Con la sabiduría propia
del sentido común, Don Quijote advertía a su escudero: «No andes, Sancho,
desceñido y flojo; que el vestido descompuesto da indicios de ánimo desmazalado». Es
evidente, por tanto, que la decadencia de la fe se refleja también en el uso de
vestiduras sagradas feas y descompuestas.
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