Trahe nos, Virgo immaculata,
post te curremus in odorem unguentorum tuorum
Atráenos en pos de ti, Oh Virgen Inmaculada,
y correremos tras el aroma de tus perfumes.
(In Conceptione Immaculata Beatæ Mariæ Virginis.
Ad Laudes matutinas,
Ant. 3)
«Dios,
desde el principio y antes de todos los siglos, escogió y preparó para su Hijo
unigénito la Madre de la que, encarnándose, nacería en la venturosa plenitud de los tiempos; la amó más a ella sola que a la totalidad de las criaturas, y con
un amor tal, que puso en ella, de un modo especial, todas sus complacencias.
Así, la colmó tan maravillosamente con los tesoros de su divinidad, más que a
todos los espíritus angélicos, más que a todos los santos, con la abundancia de
todos los dones celestiales, y estuvo siempre exenta por completo de todo
pecado y, bella y perfecta, apareció con tal plenitud de inocencia y santidad
que no se puede, exceptuando la de Dios, concebir mayor, y ningún entendimiento
que no sea el del mismo Dios puede medir tal grandeza». (Extracto de la Bula Ineffabilis Deus por la que el Beato Pio
IX difinió el dogma de la Inmaculada Concepción).
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