Rafael. Santa Cecilia y Santos.
Hoy,
fiesta de santa Cecilia, patrona de la música, de quien se dice que Cantantibus organis in corde decantabat
Domino (mientras tocaba los instrumentos, ella cantaba a Dios en su
corazón), nos complace recoger una hermosa y profunda reflexión del Cardenal
Sarah sobre la naturaleza del canto sagrado.
«L
|
a
profundidad del misterio de Dios lleva a hablar a san Agustín en sus Confesiones de la experiencia de “los
límites de las palabras”. Entonces, en silencio, nos llenamos de gozo. Al Dios
inefable no lo podemos nombrar: “Si no lo puedes pronunciar, y tampoco lo debes
callar, ¿qué queda, sino que te desahogues en el júbilo para que, sin palabras,
se regocije tu corazón, y el campo inmenso de las alegrías no quede aprisionado
por los límites de las sílabas?”, se pregunta el santo doctor.
De
esta gozosa experiencia del misterio
nace el canto sagrado: El canto de las liturgias cristianas debería alejarse de
ciertos cánticos locuaces para volver a encontrar la grandeza contemplativa del
canto de los monjes de Oriente y Occidente.
El
canto gregoriano no se opone al silencio: nace de él y a él conduce. Diría incluso
que está como tejido de silencio. ¡Qué experiencia tan sobrecogedora la de
cantar con los monjes de la Gran Cartuja, en la penumbra de la noche, la Salve Regina de las vísperas! Las
últimas notas acaban muriendo una a una en medio de un silencio filial,
envolviendo nuestra confianza en la Virgen María. Es una experiencia esencial
para comprender la reflexión de Joseph Ratzinger en su libro Un canto nuevo para el Señor: “Un callar
que finalmente convierte lo inefable en santo, y también pide ayuda a las voces
del cosmos para que lo no dicho se haga perceptible. Esto significa que la música
de Iglesia, emanando de la palabra y del silencio percibido en ella, presupone
una constante escucha de toda la plenitud del Logos”. (Cardenal Robert Sarah, La fuerza del silencio, Palabra 2017, p.
146).
No hay comentarios:
Publicar un comentario