Dios
clemente, por ellos y por nosotros, ofreciéndole a Cristo sacrificado por
nuestros pecados» (San Cirilo de Jerusalén, Catequesis Mistagógica V, 10).
¿Iglesia Purgante? ¿Por qué no nos explicaron estas cosas cuando fuimos a la Catequesis o a las clases de religión? A mis 42 años y con dos hijos, me entero que existe una Iglesia Purgante y que se beneficia de las Misas que se celebran aunque no vayamos!
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