viernes, 30 de noviembre de 2012

ANDRES, EL PRIMER LLAMADO

"...que el apóstol Andrés nos enseñe a seguir a Jesús con prontitud (cf. Mt 4, 20; Mc 1, 18), a hablar con entusiasmo de Él a aquellos con los que nos encontremos, y, sobre todo, a cultivar con Él una relación de auténtica familiaridad, conscientes de que solo en Él podemos encontrar el sentido último de nuestra vida y de nuestra muerte".
 
Benedicto XVI, Audiencia del miércoles 14 de junio de 2006

 
Según una antigua tradición, cuando San Andrés fue conducido al lugar de su martirio, viendo a lo lejos la cruz en la que sería colgado, pronunció con radiante gozo esta oración:
 
¡Oh cruz buena, que fuiste embellecida por los miembros del Señor; tantas veces deseada, solícitamente querida, buscada sin descanso y ardientemente preparada con el deseo! Recíbime de entre los hombres y llévame junto a mi Maestro, para que por tu medio me reciba Aquél que por ti me redimió.
 
Dos días, dice el viejo relato, permaneció Andrés colgado de la cruz, e incluso allí siguió predicando la fe de Jesucristo. Al fin entregó su alma a Dios y fue a reunirse con Aquél a quien había entregado su vida entera, un día ya lejano pero nunca olvidado, a orillas del mar de Tiberíades. En un mundo azotado de paganismo e incredulidad, tome el católico de hoy ejemplo y fuerza de los Apóstoles para predicar la fe de Jesucristo desde la cátedra de la Cruz.

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