Reproducimos una
interesante entrevista del Profesor Roberto De Mattei al periodista Luca
Rolandi para Vatican Insider. El
profesor De Mattei es un reconocido intelectual italiano, docente e historiador,
que acaba de publicar un libro fascinante sobre el último Concilio: Il Concilio Vaticano II. Una storia mai
scritta, Lindau 2011. (El Concilio Vaticano II. Una historia jamás
escrita). Tanto en las palabras como en la pluma del Prof. de Mattei, más allá
de la diversidad de opiniones que sus tesis pueden suscitar, siempre late la
pasión de un espíritu genuinamente católico que vibra con la Iglesia, su fe, su
culto y su historia.
A cincuenta años de su apertura, ¿qué ha dejado en herencia el
Concilio a la Iglesia de hoy? ¿Celebrar o vivir el Vaticano II?
La
Iglesia de hoy vive uno de los momentos más difíciles de su historia, tanto que
Benedicto XVI ha sentido la necesidad de establecer un Año de la Fe, para
volver a proponer el mensaje perenne del Evangelio, no solo a la sociedad
secularizada de occidente, sino a la misma Iglesia. Se trata de entender cuáles
son las causas de esta crisis de la Iglesia y en qué medida están ligadas al
Concilio Vaticano II. Yo creo que las raíces de la crisis religiosa y moral
contemporánea ya preexistían al Concilio, pero en él han tenido sin duda un
momento de inflamación. Bajo este aspecto el Concilio nos ha dejado una pesada
herencia. Y llega la hora, me parece, de tomar conciencia del fracaso del
método pastoral del Vaticano II.
Las interpretaciones históricas, las hermenéuticas, la
ruptura, discontinuidad o reforma durante los largos tiempos de su recepción.
¿Alguna valoración de su parte?
Existe
el riesgo de perderse en discusiones inútiles. Benedicto XVI, en su discurso a
la Curia Romana del 22 de diciembre del 2005, ha declarado que a la
hermenéutica de la discontinuidad no se opone una hermenéutica de la
continuidad simplemente, sino una hermenéutica de la reforma, cuya verdadera
naturaleza consiste en un conjunto de continuidad y discontinuidad pero a
niveles distintos. Todos aceptan la existencia de diversos niveles de
continuidad y discontinuidad del Concilio Vaticano II en comparación a la
Iglesia precedente. Se trata sin embargo de entender sobre qué planos se mueve.
Yo sostengo que es importante distinguir el evento histórico de los documentos,
y antes de leer y evaluar los documentos es necesario reconstruir la verdad
histórica de aquello que ha sucedido en Roma entre 1962 y 1965. Alguno me
podría acusar de utilizar el mismo método de la escuela de Bolonia, pero hay
una diferencia de fondo. La escuela progresista de Bolonia transforma la
historia en un locus theologicus,
asignándole al historiador el rol del teólogo. Yo, por el contrario, afirmo la
distinción de los papeles y creo que la interpretación de los textos no
corresponde al historiador, sino al Magisterio de la Iglesia.
Un Concilio ecuménico, que fue la gran novedad que cambió el
modo de ser de la Iglesia, especialmente para los que han vivido el Concilio y
para la gente que solo han oído hablar del Vaticano II, cuándo los testimonios
hayan desaparecido, ¿qué cosa permanecerá?
Estaría
tentado de responder que permanecerán las ruinas. Las ruinas de los altares
desbastados, de las iglesias despobladas, de los seminarios abandonados y sobre
todo las ruinas de la deserción o bien del abandono de las trincheras donde la
Iglesia antes del Concilio combatía el mundo para evangelizarlo. El nuevo
método de la "mano tendida" no ha convertido el mundo, más bien lo ha
hecho más agresivo. Los enemigos de la Iglesia, que siempre han existido y
nunca faltarán, muestran en su relación con la Iglesia dialogante una
intolerancia mucho mayor que aquella que los nutría contra la Iglesia
“intransigente”. Cuando los testimonios hayan desaparecido, permanecerá la
pregunta de fondo: ¿por qué ha ocurrido todo esto?
Encuentro universal de la Iglesia, perspectiva pastoral,
reconciliación con el mundo y la modernidad, respeto a la tradición adaptada a
los signos de los tiempos. Conceptos expresados varias veces y que hoy muchos
se esfuerzan por comprender.
El
Concilio Vaticano II ha sido el primer Concilio de la Iglesia que se ha
autoproclamado pastoral. Todos los otros veinte Concilios precedentes habían
expresado en términos pastorales adecuados al mundo de su tiempo, los dogmas y
cánones disciplinarios que habían promulgado. En el Vaticano II, el
“aggiornamento” (puesta al día) elevó la “pastoralidad” a principio alternativo
de la “dogmaticidad”. La dimensión pastoral, por sí misma accidental y
secundaria respecto de la doctrinal, llega a ser en los hechos prioritaria,
operando una revolución en el lenguaje y en la mentalidad. Pero expresarse en
términos diversos a los del pasado, significa llevar a cabo una transformación
más profunda de lo que parece. Según el padre John O´Malley, el Vaticano II fue
sobre todo un “evento lingüístico”. La novedad lingüística según los
progresistas era en realidad doctrinal, porque, para ellos, el modo de hablar y
de obrar es la doctrina misma hecha praxis.
La vivencia de la Iglesia y el Concilio. Más que las disputas
históricas y teológicas valen la experiencia de la comunidad, el testimonio de
laicos y religioso, hombres que han aplicado el Concilio a su propia vida.
Muchos
de los hombres que han aplicado el Concilio a sus vidas han abandonado la Iglesia.
Pensemos, por ejemplo, en el ex-abad de San Pablo, Giovanni Franzoni, uno de
los últimos Padres conciliares italianos que viven, y hasta ahora punto de
referencia para la teología progresista. Franzoni se distingue como animador de
la “comunidad de base” neo marxista de la abadía de San Pablo, ha tomado
abiertamente posición favorable por el divorcio, ha adherido a la teología de
la liberación en América Latina, se casó por el civil con una periodista
japonesa. Otros protagonistas del Concilio, como Hans Küng, uno de los últimos
y reconocidos teólogos “expertos” del Concilio, no se ha casado y permanece
dentro de la Iglesia, celebrando regularmente la Misa, pero ya no profesa la fe
católica. En cambio, allí donde se ha dado la espalda al método pastoral del
Concilio y se ha llevado a cabo la experiencia de la Tradición, renace la fe,
florecen las vocaciones religiosas y crecen numerosas y estables las familias.
Esta es la vivencia de la Iglesia que yo conozco.
Texto
original: vaticaninsider.lastampa.
Traducción:
El búho escrutador
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